Movimiento de los Focolares

Evangelio vivido: “Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia” (Isaías 1, 17)

Aprender a hacer el bien quiere decir poseer un alfabeto que nos permite captar la voluntad de Dios en nuestra vida e ir al encuentro del otro.  Es un abecedario hecho de gestos, y la justicia no es otra cosa que el tesoro precioso que hay que buscar, la joya deseada y la meta de nuestras acciones. El accidente Volvía a mi casa a la hora del almuerzo cuando el coche que circulaba delante se salió del carril y luego volcó. Me detuve y bajé del coche para prestar ayuda. Gracias a que otras personas con ánimo de socorrer llegaron, los desafortunados, ensangrentados, pudieron ser rescatados del interior del vehículo.  Se trataba de una anciana señora, un hombre joven y un niño. Por termor a quedar implicados en el accidente nadie tomó la iniciativa de llevarlos al hospital. Por lo tanto, ¡me tocaba a mí! Soy muy emotivo  y en algunas ocasiones ver sangre me había provocado una pérdida de conciencia. Pero esta vez tenía que ser valiente y actuar.  En la guardia de los primeros auxilios, para ingresar a los pacientes, exigían una suma de dinero que en ese momento no tenía. Es cierto que podía hacer un cheque, pero era un riesgo… No obstante, no podía abandonarlos. Entonces firmé un cheque y tras asegurarme de que los heridos estuvieran bien atendidos (como el buen samaritano), seguí mi camino. Me sentía liviano, como después de haber dado un examen. Había superado el obstáculo de mi emotividad, pero sobre todo había sido una ayuda a mis hermanos en un momento crucial. Experimenté la verdadera alegría del Evangelio. (Marciano – Argentina) Volver a nacer La adolescencia rebelde de uno de nuestros hijos, su depresión, los ataques de pánico, las amistades destructivas y las adicciones habían abierto una gran herida en nuestra familia. En mi interior crecía un  torrente de rabia, de sentimientos hostiles y, por la suma de todas esas emociones, me comportaba de manera negativa en la relación con mi esposo y mis otros hijos. Como madre, consciente de haber fracasado, me fui encerrando cada vez más dentro de mí.  Una amiga muy querida me vio en ese estado, y me aconsejó hablar con un sacerdote. La gracia me llegó justamente durante esa charla. Como si Dios hubiera roto las espesas paredes del corazón en donde estaban escondidas mis lágrimas, lloré mucho. Descargué con fuerza todas las cosas terribles que le habían pasado a nuestro hijo en todos esos años. Ese día la liturgia nos recordaba una frase de Ezequiel que confirmaba mi regreso a la vida: “Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 36, 26). En la oración volví a encontrar la paz para poder ser para mis hijos un punto seguro. (W.Z. – Polonia) Perdón Una persona conocida había recibido un mensaje de su hermano; le anunciaba la muerte improvisa de la esposa y le pedía que fuera a verlo.  Ella, en realidad, nunca había tenido una buena relación con su cuñada, especialmente a partir del momento en que le había impedido a su esposo ir a ver a su madre moribunda. Incluso algunas amigas le decían que estaba bien no ir a acompañar a su hermano, que no se había portado bien con toda la familia.  La mujer, que a su manera era muy religiosa, empezó a rezar por su cuñada, hacía celebrar misas de sufragio… pero no se movía, pues no conseguía perdonar a su hermano.  ¿Cómo convencerla de la incongruencia de su cristianismo?  Justamente ese mes la Palabra de vida se centraba en el amor recíproco. Como para ayudarla, le llevé la hojita con el comentario que explicaba cómo vivir ese mandamiento evangélico. Después de algunos días la vi llegar a mi casa muy sonriente: me quería contar que tras haber leído esa hojita no había podido resistir, y había ido a ver a su hermano, reconciliándose con él. (D.P. – Brasil)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año IX – número de enero-febrero de 2023)  

