Movimiento de los Focolares

Una donación hasta el final

“Un misterio” y “un shock” así ha sido definida la muerte de Pierre André Blanc, focolarino suizo, arrebatado por una fuerte depresión. Sin embargo, en quienes lo conocieron, queda la convicción de que encontró la paz en ese Dios-Amor del que fue un testigo convincente para muchos. “Tu partida, Pierre-André, fue demasiado abrupta para nosotros. Pero tu Palabra de Vida, tomada del libro de Isaías (43.1) “Te he llamado por tu nombre: me perteneces”, nos hace intuir la mirada de amor con la que, creemos, Dios te ha recibido en el Paraíso”. Esta es la última frase del discurso que Denise Roth y Markus Näf, responsables de la ciudadela de los Focolares de Montet (Suiza), durante el funeral de Pierre-André Blanc. Así se resumen los sentimientos contradictorios de muchos de los presentes: por un lado, una inefable perplejidad para esta muerte y, por el otro, la confianza, o más bien la certeza de que ha encontrado la vida verdadera. Era el quinto de seis hijos, Pierre-André nació el 2 de abril de 1962 en Sion (Suiza) y creció en Ayent, un pueblo del Valais en un hermoso clima de amor familiar. Cursó estudios de educación especial y más tarde completó sus estudios de teología. En 1980, en Roma, con motivo del Genfest, un evento internacional de los jóvenes del Movimiento de los Focolares, tomó contacto con la espiritualidad del Movimiento. Le impacta “la calidad de las relaciones entre las personas y la alegría que se leía en sus rostros”, como escribirá más adelante. Al regresar a casa, él también se compromete a vivir este estilo de vida evangélica. Acostumbrado a “encontrar” a Dios sobre los esquís con motivo de retiros en las montañas, ahora descubre en el amor concreto hacia los que lo rodean, una nueva forma de relacionarse con Él. Durante un taller sobre problemas sociales, de repente e inesperadamente se encuentra con una persona que habla de su total entrega a Dios. En Pierre-André surge una pregunta: ¿y si Dios me llama a vivir como esta persona? “Mis temores de seguir a Dios de manera totalitaria – escribirá sobre ese período – no han resistido a Sus intervenciones. Simplemente había tratado de vivir el Evangelio de una manera coherente y Dios había hecho el resto. Comprendí cuánto quería mi felicidad y, sobre todo, que tenía un enorme valor ante sus ojos. Me pareció obvio decirle sí a Jesús, seguirlo donde me sentía llamado: en el focolar”. En 1989 comenzó su formación y preparación para la vida de donación a Dios en el focolar. Aquellos que lo conocieron durante este período lo describieron como sensible a todo lo que “habla” de Dios, alguien que sabía captar lo esencial en las circunstancias y en el prójimo. Después de completar la escuela de formación para focolarinos, Pierre-André formará parte del focolar de Ginebra (Suiza) y desde 2006 en la ciudadela de Montet. Durante muchos años, dio una valiosa y atenta contribución a la vida de la comunidad de los Focolares en la Ciudadela, poniéndose a disposición de los demás con generosidad, concreción y discreción. En el campo profesional, trabajando como educador, primero con niños discapacitados y luego con jóvenes con dificultades de aprendizaje, mostró una profunda capacidad para estar cerca del sufrimiento de los demás. Jocoso y dotado de un fino sentido del humor, Pierre-André se donaba sin reservas. A finales de mayo de 2018, aparecen en él los primeros síntomas de una depresión. Es acompañado inmediatamente por un médico. Después de un mes, será necesaria la internación en una clínica. En algunos momentos puede regresar durante los fines de semana a Montet y, en octubre de 2018, abandona la clínica y regresa al focolar, siempre seguido de un médico especialista. En este período lo acompañan con gran atención y cuidado los otros focolarinos que lo ven continuamente en donación a los demás. Parece que sus condiciones comienzan a mejorar, pero al final, la enfermedad es más fuerte y el 28 de noviembre lo arrastra de forma muy abrupta. El funeral de Pierre-André fue, incluso en medio de la consternación, un momento de gran gratitud para todos por su vida y por el delicado amor que demostró hasta el final.

