Movimiento de los Focolares
Pasquale Foresi: la Providencia existe

Pasquale Foresi: la Providencia existe

Providence-a«El misterio de la Providencia material en la vida cristiana ha sido siempre uno de los misterios más insondables, porque pertenece a la manifestación propia de Dios como nos la reveló Jesús: la Paternidad. Todos estamos afligidos por las preocupaciones materiales: los padres y las madres de familia que tienen que ir adelante con la paga mensual para llegar a fin de mes, los dirigentes de las organizaciones civiles o religiosas, para contener los gastos dentro de los presupuestos. Y cada día se desencadenan trastornos y mutaciones de pueblos y de naciones para encontrar nuevos ajustes económicos. En general, en el plano de las cuestiones económicas, lo que se tiene presente es la fría ley de la competencia. La economía es como la física, hemos oído decir muchas veces, es como las matemáticas: tiene sus ciclos y recursos necesarios y determinados, tiene sus previsiones, sus inevitables desajustes y sus crisis. Poco se puede cambiar, según se nos enseña en los libros de Economía. Sin embargo, nunca encontramos en un libro, la verdadera ley que regula los acontecimientos económicos sobre la Tierra, aquella ley que Jesús proclamó: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia y el resto se les dará por añadidura (Mt 6,33) y “No hay nadie que haya dejado casa, hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o campos, por mí y por el Evangelio, que no reciba ya en el presente cien veces más”(Mc 19,29-30). En esta ley descubrimos el misterio de la conjunción de lo divino y lo humano. Las leyes económicas, ciertamente tienen su valor, pero si no se tiene en cuenta que existe la Divina Providencia que regula también los hechos económicos, nunca se logrará comprender el porqué de  muchos acontecimientos grandiosos. Además de la Tierra existe el Cielo, y el Cielo ha prometido intervenir para ayudar a los pequeños hombres de la Tierra, si ellos tienen en cuenta la promesa. Esto no es una fábula: es la experiencia cotidiana de muchos padres de familia cristianos, es la experiencia de la Iglesia, de los fundadores de las Órdenes y de los apóstoles de la caridad material. Dios interviene en los hechos humanos cada vez que el hombre desea que Él intervenga, adecuando su vida a ello. Es una experiencia que todos los cristianos pueden hacer».   Pasquale Foresi – Palabras de Vida – Ciudad Nueva, Buenos Aires, 1972– pp.39-40

Presentado en Atenas el Movimiento de los Focolares

Presentado en Atenas el Movimiento de los Focolares

20171110-02A finales de octubre, el Movimiento de los Focolares promovió una jornada de presentación de la espiritualidad de la unidad y de las iniciativas de la comunidad en Grecia, con testimonios de familias, jóvenes y un sacerdote de la diócesis de Atenas. «Los testigos hacen creíble nuestra fe» comentó el arzobispo de Atenas, Mons. Sebastianos Rossolatos, presente en la jornada. «El Espíritu Santo, a lo largo de los siglos, ha enviado los carismas para renovar la Iglesia. Entre ellos, también el de los Focolares». En el boletín nacional de la Iglesia católica apareció un artículo, firmado por el fotógrafo del diario, presente por primera vez a una cita de los Focolares: «Una jornada de cuestiones sociales para el mañana de nuestra vida. Una jornada de aplicación de la Regla de oro del cristianismo, para todos el inicio de una mejor forma de vida».

La caída del Muro de Berlín

El 9 de noviembre de hace 28 años el gobierno alemán oriental decretaba la apertura de las fronteras con la República Federal. Apenas se supo, miles de berlineses del Este se precipitaron a las calles armados de picos para demolir de una buena vez el muro que los dividía del oeste. La caída del muro se interpretó universalmente como el signo de una nuova época que comenzaba. Los berlineses del Este fueron acogidos con mucho regocijo de parte de sus hermanos del Oeste, tanto che los bares cercanos al muro comenzaron a ofrecer cerveza gratis a todos. Poco menos de un año después, el 3 de octubre de 1990, Alemania se reunificaba definitivamente como la República Federal de Alemania. Hoy, algunos restos que quedan del muro se han transformado en el símbolo de una época histórica y un memorial que recuerda a las 170 personas que murieron en el intento desesperado de atravesarlo.