Lisboa 2023: un paso hacia la Jornada Mundial de la Juventud

Lisboa 2023: un paso hacia la Jornada Mundial de la Juventud

Tener “prisa” por ir hacia el otro, como la Virgen María. Este es el corazón del mensaje de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en Lisboa (Portugal) del 1 al 6 de agosto de 2023. Algunas curiosidades sobre los preparativos. “Queridos jóvenes, sueño que en la JMJ vuelvan a experimentar la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos y las hermanas. Tras largos periodos de distancia y aislamiento, en Lisboa — con la ayuda de Dios — redescubriremos juntos la alegría del abrazo fraternal entre los pueblos y entre las generaciones, el abrazo de la reconciliación y la paz, ¡el abrazo de una nueva fraternidad misionera! Este es el deseo con el que el papa Francisco, desde la Basílica de San Juan de Letrán (Roma), se dirigió a los jóvenes de todo el mundo el 15 de agosto de 2022, con motivo de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, explicando en profundidad el significado del tema elegido para la próxima Jornada Mundial de la Juventud: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39). En tiempos tan difíciles, en los que la humanidad, probada por el trauma de la pandemia, se ve desgarrada por el drama de la guerra, el episodio evangélico de la Visitación es el camino por el que transitarán los pasos de muchos jóvenes que, del 1 al 6 agosto de 2023, participarán en el encuentro internacional de Lisboa; un momento de gran alegría y una oportunidad para testimoniar, meditar y compartir juntos siguiendo los pasos de María. Pero, ¿cómo van los preparativos de esta JMJ? Mariana Vaz Pato, una joven diseñadora de Lisboa, parte de un equipo del Movimiento de los Focolares que se encarga de la organización, nos cuenta al respecto: “Cuando supe que la JMJ se realizaría en Portugal, reaccioné a esta noticia con mucha alegría. Inmediatamente decidí ser parte de este equipo porque sentí que podía dar mi aporte, dedicar mi tiempo a construir este gran evento”. Mariana, ¿qué está pasando detrás de escena en este momento? Están sucediendo muchas cosas detrás de escena y el espíritu general es de gran entusiasmo. En este momento, el enfoque principal está en las inscripciones, que se acaba de abrir, y necesitamos correr la voz para no dejar a nadie fuera. Mi equipo trabajó en diferentes momentos del programa de la JMJ. Una de ellas es la preparación de una catequesis precisamente a la luz del carisma de la unidad y en esta fase estamos trabajando los contenidos vinculados al tema de la JMJ, siguiendo las orientaciones del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Estamos trabajando en la creación de un stand en la Ciudad de la Alegría (Feria Vocacional), donde los peregrinos encontrarán contenidos interactivos y experiencias de todo el mundo, vinculados a las diversas fases de la vida de María y con el conjunto internacional Gen Verde estamos preparando otro momento, los talleres Start Now, que tendrán lugar en un barrio, en un área suburbana de Lisboa, y culminarán en una de las etapas del Festival de la Juventud. Además del programa principal de la JMJ, sentimos la necesidad de ofrecer una reunión posterior a la JMJ donde los participantes puedan tener la experiencia de reflexionar sobre todo lo que vivieron durante la Jornada. El encuentro tendrá lugar en la Ciudadela Arco-Íris y está abierto a todos los que quieran participar. Además, también participamos en otros grupos de acogida de peregrinos, gestión de voluntarios y el coro oficial. ¿Qué significa para un joven de hoy “levantarse” y partir sin demora? El tema de esta Jornada nos llama a ir en misión, siguiendo el ejemplo de María, que respondió a la llamada de Dios. Creo que para los jóvenes “levantarse” significa ser misioneros. Es decir, estar dispuesto a partir, a salir de uno mismo (de la comodidad de estar sentados), para ir hacia el prójimo, no permaneciendo indiferente a los problemas que existen a nuestro alrededor. También esta JMJ está confiada a algunos Santos Patronos o testigos de la fe, figuras de referencia que tienen en marcha este proceso. ¿Por qué es tan importante hoy aspirar a la santidad? Creo que aspirar a la santidad es aspirar a la felicidad. Para los jóvenes es importante tener un modelo a seguir y los santos son prueba de que es posible tener un estilo de vida cristiano diferente al que vemos a nuestro alrededor. La figura que más me llama la atención, por ejemplo, es la beata Chiara Badano. Su forma de vivir, contracorriente y con gran confianza en Dios, son fuente de inspiración y nos muestran que es posible llegar a ser santo también en el mundo de hoy. Para más información visite el sitio web: JMJ Lisboa 2023