Joachim Schwind

Suiza, Montet según los jóvenes

Suiza, Montet según los jóvenes

La ciudadela suiza hospeda dos escuelas para jóvenes: los focolarinos en formación y los que quieren profundizar la espiritualidad de la unidad. Para ellos el diálogo, el intercambio y el enriquecimiento recíproco entre generaciones y culturas, es lo distintivo de Montet. “Una comunidad que trabaja concretamente con alma y cuerpo para mostrar a la humanidad que la diversidad no es un fracaso, sino una gracia de Dios con la que el hombre cuenta para unir al mundo”. Así es como Michael, un muchacho de Malí, describe la ciudadela de los Focolares de la localidad de Montet, en Suiza. En ese lugar, junto a otros jóvenes de 13 países distintos, transcurrió un año de formación humana, espiritual y profesional. Un período de estudio, trabajo y vida comunitaria, vivido a la luz de las enseñanzas del Evangelio y del Carisma de la Unidad de Chiara Lubich, para experimentar que es posible construir relaciones de fraternidad incluso entre personas diferentes por edad, cultura, sensibilidad y tradiciones. De hecho, circundada por tres lagos, Bienne, Morat y Neuchâtel, entre colinas verdes y panoramas que inspiran paz y silencio, la Ciudadela internacional de los Focolares, desde 1981, se caracteriza por la presencia de alrededor de cien habitantes de 35 países distintos. La mitad de ellos son jóvenes que viven allí durante un año, la otra mitad son adultos que garantizan su continuidad. En ese ambiente de entrecruzan los caminos de personas provenientes de los cinco continentes, de culturas y religiones diferentes, cristianos de varias denominaciones de todas las generaciones. En estos lugares, en la década de 1960, Chiara Lubich tuvo la primera intuición de lo que serían luego las ciudadelas de los Focolares – hoy 25 en todo el mundo – pensadas como lugares-testimonio de la fraternidad universal. Decía Chiara: “Fue en Einsiedeln donde entendí, viendo desde lo alto de una colina la basílica y su entorno, que debía surgir en el Movimiento una ciudad, que no estaría formada por una abadía y por hoteles, sino por casas, lugares de trabajo, escuelas, como una ciudad común”. En la ciudadela se alojan dos escuelas de formación para jóvenes. Una para los que se preparan para la vida consagrada, los focolarinos. Y otra para los que desean vivir un año de vida comunitaria y están en busca de su vocación. “Haber realizado la escuela de Montet – cuenta Alejandro de Cuba – junto a personas de tantas naciones fue una confirmación de que el mundo unido es posible incluso cuando hay diversidades, pero está la voluntad de construirlo. Es un aprendizaje que, día tras día, el uno recibe del otro. Tratamos de construir la unidad en la diversidad a través del amor. Es una maravillosa aventura”. “En la ciudadela – explica André de Brasil – los jóvenes tienen la ocasión de estudiar ética, sociología, teología y diálogo intercultural, profundizando también la espiritualidad de la unidad. Pueden poner en práctica estos aspectos en los trabajos que realizan, colocando las bases de un futuro profesional más responsable y coherente en todos los ámbitos sociales”. “Además – añade – viviendo el respeto entre generaciones, tú entiendes que nadie es más que el otro, sino más bien que cada uno es responsable del otro, por lo cual los ancianos se vuelven más jóvenes en su forma de vivir la vida y los jóvenes adquieren responsabilidad”. Para Gloria, de Argentina, la interculturalidad, o sea el diálogo, el intercambio y el enriquecimiento recíproco entre las culturas, es el rasgo distintivo de la ciudadela. “Hemos tenido que aprender a hacer algo grande con nuestra diversidad. Fue difícil porque parecía que no nos entendíamos, pero con el amor hemos resuelto las cosas prácticas y nos hemos comprendido en las cosas trascendentes. Viviendo juntos descubrí las cosas más bellas de los demás, pero también las de mi cultura. Entendí el valor que tiene el prójimo en mi vida pienso que no debemos tener miedo de abrirnos para conocer el “mundo de los demás”. En Montet “hay respuestas para las preguntas que nos planteamos todos los días” comenta Ivona de Serbia. La ciudadela “es un don de Dios – es el sentimiento que Larissa se lleva consigo a Brasil – una familia, multicultural y de distintas generaciones”.

