

Brasil. IV Congreso Internacional : HEALTH DIALOGUE CULTURE
HDC Health Dialogue Culture (anteriormente conocido como MDC – Medicina Diálogo Comunión) promueve un Congreso en Sao Paulo, Brasil, del 7 al 10 de septiembre de, 2017 titulado: Promovendo a Saúde Global: estratégias e ações a nível individual e coletivo.

Gen Rosso: Unidos sin barreras
Esta noche en escena la eliminación de la diversidad. Podía ser éste el anuncio del espectáculo del sábado 18 de marzo en el “Mandela Fórum” de Florencia (Italia), que acogió al musical “Campus”, un evento artístico único en su estilo, en donde personas con distinto tipo de discapacidad, la mayoría jóvenes, se unieron alrededor de verdaderos profesionales, miembros del grupo musical internacional Gen Rosso, que nació en 1966 a partir de una idea y del carisma de Chiara Lubich. La elección del lugar no podía ser mejor: el céntrico estadio cubierto de Florencia (Italia), destinado a la realización de manifestaciones públicas, competencias, conciertos, debates, que en el 2004 cambió su nombre a “Nelson Mandela Fórum”, para injertar en los eventos culturales de altísimo nivel de la comunidad también el sentido de la apertura, del intercambio, del feliz encuentro entre “diversidades”, no importan cuáles sean.
«El objetivo de la libertad – decía Mandela – es crearla para los demás». Y si para algunos la libertad de moverse y cantar al ritmo de la música etno-afro, samba, jazz, rock, pop o rap puede parecer normal, para quien tiene que manejar la difícil cotidianidad de estar en una silla de ruedas y quizás encontrarse con una acera que no permite el paso, o con los límites que impone una discapacidad psíquica, puede parecer un sueño. Un sueño que “Unidos sin barreras”, asociación que trabaja en el ámbito de la discapacidad en el territorio, ha querido transformar en una realidad, gracias al encuentro con el Gen Rosso y a la colaboración de otras asociaciones, entidades y realidades comprometidas en lo social. “Campus – the musical” es un espectáculo inspirado en hechos reales, que pone a disposición toda la gama de colores y decibeles de la que el Conjunto es capaz para dar voz y alma al arma pacífica (tan querida por Mandela) del diálogo. Ambientado en un campus universitario- en donde se entretejen las historias de nueve chicos de diferentes nacionalidades, jóvenes en busca de un camino, con un pasado difícil a sus espaldas y la incógnita de un futuro que está todo por inventar –es un musical de amplitud global, sostenido por una estructura narrativa que apunta al corazón de los desafíos de la contemporaneidad, gracias al lenguaje universal de una banda sonora rigurosamente en vivo. El proyecto llega a la escena después de una larga reflexión sobre temas “fuertes” de nuestro tiempo: el encuentro entre culturas, la lucha contra el terrorismo de todo tipo, la integración. Son propuestas, más que respuestas. Pero concretas, como el proyecto “Italia por”, que el grupo internacional lleva adelante a través de talleres y espectáculos que cada vez se dedican a una problemática específica.
En el “Nelson Mandela”, después de muchas horas de ensayo, jóvenes y niños con discapacidad, y también cuatro niños pequeñitos con sus mamás, debutaron cantando y bailando un sueño de unidad y fraternidad, con el orgullo de haberse convertido en protagonistas y la emoción de las voces y los rostros, mientras que los artistas profesionales daban un paso atrás para dejarles todo el escenario y los aplausos (había unas mil personas en la sala). “Campus”, seguramente, ha alcanzado un objetivo: invertir los cánones tradicionales con los que por lo general se entiende la discapacidad, y demostrar cuáles son los verdaderos límites de nuestra existencia, cuando construimos barreras materiales y culturales que dividen, y nos relacionamos con los demás pensando que tenemos un “quid” de más para enseñar o mostrar. «Parecía imposible hasta que se realizó» habría repetido Mandela.
Devastantes aluviones en Perú
El Papa Francisco en el Angelus del 19 de marzo, asegura su “cercanía a la querida población del Perú, duramente golpeada por devastantes aluviones. Ruego por las víctimas y por cuantos están trabajando para prestar ayuda”. El Movimiento de los Focolares ora y se empeña en el territorio golpeado para dar alivio a quien sufre.
Saludo del Card. Francis Kriengsak Kovithavanij
Al funeral del card. Miloslav Vlk – Praga, 25 de marzo 2017. «Mi saludo es en nombre de los obispos amigos de los Focolares – obispos católicos y de otras Iglesias en muchas naciones del mundo. Para nosotros, el card. Miloslav ha sido un amigo, un hermano y también un padre. «El ha encarnado a Jesús en muchos modos», ha escrito en estos días un obispo luterano. En nuestros encuentros de obispos, nos ha hecho experimentar la frescura del Evangelio vivido y la alegría de ser, reunidos en Jesús, una familia de verdaderos hermanos. En el espíritu del Concilio Vaticano II, ha promovido en modo incansable la unidad de los cristianos y la comunión entre los obispos y con el Papa. Gracias, Miloslav, por habernos mostrado, con tu testimonio heroico, qué significa poner a Dios en primer lugar y cual es el secreto para hacer la Iglesia siempre más bella, una y viva!»