Maria Grazia Berretta

 

Luisetta, la maestra

Luisetta, la maestra

El 31 de diciembre de 2022 falleció Luisa Del Zanna, una de las primeras focolarinas de Florencia. Nació en 1925 en una familia cristiana con 8 hijos. Habiendo conocido la espiritualidad de la unidad, inmediatamente la hizo suya. En 1954 entró a formar parte del focolar de Florencia. En los años siguientes, vio nacer y se ocupó de comunidades del Movimiento. Desde 1967 vivió en Rocca di Papa (Italia) donde Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, la había llamado para que se hiciera cargo de su secretaría, del archivo, que ella coordinó hasta 2007 y del naciente Centro Santa Chiara para las comunicaciones, junto a una de los primeros focolarinos, Vitaliano Bulletti. “Guardián de los ‘tesoros de los Focolares’ – se lee en un artículo de 2008 en Città Nuova – Luisetta, un nombre que te acaricia, que te hace pensar en una criatura delicada y amable. Y verdaderamente lo es en su diminuta figura, Luisa Del Zanna, una de esas personas a las que se les suele encomendar tareas importantes por su discreción, competencia, fidelidad, de cuyo valor no siempre uno se da cuenta porque no se notan, pero sin las cuales ciertos engranajes se acabarían atascando…”. En sus primeros años de vida en el focolar trabajó como maestra en un pequeño pueblo de las montañas del norte de Italia al que llegaba caminando o a lomo de burro durante un trecho. La experiencia que aquí publicamos es precisamente de esos años, dejando el estilo original de cuando se escribió en 1958, incluso en la forma.   “Por favor, ¿el camino a Bordignano?[1]”. Después de cuatro horas de ómnibus llegaba al municipio central de ese pueblo que no había podido encontrar en el mapa topográfico (escala 1:100.000). Ninguna agencia de información sabía nada, ni los horarios de los distintos medios de transporte lo mencionaban. Y, sin embargo, la hoja de nombramiento era clara: “Se la invita a presentarse a prestar servicio y tomar posesión del cargo el viernes 7 de octubre en la escuela primaria de Bordignano en el municipio de Firenzuola”. Y el nombre estaba escrito en letras mayúsculas, imposible equivocarse. La persona con la que había hablado, un hombre alto y robusto, me miró inquisitivamente: “¿Cómo ha dicho?” y me hizo repetir la pregunta. Pensó que había entendido mal. Luego señaló hacia lo lejos. “¿Ve ese cerro allá? Detrás de él hay dos más y luego está B…. Yo también voy ahora a llevar el correo”. No dudé ni un momento en comprender que iba allí a pie: las botas que llevaba puestas y su rostro bronceado lo dejaban claro. Tuve un momento de desaliento: miré el cerro, las botas de ese hombre, comprendí que no había otro medio, me armé de valor. “Voy con usted”, le dije con firmeza. El cartero no pareció entender, como antes, pero me puse en marcha y lo seguí. Fueron tres largas horas de viaje, interrumpidas solo por breves momentos de descanso en la cima de las empinadas subidas; había fuertes ráfagas de viento donde se abría el valle. Por fin llegué: tres casas de piedra alineadas y arriba, en lo alto de una calle arbolada, la iglesia con su campanario. Saludé a un anciano, sentado con una pipa en la boca, en el umbral de la casa. Le dije que yo era la maestra. Se levantó y se movió para acompañarme. Entramos por una puerta rota a la segunda de esas casas en fila, todas ellas, propiedad del viejito; la primera era la tienda, equipada con todo (excepto algunas cosas que no tenía y que realmente hubiera necesitado). Había botas claveteadas, fósforos, trampas para ratones (de muchos tipos), pan duro, cuadernos, en fin, de todo. Subimos una escalera y entramos a la escuela. Una habitación grande, pocos pupitres amontonados en un rincón (nunca había visto unos así: en uno cabían hasta seis niños), una silla sin paja, una pizarra rota: eso eran todos los