Claudia Di Lorenzi

Chile, promoviendo la inclusión social.

Chile, promoviendo la inclusión social.

Una Summer School ofrece una contribución del mundo académico con investigadores y profesores de nueve países de América y Europa. La igualdad es reconocida como la base de las sociedades democráticas. Sin embargo, las discriminaciones continúan en muchos países del mundo. Hablamos del tema con Paula Luengo Kanacri, psicóloga y profesora de la Universidad Católica de Chile, estudiosa del Centro de Investigación sobre Conflictos y Cohesión Social. Desde hace años se ocupa de exclusión social. ¿Qué la llevó a estos problemas? Yo diría la historia de mi pueblo y la mía personal. Chile es un país con fuertes contrastes: un fuerte crecimiento económico y una considerable desigualdad. Además, mi madre venía de una familia rica y mi padre de una familia pobre. He experimentado el dolor de la iniquidad. Estudié psicología y, en contacto con los jóvenes de los Focolares, abracé la idea de otro mundo posible. Después de graduarme, comenzó mi interés por los comportamientos pro sociales (que van a favor del otro) y la empatía, que pueden promover la inclusión social. Una experiencia que me ha marcado fue la que se hice en Roma entre las personas sin hogar. He “tocado” el dolor de muchos que quedan marginados, no solo invisibles, sino invisibilizados. Para comprender los mecanismos que pueden favorecer o negar la inclusión, debemos pensar en ello desde diferentes perspectivas, disciplinas, saberes. Esto es lo que hemos intentado proponer a través de la Summer School “Desarrollo humano para todos y todas: ciencias sociales en diálogo para una sociedad inclusiva”, realizada recientemente en Chile. ¿Cómo nació la idea de la Summer School? Los movimientos estudiantiles chilenos, activos desde 2011, han logrado una reforma histórica que hoy ofrece educación universitaria gratuita a los más desfavorecidos. Pero también necesitamos una fuerza creativa del mundo académico. La Summer School nació dentro de mi participación en redes internacionales de investigadores y estudiosos en el campo de la psicología y la sociología, inspiradas en Chiara Lubich: “Psicología y Comunión” y “Social-One”. Tuvimos el apoyo del Centro de Investigación sobre Conflictos y Cohesión Social (COES) y la Universidad Católica de Chile. ¿Quién participó ¿Cómo se hizo? La escuela reunió a 67 jóvenes y 21 profesores de 8 disciplinas sociales diferentes de 9 países de América y Europa. También participaron cuatro organizaciones de la sociedad civil chilena. Cuatro líneas de investigación: inclusión y equidad de género; inclusión y migración; inclusión y desigualdad; inclusión y violación de los derechos. Hemos propuesto 8 talleres sobre técnicas de encuesta para el estudio de la inclusión desde una perspectiva unitaria. El espacio dedicado al diálogo con la sociedad civil también fue importante. Más de la mitad de los jóvenes presentaron proyectos de investigación. La propia Escuela fue concebida como una experiencia de inclusión social, capaz de iniciar un diálogo de calidad científica y de ir más allá de las polarizaciones. Participaron personas con ideas y orientaciones, también políticas, diferentes. Tratamos de que los diferentes temas no se trataran de manera polémica o polarizada, sino en el camino común hacia la inclusión social y, por lo tanto, con el objetivo de combatir la discriminación y la segregación de género, raza, etnia y clase. Para una sociedad inclusiva, se necesitan respuestas que integren el nivel individual con los niveles micro, medio y macro social. La próxima Escuela nos gustaría hacerla considerando el tema ambiental en la reflexión sobre la inclusión.