Consagradas: una vida dedicada a los demás
Las consagradas están allá, en las fronteras más arduas y riesgosas. Los peligros no las detienen, aún a costa de la vida, confiando sólo en el Esposo de su alma. En el Instituto Virgen del Carmen de Sassone (Roma), se está desarrollando el retiro anual para éstas mujeres: religiosas de varias congregaciones que en la espiritualidad de comunión ven fortalecida su donación a Dios y valorado el servicio hacia los más excluidos. Cada una tiene una historia fascinante, que brota del carisma que suscitó la familia religiosa a la que pertenecen. Quien habla es Sor Viera, Franciscana de los Pobres: «A los 9 años, junto con mis hermanos, ayudé a mi papá a construir la casa, y a los 14 ya trabajaba en una planta vitivinicola donde reinaban la ambigüedad y vulgaridad, que muy pronto se convirtieron en mi estilo de vida. Sedienta de justicia, me afilié a un partido extremista, pero a los 22 años, harta de todo, me encontré en la terraza del tercer piso para acabar con mi vida. Lo que me detuvo fue, in extremis, el pensamiento de la desesperación en la que se sumiría mi mamá. En los días siguientes, en la parada del bus, encontré a una religiosa que nunca antes había visto, quien intuyó mi malestar y me invitó a un encuentro de jóvenes de los Focolares. Acepté porque quería vencer la idea del suicidio que seguía atormentándome. Escuchando sus vivencias del Evangelio, pensaba que estaban locos, que no hacían sino malgastar el tiempo. Sin embargo, esa noche experimenté una alegría que jamás había percibido. Dios me estaba tomando de la mano, manifestándose tal como realmente es: Amor. En el trabajo empecé a poner en práctica, aunque con dificultad, el mandamiento del amor recíproco, a utilizar frases y tonos serenos, a sonreír y a prestar mayor atención a las compañeras ancianas. Cada vez más, asistiendo a los encuentros con los jóvenes de los Focolares y con Cristina – la religiosa que me había hablado de ellos – advertía la exigencia de recorrer un camino serio con Dios. Después de una trayectoria de formación, dejé mi casa y mi trabajo para ingresar a la Orden de las Hermanas Franciscanas de los Pobres, una congregación al servicio de los más pobres, entre los que están las chicas de la calle encaminadas hacia la prostitución, la prisión, etc. Desde hace casi 23 años estoy comprometida en la pastoral penitenciaria, en contacto con los reclusos, sin tener en cuenta su credo y cultura, tanto en la cárcel de Rebibbia (Roma) como, recientemente, en la de Pistoia. Voy allá sólo para escucharlos, sin esperar nada. Me pongo a su disposición para llamar a sus familiares, a los abogados; les llevo todo lo necesario para enviar sus cartas. Colaboro con los educadores dialogando con ellos, sobre todo cuando surgen problemas. Cada vez que entro en esos ambientes pienso en las palabras que Jesús dirigió a los fariseos que querían apedrear a la adúltera: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Viviendo en primera persona la misericordia de Dios, trato de tener un profundo sentido de acogida hacia cada uno de ellos, tal como es, en la plena confianza. Sólo Dios juzga, un Dios que ama a todos. A menudo la confianza se vuelve recíproca y entonces se sienten impulsados a hablar de sus vivencias, de sus dramas, de sus dificultades de convivencia, del sufrimiento por verse faltos incluso de lo necesario. Esta actitud de hacerse uno que Chiara Lubich nos enseñó, es la llave de oro que me permite construir un diálogo pacífico y respetuoso con todos. En Pistoia los reclusos son unos 200, entre adultos y jóvenes, además de la sección llamada Menor para quienes cometieron delitos graves. Al inicio fue difícil afrontarlos, porque en Rebibbia me encontraba sólo con mujeres. Pero luego me di cuenta de que “No hay ni hombre ni mujer”, como dice San Pablo, y que todos son candidatos a la unidad. Voy a verlos tres o cuatro veces por semana. Conversamos en la capilla, delante de Jesús Eucaristía, y en general todos me dicen que estos coloquios deben repetirse, que me siguen esperando. Me cuentan de sus angustias, sus miedos, sentimientos que trato de aliviar recordándoles que cada uno de nosotros está en el centro del amor de Dios. Algunos me confían también que han regresado a Dios, como hizo recientemente una reclusa de Rebibbia, quien luego me escribió: “Quisiera recuperar todo el tiempo que tiré al viento. Espero que la vida me dé una segunda oportunidad para poder rescatarme a mí misma y a mi familia, para demostrar que yo también valgo, que yo también puedo hacer algo bueno. Queridísima Sor Viera, espero que me permita seguir teniendo su amistad, agradezco a Dios que nos hizo encontrar”.