muebles. – Su casa está por aquí – me explicó el anciano – ¡puede estar feliz! Este año hay agua corriente. ¡La hice poner, yo la pagué! Me hizo pasar a una pequeña cocina; la chimenea apagada sobresalía en un rincón. Tenía frío. Empezaba a oscurecer: busqué el interruptor de la luz para encenderla, pero no había. (Los días siguientes, aprendía usar la lámpara de carburo y a trabajar y escribir a la luz de esa vacilante lengua de fuego.) Ese mismo día busqué al cura (supe que la Pieve era su iglesia, la más hermosa de las que había en el valle y cerros aledaños) y le rogué que avisara en la misa dominical, que comenzaba la escuela. “¡Eh, señorita, es tiempo de cosecha! Ahora hay castañas y luego aceitunas; los niños ayudan mucho en estos trabajos. De la escuela – añadió – se hablará en enero”. Me parecía imposible. Hacía tiempo que había aprendido a no retroceder ante las dificultades, al contrario – me decían – sirven de trampolín de lanzamiento – y había visto que era cierto. Encontré otra manera de hacerle saber a la gente que había llegado. Identifiqué las casas de mis alumnos entre esas casas dispersas y aisladas y fui allí. La primera fue la casa de Angiolino y Maria. De aquella me ha quedado un vago recuerdo de negro y humo. Allí estaba María agazapada en un rincón entre las cenizas de la chimenea (tenía dolor de garganta), se llevaba el bracito a la cara para que no la viera. Angiolino estaba de pie: en un rincón, con la cabeza gacha, seguía la conversación que yo tenía con su madre. Durante la entrevista me enteré de la desconfianza de la gente en la escuela y más aún en la maestra. Escuché mucho, en silencio. Me esforcé por comprender el discurso de aquella mujer en un dialecto cerrado, hostil, casi incomprensible. Supe que el niño había dejado la escuela hacía dos años, sin haber terminado sus estudios primarios, debido a las travesuras que realizaba en perjuicio de los maestros. Dije pocas cosas: había venido por ellos, la escuela era gratis, los chicos tendrían la tarde libre para ayudar en los trabajos del campo. “Ya veremos – dijo la mujer – mandaré a María”. Al despedirme, me despedí del niño: “Me gustaría poner la escuela bonita para los pequeños que vendrán, si puedes venir a ayudarme… te espero”. No hubo necesidad de muchas más invitaciones. Los niños llegaron uno por uno, en parejas los hermanitos, inseguros, temerosos. Se habían pasado la voz el uno al otro al reunirse para jugar, en el campo, mientras cuidaban el rebaño, o estando encorvados juntos en el bosque para recoger castañas. “¿Vas a venir también? Es agradable, ¿sabes?”. “¡Uno se siente bien, la maestra no pega!”. La escuela se volvió acogedora en poco tiempo con la valiosa ayuda de Angiolino. La naturaleza de octubre ofreció un rico material ornamental con el variado color de sus hojas. Establecí mi relación con los alumnos y las relaciones de los estudiantes entre sí sobre el mandato de Jesús: Ámense los unos a los otros…”. Fue la base de todo el trabajo de ese año. La escuela se convirtió en un pequeño paraíso. El libro preferido era el Evangelio y la inteligencia de aquellos niños, inusitada y cerrada a la razón humana, se abría a la lógica evangélica con una espontaneidad sorprendente. Ese método fue desafiante. “Pro eis sanctifico me ipsum” (Por ellos me santifico), Jesús lo había dicho, de lo contrario no tendría efecto. Al final del año me di cuenta de que la vida evangélica de los pequeños no se había detenido entre las paredes de la escuela, sino que se había difundido en el hogar, en la familia. Lo noté en el saludo agradecido de los padres que no habían permanecido indiferentes a ese soplo de vida gozosa que los niños traían a casa al regresar. Aquel ambiente áspero que los había hecho parecer insensibles para mí había desaparecido e, inconscientemente, esa misma vida había entrado en ellos.