Claudia Di Lorenzi

Diálogo y relaciones

“Una vida por la unidad”: éste es el título de la noticia con la cual el Movimiento de Schönstatt anuncia el fallecimiento del Padre Michael Johannes Marmann, que fuera su presidente general, acaecido la noche del 26 de febrero de 2019. Con el Padre Marmann este movimiento apostólico, nacido en 1914 en Alemania, pierde una figura central. Había nacido en 1937 en Berlín y era el mayor de tres hermanos. Después de estudiar Filosofía y Teología se ordenó sacerdote en 1963 en Colonia y continuó con ulteriores estudios en Tubinga y Ratisbona. En 1973 concluyó un doctorado bajo la guía del entonces profesor Josef Ratzinger. La relación del papa Benedicto XVI con sus ex-alumnos, y también con el Padre Marmann, duró toda la vida. Se encontraban, de hecho, cada año – últimamente a menudo en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo – para profundizar temas teológicos de actualidad. En el contexto de su ordenación sacerdotal, el Padre Marmann conoció el Movimiento de Schönstatt y a su fundador, el Padre Josef Kentenich, que en ese momento se encontraba aún en el exilio en Milwaukee (USA) por orden de las autoridades eclesiásticas. Tras un encuentro personal con él, el Padre Marmann decidió entrar en el instituto secular de los Padres de Schönstatt, pasando más tarde a ser el padre espiritual de la rama de las jóvenes. Luego, trabajó activamente en la pastoral para sacerdotes, familias y madres y desde 1983 a 1991 llegó a ser responsable del Movimiento en Alemania. En 1990 los Padres de Schönstatt lo eligieron superior general, una tarea a la que está vinculada también la función de la presidencia del presidio general. El Padre Marmann realizó estos servicios con gran apertura al diálogo y atención a las relaciones tanto dentro del Movimiento como fuera. Su compromiso por la unidad de la grande y diversificada obra de Kentenich se extiendió luego de manera natural a la comunión con otros Movimientos: primero en la Iglesia de Alemania y luego sobre todo en la red de “Juntos por Europa”. Nacieron relaciones de profunda amistad y unidad espiritual con representantes de otros movimientos entre los cuales Helmut Niklas del YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) de Munich, Andrea Riccardi de la Comunidad de Sant’Egidio y Chiara Lubich. En su mensaje de condolencia, Maria Voce, presidenta del Movimiento de los Focolares, recuerda las muchas “etapas importantes de este camino”, como en 1999 la Alianza de amor expresada por Chiara Lubich, Andrea Riccardi y el P. Marmann en el Santuario de Schönstatt, en la tumba del Padre Kentenich, y expresa la certeza de que “María, Madre Tres veces Admirable, lo habrá acompañado al feliz encuentro con Cristo en Su Reino de paz”.

