Movimiento de los Focolares

El doble salario

Nov 7, 2015

Dos párrafos de Giordani sobre el trabajo que, escritos en los años cincuenta, nos interrogan también hoy.

20151107-a«Nunca se ha hablado tanto del derecho laboral como en nuestros tiempos, y no se ha abusado tanto de los trabajadores como en estos tiempos. Ellos han proporcionado las masas para las concentraciones y las multitudes para los estragos, y la carne para las represalias; han sido rastrillados en la calle… Los sobrevivientes con frecuencia han quedado sin casa y sin familia.  Y sin embargo hoy es necesario recobrarnos, volver a vencer a la muerte: hacer como Pedro, el pescador, que le dice al Maestro: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado;  mas en tu palabra echaré la red”.  Es necesario volver a empezar, después de la noche de ruinas y de sangre, de la palabra de Jesús, con esperanza. Y el Padre premiará nuestra confianza. Nosotros estamos todos empeñados, trabajadores del brazo y del ingenio, para una gran empresa: levantar el edificio social y político destrozado, con valentía y sentido de responsabilidad, sin titubeos… No nos volvemos atrás y no nos amedrentamos. Detrás de nuestras espaldas están los explotadores del hombre, los tiranos que han incendiado las casas y encadenado la libertad, los semidioses que desencadenaron la guerra: son los carnífices y los sepultureros. Y nosotros avanzamos, aún con la cruz a cuestas, hacia la Redención, que quiere decir libertad, libertad de todo mal, y por lo tanto también de la necesidad y del miedo». (Igino Giordani, «Fides», junio de 1951)   «Se devalúa el trabajo disociando el valor económico del valor espiritual. Cuando Dios se mezcló entre los hombres, lo hizo como trabajador entre trabajadores. Durante treinta años realizó también él trabajo manual, con cuyo fruto ayudó al círculo de familiares y vecinos. Después durante tres años realizó obras espirituales, cuyo fruto benefició a la humanidad entera, de todos los tiempos. El trabajar es connatural al hombre y necesario para su vida, como respirar, como comer. Mantener al hombre ocioso equivale a obligar a los pájaros a no volar. Con el evento del Redentor, – un obrero que era Dios – fueron revalorizados divinamente el trabajo y la fatiga y transfigurados los medios ordinarios de santificación; la tarea en los campos, en el taller, en la oficina, en la iglesia, les vale, si hechos como Dios quiere, a la par de una oración. Uno que trabaja según la ley de Dios, soportando el cansancio por amor a Él, se santifica; la tarea en los campos, en el taller, en la oficina, en la iglesia, equivale, si la realizan como Dios quiere, a una oración. Y también el salario es doble. Somos pagados por el valor económico producido con las manos y con el ingenio, en el plano humano; y somos pagados por los méritos de la paciencia, ascesis y desapego, conquistados en el plano divino. Uno mientras construyo una cosa, soporta el cansancio convirtiéndolo en materia de redención, construye también un tramo de su destino eterno. El hijo pródigo comienza la rehabilitación cuando se pone a trabajar, como había iniciado la degradación cuando al vivir ocioso. El aprovechamiento verdadero del trabajo y por lo tanto del trabajador acontece por la fuerte pretensión materialista de negar la participación del espíritu en la obra de las manos o de la inteligencia: por separar lo divino de lo humano, el espíritu del cuerpo, la moral de la economía, el Padre nuestro que está en los cielo por el pan nuestro que nos sirve cotidianamente en la tierra. El hombre no vive sólo de pan para el estómago: necesita también la nutrición para el alma. Rechazar al hombre atendiendo la sola instancia económica es como querer satisfacer la mitad de su hambre para que tenga hambre en la otra. El hombre-Dios ha visto y ve siempre lo divino y lo humano. No uno sólo de los dos. Y entonces porque sus pescadores huéspedes no han pescado nada durante toda la noche de fatigas y porque para él vale la norma “quien no trabaja no coma”, los invita – dado que igualmente debían  comer, ellos y sus familias- a recomenzar la obra: a echar nuevamente las redes en las aguas del lago. Y ellos en Su nombre recomenzaron. Dios invita continuamente a no desanimarse, a no desesperar, pero a retomar el trabajo, siempre, en nombre Suyo. Al igual que la persona humana, la sociedad tiene necesidad de ambos trabajos, para que pueda respirar con ambos pulmones, a vivir sana y libre. Si no, agoniza, porque padece hambre corporal o hambre espiritual: sin dejar de decir que un hambre trae consigo también a la otra. Si no está el Padre en el cielo, escasea también el pan en la tierra; porque por falta de Él, los trabajadores ya no se sienten hermanos –y entonces se combaten y se roban – ; como ha sucedido y sucede contra muchos de nuestros inmigrantes que son hostilizados y rechazados por otros trabajadores». (Igino Giordani «La Via», 1952)

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