Chiara Lubich al CEC

Chiara Lubich al CEC

Georges LemopoulosEl recuerdo de Georges Lemopoulos, ortodoxo del Patriarcado ecuménico de Costantinópolis, ex Vice-Secretario General del Consejo ecuménico de las Iglesias (CEC). Actualmente es responsable de la organización de los 70 años del CEC en 2018. «Durante el “Peregrinaje de unidad, justicia y paz” que marca profundamente la naturaleza y el trabajo del Consejo ecuménico de las Iglesias, Chiara Lubich está considerada por muchos como una compañera de viaje, confiable, incansable, ingeniosa, llena de inventiva y de arrastre. Chiara-Lubich_WCC En Ginevra, Octubre 2002: Chiara Lubich y el Dr. Konrad Raiser, entonces Secretario General del Consejo ecuménico de las Iglesias. Su pasión por proclamar y vivir el Evangelio en la cotidianidad; su carisma, su espiritualidad fundada principalmente en Cristo crucificado y abandonado; la capacidad de mobilizar con su entusiasmo sea a los responsables religiosos que a los jóvenes, católicos y otros cristianos, y fieles de otras religiones; su sensibilidad hacia la injusticia económica y social. Todo esto ha sido fuente de inspiración y de estímulo para quienes están comprometidos en el camino del movimiento ecuménico. Chiara ha visitado la sede del Consejo ecuménico de las Iglesias dos veces (1967 e 2002) y ha encontrado varias veces a los dirigentes del CEC. Esta relación entre el CEC y el Movimiento de los Focolares continúa hasta el día de hoy de muchas maneras: encuentros, colaboraciones, proyectos comunes, participación recíproca a eventos que signan la vida de los dos organismos ecuménicos, con la conciencia y la gratitud de que la huella de Chiara, su preziosa herencia y sus exhortaciones, siguen guiando sus pasos, estimulándolos y soteniéndolos en el camino común».

Puerto Rico después del huracán

Puerto Rico después del huracán

PuertoRicoHurricanePasó ya un mes y medio del paso devastador del huracán María, que el 20 de septiembre pasado, con vientos de 250 km por hora y lluvias torrenciales, causó la muerte de decenas de personas y la destrucción de miles de viviendas. Desde el lejano 1928, Puerto Rico no experimentaba condiciones meteorológicas tan adversas.  Un huracán de categoría 5 pasó asolando el país. Desde ese día, la isla, que cuenta con más de 3 millones y medio de habitantes, sufre un grave problema de abastecimiento de agua potable, alimentos, medicinas, corriente eléctrica. Las dificultades no se han acabado, y podrían conducir a un éxodo sin precedentes, reduciendo aún más las posibilidades de recuperación a mediano plazo. En medio de estas enormes dificultades, también la comunidad de los Focolares brinda su contribución localmente mediante la recolección de alimentos y ropa para aliviar a la población. «Algunos de nosotros sufrieron pérdidas materiales – escriben –. Una familia, por ejemplo, lo perdió todo y logró rescatar sólo pocos objetos de la furia del huracán. Al momento se encuentran en un pequeño apartamento que les pusieron a disposición, pero toda la comunidad está haciendo una comunión de bienes para ayudarlos. La reconstrucción del país será lenta, pero confiamos en Dios y nos ponemos en sus manos». Son muchas las experiencias con los vecinos y las personas en dificultad. «Ayer, por segunda vez, una señora elegante caminaba por mi calle confundida y sin rumbo. Era evidente que se había perdido. La seguí, sin perderla de vista, hasta que la alcanzó otra persona que la estaba buscando. Me explicó que la señora sufre de Alzheimer y que había salido del instituto donde vive, porque el huracán se había llevado el portón de la parte de atrás del edificio. Además la planta eléctrica no funciona y adentro hacía demasiado calor. Volviendo a casa, hablé con un amigo que reparte diésel y me prometió que les llevaría. Luego contacté a otras personas que fueron a arreglar el portón. Ahora ese lugar está seguro». «Ayer, muy temprano, como a las 5 a.m., me puse a hacer fila para cargar gasolina. Por el espejo retrovisor de mi coche, vi que detrás había un bus. La espera era larga y pude seguir toda la escena. En el lugar del conductor estaba sentado un hombre muy enojado, que maldecía continuamente. A su lado una mujer, tal vez su esposa. De la ventanilla del lado del hombre salía un fastidioso olor a cigarrillo. Delante de mí tenía unos 20 coches. Además, nos enteramos de que la gasolinera abriría sólo a las 8 a.m. y no a las 6, como pensábamos. Mientras esperábamos, la mujer se me acercó y me pidió que le ayudara a mover el bus, ya que la fila avanzaba, su esposo se había alejado y ella no alcanzaba los pedales. En un primer momento me negué, con la excusa de que no sabía conducir ese tipo de vehículo. Pero el motivo real era otro: ese hombre, y su manera de comportarse, no me agradaban. Entendí que tenía que cambiar mi actitud y aceptar ese pedido como si me lo hiciera Jesús mismo. Cuando el chofer volvió, le expliqué que yo había movido el bus a petición de su esposa. Entonces empezó a desahogarse, y en el tiempo de espera que quedaba me contó todas sus dificultades. Cuando logramos llenar los coches de gasolina, él era una persona distinta. Nos dimos la mano. Había logrado superar mis prejuicios». «La carretera de donde vivo quedó totalmente bloqueada por los escombros y los árboles arrancados por el huracán. La mayoría de mis vecinos son adultos mayores con difíciles condiciones de salud. Pensaba en lo que sucedería si se llegaran a necesitar una ambulancia. Empecé entonces a cortar los troncos y moverlos. Viéndome tomar la iniciativa, una cadena de personas se unió a mi tarea y juntos liberamos la carretera. Al final compartimos un rico almuerzo preparado con todo lo que cada uno pudo aportar». «Quisimos compartir con los vecinos todas las provisiones de agua y comida. Las reservas han ido disminuyendo, pero las relaciones entre nosotros se han intensificado».  