            Experiencia de Luisa Del Zanna

[1]     Bordignano, en municipio de Firenzuola (Florencia, Italia).  

Benedicto XVI: el recuerdo de María Voce

Benedicto XVI: el recuerdo de María Voce

Durante su desempeño como Presidente del Movimiento de los Focolares, de 2008 a 2021, María Voce tuvo la posibilidad de conocer y encontrarse personalmente varias veces con el Papa Ratzinger. En una entrevista nos contó de su relación con el Papa emérito y su impresión acerca del aporte del pontificado del Papa Benedicto a la Iglesia y el mundo. “Cuando me recibió en audiencia en su estudio, mi impresión fue la de que estaba entrando en una sala familiar, en donde era posible hablar y sentirse contenidos con amor y, diría más, con amorosa atención.  Al mismo tiempo, con una distinguida fineza, tacto y delicadeza”.  Cuando se supo la noticia del fallecimiento del Papa Benedicto XVI los recuerdos de María Voce, ex Presidente del Movimiento de los Focolares, se retrotraen enseguida a aquel 13 de abril de 2010, ocasión en la cual ella y el que era en ese momento el Copresidente de los Focolares, el presbítero Giacarlo Faletti, fueron recibidos por el Papa. Habían pasado dos años de la muerte de nuestra fundadora, Chiara Lubich –continúa diciendo María Voce–. Junto con el Copresidente fuimos a depositar en las manos del Papa la vida del Movimiento. Y allí nos dimos cuenta de que él tenía presentes en su mente muchas cosas de nosotros. Le contamos del viaje a varios países asiáticos del que acabábamos de regresar.  Nos manifestó su complacencia, particularmente por la etapa que habíamos hecho en China, porque ese país era una gran frontera para la Iglesia.  Se alegró por lo que el Movimiento hacía para ayudar en el camino de reconciliación entre los Obispos chinos y el Papa.  También nos dio su bendición y nos impulsó a seguir adelante en el camino de la santidad. Personalmente, me impresionó especialmente, como siempre, su fina cortesía, y al mismo tiempo el cálido y familiar recibimiento. Tenía una gran sentido de la armonía, quizás gracias a su amor por la música, que se manifestaba incluso en la decoración de su estudio: un lugar acogedor como una casa y  sagrado como una iglesia”. ¿En qué otras ocasiones se encontró Ud., como Presidente de los Focolares, con el Papa Benedicto XVI? “En el año 2008 me recibió a mí y al Copresidente Faletti, días después de la Asamblea General de los Focolares durante la cual habíamos sido elegidos, la primera tras la muerte de nuestra fundadora. Después me invitó a mí –y tuve la ocasión de viajar en su mismo tren junto a numerosas personalidades– a la “Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo”, celebrada en Asís el 27 de octubre de 2011, a los 25 años de la primera jornada realizada por el Papa Juan Pablo II en 1986.  Y, por último, participé en su última audiencia el 27 de febrero de 2013, tras el anuncio de su renuncia”. ¿Qué reflexión suscitó en Ud. esa decisión?   “Cuando se dio cuenta de que ya no tenía fuerzas para desempeñar su tarea, tuvo la valentía de dejar el sitio a otros, que según su parecer tenían más vigor y posibilidades de trabajar mejor.   Como dije en ese momento, fue una decisión que nos ofreció un fruto de su reflexión teológica y espiritual.  