Joachim Schwind

Evangelio vivido: perdonar y reconciliarse

En la vida personal y social respiramos una atmósfera de creciente hostilidad y competitividad. Como cristianos podemos dar un testimonio contracorriente empezando por reconstruir vínculos dañados o rotos. Separación Después de dos años de matrimonio, nuestra hija y su esposo decidieron separarse. La acogimos nuevamente en nuestra casa y en los momentos de tensión tratábamos de mantener la calma, manteniendo el perdón y la comprensión en el corazón, conservando una relación abierta con ella y su marido, sobre todo tratando de no juzgar a nadie. Después de tres meses de continua escucha, de ayuda discreta, de tantas oraciones, volvieron a estar juntos con una nueva conciencia, confianza y esperanza. (M.L. – Malta) Un signo de perdón Pensaba que había hecho mi deber de cristiano, como Alcalde de mi ciudad y como padre. Pero cuando mi primogénito, de 33 años, casado y padre de dos niños pequeños fue asesinado durante un asalto, me rebelé contra Dios. ¿Por qué había sucedido esto? Después empecé un camino de verdadera conversión, durante el cual entendí que Dios mismo había dado a su Hijo por amor nuestro. Cinco años después se abrió el proceso. Estando en la Corte evitaba mirar a los imputados, pero cuando crucé la mirada con el más joven de los asesinos, me acerqué a él y le tendí la mano para estrechar la suya, en signo de perdón. (C.S. – Italia) Nueva atmósfera en el departamento Son el responsable de un departamento de una empresa y al final del año tenía que entregar un informe con la evaluación de mis subalternos. Una dependiente había ofrecido pocos elementos para ser evaluada, por lo que le pedí un coloquio, gracias al cual descubrí que no conocía muchas cosas de ella. Este encuentro me abrió los ojos y me empujó a cambiar las cosas, promoviendo varias iniciativas para valorar a los empleados, festejar sus cumpleaños, organizar fiestas con sus familias. No sólo mejoró el ambiente de trabajo, sino que también aumentó el rendimiento. (M.T. – Hungría) La pelota Tenemos dos niños muy vivaces. Una mañana vi que Nathan lloraba y Claire tenía su pelota en las manos. Enseguida la tomé para devolvérsela, pero entonces ella empezó a llorar. Entonces la llevé aparte para explicarle que Jesús nos enseñó a amar y a compartir. Aunque ella es todavía una niña lo entendió y le dio la pelota a su hermanito. Hay tantas situaciones en las que he estado por castigarla, pero logro encontrar en mí el amor y la paciencia. Ahora ella siempre está dispuesta a ayudarme. (J.N.J. – Filipinas)