Evangelio vivido: amar significa servir

Evangelio vivido: amar significa servir

20171107-01Una amiga enferma «A nuestra amiga Lía, que tiene hijos aún adolescentes, le diagnosticaron un tumor maligno. Toda la comunidad estuvo muy cerca de ella con una cadena de oraciones y gestos de solidaridad. Una vez a la semana nos reuníamos en el templo para hacer una hora de adoración y pedir por ella el don de la curación. Tratábamos de entender cómo poder aliviar esos días de dolor. Pusimos en marcha varias iniciativas. Algunos preparaban la comida, eligiendo con cuidado los alimentos más adecuados para Lía, otros ponían en común el dinero para pagar las medicinas. Pequeños hechos que le permitieron no sentirse sola, sino parte de una comunidad. Cuando la salud se lo permitió, donó también su testimonio en algún encuentro de la comunidad. Al terminar el ciclo de quimioterapia, había desaparecido cualquier rastro de tumor. Para nosotros fue la respuesta a nuestras oraciones y a nuestro compromiso de amarla y servirla de manera privilegiada». (C.V. – Brasil) A pesar de las injusticias sufridas «Después de la muerte de mi esposo, tuve que soportar graves humillaciones por parte de sus familiares, quienes querían quitarme la única habitación en la que siempre vivimos. Un cuñado, en especial, a pesar de ser el padrino de uno de nuestros cuatro hijos, empezó a crearnos un sinnúmero de problemas. Inesperadamente este cuñado se enfermó. Cada vez que tenía una crisis, yo corría a comprarle las medicinas para aliviar sus dolores y se las llevaba. Los vecinos me preguntaban: «¿Por qué lo haces, después de todo el mal que recibiste?», y yo les contestaba que para mí amar quería decir ponerse al servicio. Después de algunos días, mi cuñado falleció y yo me quedé ahí, consolando a su mujer, ayudándola en los quehaceres de los que antes se encargaba su esposo. Más tarde ella me agradeció públicamente. Ahora ella vive con nosotros y somos realmente una sola familia».  (R.P. – India) El experto en hongos «Mientras paseaba en el bosque para recoger hongos, entreví a un hombre acostado en el suelo. Me le acerqué y lo ayudé a levantarse. Temblaba. Me indicó el lugar donde vivía, un contenedor todo oxidado entre los árboles. Traté de recostarlo en una especie de cama. Luego volví varias veces a visitarlo y le llevaba comida y medicinas. Él era un gran experto en hongos y vivía gracias a su venta. En el tiempo que pasamos juntos, me enseñó dónde encontrar los mejores y cómo descubrirlos. Luego empezó a contarme de su vida, los fracasos económicos, el abandono. Un día lo encontré con fiebre alta, lo hice hospitalizar, pero sus condiciones eran graves. Me dijo: «Ya sabes todo de mí, pero lo más importante es que siempre tuve fe en Dios. El haberte encontrado fue un signo Suyo». Entonces me indicó que tenía un dinero escondido y me encargó que lo tomara y lo entregara a los necesitados. Ahora, cada vez que voy en búsqueda de hongos, pienso en él como en un ángel que me guía».  (R.S. – Polonia)