Brasil, más allá de la polarización político-ideológica/2

Brasil, más allá de la polarización político-ideológica/2

La imagen de un país impregnado de disputas políticas e ideológicas, ampliamente difundidas por los medios de comunicación brasileños en general, tiende a esconder la realidad de quienes actúan por el bien común, afrontando las divergencias de opinión a través del diálogo y con acciones concretas de solidaridad. Aun marcado por una fuerte polarización político-ideológica, Brasil cultiva, muchas veces en silencio, los gérmenes de una sociedad renovada, abierta al diálogo, solidaria, que tiende a la construcción de relaciones de fraternidad. En los espacios político y socio-cultural más amplios. Tras haber contado las iniciativas puestas en acción por los varios organismos – eclesiales y de otro tipo – para promover una reflexión política fundada sobre el diálogo (entendida como respuesta a la demanda creciente de una nueva cultura democrática y participativa) queremos ahora poner en luz el compromiso de muchos en el campo de la solidaridad y del voluntariado. A menudo, en efecto, la acción política está guiada por un sentido de solidaridad con los que sufren. Desde 2016, cuando el Gobierno del Estado de Río de Janeiro empezó a atrasarse en el pago de los sueldos de los empleados públicos, además de la lucha en la Justicia y de los numerosos actos políticos de protesta contra esa medida, surgió una red de solidaridad en favor de los trabajadores y sus familias que más sufrieron por esa situación. Los gestos se multiplicaron en todo el Estado, tanto por parte de las personas individualmente como de la colectividad. Para ayudar a las familias en dificultad una serie de organizaciones se movilizaron para recoger recursos y preparar viandas de alimentos básicos, comprar medicamentos y satisfacer otras necesidades primarias. La Arquidiócesis y las demás diócesis católicas de Rio de Janeiro, como así también las otras Iglesias, actuaron en colaboración con el llamado Movimiento Unificado de Funcionarios Públicos de Estado (Muspe). Una situación similar vio a cerca de 40 entidades brasileñas, entre religiosas y civiles, trabajar juntos para acoger refugiados provenientes sobre todo de Venezuela. Algunos de esos entes llevan a cabo acciones de emergencia (ofrecimiento de alimentos y medicamentos, tratamientos médicos y psicológicos), mientras otros ayudan a obtener la residencia en Brasil a través del acceso a la documentación necesaria, cursos de lengua portuguesa, alojamiento y trabajo. Estas entidades han sido particularmente activas en la región de frontera entre los dos países, pero también en otras regiones adonde fueron enviadas familias de refugiados en el intento de ofrecerles mejores oportunidades de trabajo y vivienda. Iniciativas de este tipo reflejan el deseo de muchos brasileños de “llegar” siempre a quienes tienen más necesidad de ayuda. Tal vez es este impulso lo que justifica los datos de la consulta “Other Forms of Work”, elaborada en 2017 y publicada recientemente por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Según esta investigación, 7,4 millones de personas hicieron voluntariado este año, el equivalente al 4,4% de la población de 14 años o más. Por voluntariado los investigadores entienden el trabajo no obligatorio, realizado al menos una hora a la semana, sin recibir una retribución o beneficio en cambio, por personas que no viven en la misma familia del voluntario. Siempre según la investigación, el perfil de los voluntarios en Brasil describe principalmente a mujeres que junto con la actividad de voluntariado se ocupan de trabajo profesional y doméstico. Otro ejemplo que viene del Movimiento de los Focolares es Milonga, un programa que pone en contacto las organizaciones no gubernamentales de carácter social de siete países con jóvenes que quieren integrar su formación humana con el voluntariado, donando su tiempo y su trabajo. En octubre de 2018, 75 voluntarios del proyecto trabajaron en 19 organizaciones en Brasil, Argentina, Bolivia, México, Paraguay, Venezuela, Uruguay, Kenya y Jordania. “Aprendí que la esencia de la vida no es tener, sino ser. A veces estamos llenos de muchas cosas, pero lo que cuenta realmente son esas cosas que quedan en la eternidad del momento presente”, dijo Rarison Gomes, 30 años, originario de Manaus.  La experiencia del voluntariado coincide con un cierto protagonismo juvenil en crecimiento entre chicos brasileños que desean pasar de la reflexión política a la acción. Un ejemplo significativo es la experiencia del Colectivo Juventude Campo Cidade, nacido hace más de diez años de una conversación entre amigos en la pequeña ciudad de Poço Redondo, en el Estado de Sergipe, en el Nordeste de Brasil. Algunos de esos jóvenes eran ya activos en movimientos sociales en el Alto Sertão Sergipano, como se la llama a esa región. Motivados por el proceso electoral de 2008, estos muchachos decidieron hacer nacer un programa de formación política para los jóvenes de la región. Aun sin recursos y con escaso apoyo, el grupo organizó un curso en 11 etapas de la duración de un año y medio. En el origen del proyecto, una clara toma de conciencia: era necesario formarse, conocer la realidad, para asumir el protagonismo social en la región. “Teníamos la sensación de querer transformar la sociedad y eso se fue consolidando en todas las etapas del curso”, dice Damião Rodrigues Souza, uno de los que idearon la iniciativa. Al terminar el primer curso, los jóvenes llegaron a la conclusión de que la experiencia iniciada allí tendría que continuar, basándose en tres pilares: formación, organización y lucha. El último de estos pilares se concretizó en una serie de iniciativas que produjeron resultados eficaces: la instalación de un campus de una universidad pública federal en la región; la construcción de un teatro popular con una capacidad para 200 personas en la ciudad de Poço Redondo (construido por los mismos jóvenes); la concesión por parte del Gobierno Federal de un pedazo de tierra, hasta ahora inactivo, que se destinará al cultivo de productos biológicos por parte de los jóvenes. Aunque aislados y dispersos a lo largo de los más de ocho millones de kilómetros cuadrados de Brasil, éstos y muchos otros ejemplos de diálogo y participación política, así como de acción concreta para la construcción de una sociedad justa y fraterna, dan testimonio de un cuadro mucho más sano que el de la simple polarización política adonde fue conducida gran parte de la sociedad brasileña. Para los protagonistas de estas acciones, la esperanza está en la convicción de que los ejemplos y los frutos concretos están en condiciones de capturar “seguidores” y potenciar ese protagonismo, que es fundamental para unir a las personas en favor del bien común más allá de las diferencias político-ideológicas.

Luís Henrique Marques