Puso de relieve la primacía de Dios, el sentido de que la historia está conducida por él. Y nos encaminó a reconocer los signos de los tiempos y responder a ellos con el coraje de opciones sufridas, pero innovadoras. Con una clara nota de esperanza hacia  “la certidumbre de que la Iglesia es de Cristo”.  Pienso que no me equivoco si afirmo que la Iglesia que el Papa Benedicto ha tenido en su mente, incluso al tomar esa decisión, es una “Iglesia-Comunión”, fruto del Vaticano II, pero también que ve en perspectiva, “cada vez más expresión de la esencia de la Iglesia” como él mismo había destacado. Pero ese “cada vez más”  nos dice que aún no la hemos realizado plenamente y nos invita, a cada uno de nosotros, a trabajar en esa dirección con una responsabilidad cada vez mayor”. Al día siguiente de su elección como Pontífice, Chiara Lubich había escrito: “Por el conocimiento directo que tengo de él, sabiendo que posee talentos especiales para acoger la luz del Espíritu, no dejará de sorprendernos y de superar toda previsión”. Para Ud. ¿cuál ha sido el aporte más significativo que el Papa Benedicto XVI ha dado a la Iglesia? ¿Qué le dice a la Iglesia de hoy y a la Iglesia que el Sínodo está preparando para el futuro? “El Papa Ratzinger supo captar la realidad de los Movimientos en la Iglesia como una “primavera del Espíritu”.  Fue fundamental su discurso, cuando aún era Cardenal, al Congreso de los Movimientos antes del gran encuentro de Pentecostés de 1998 con el Papa Juan Pablo II.  Hay un texto suyo de 1969, dentro de un ciclo de conferencias radiofónicas, que es impresionante si pensamos en los tiempos actuales; allí manifiesta su profunda espiritualidad y esencialidad y una perspectiva que siempre quedaría presente en su corazón durante todo su pontificado.  De hecho, él afirmaba que para la Iglesia se estaban preparando tiempos muy difíciles, que su verdadera crisis acababa de comenzar y que debería enfrentar fuertes agitaciones. Sin embargo, el que en ese momento era el Cardenal Ratzinger decía que estaba seguro de lo que quedaría al final: no la Iglesia del culto político, sino la Iglesia de la fe. Ella dejará de ser la fuerza social dominante de la forma en que lo era hasta hace poco tiempo. Concluía diciendo que la Iglesia, por el contrario,  conocería un nuevo florecimiento y se presentaría como la casa del hombre, allí donde éste podría encontrar vida y esperanza más allá de la muerte”.

Anna Lisa Innocenti

Benedicto XVI: reformador en la continuidad

Benedicto XVI: reformador en la continuidad

El teólogo Piero Coda recuerda al Papa Benedicto XVI y el extraordinario aporte de sabiduría que ha dado al camino de la Iglesia de nuestro tiempo. Monseñor Coda, en el año 1998 en el Congreso Mundial de los Movimientos eclesiales, el que en ese momento era el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, pronunció un histórico discurso acerca del rol de los Movimientos eclesiales. Según su opinión, ¿cuáles son los puntos esenciales de ese texto? ¿En qué medida esas palabras han hecho un aporte para cambiar el rol de los movimientos en la Iglesia? Sí, ¡fue sin duda un discurso histórico!  Lo escuché presencialmente, porque yo estaba en ese Congreso. La gran competencia teológica y el conocimiento de la historia de la Iglesia, como así también la experiencia del Concilio y de su implementación a nivel universal (esto último particularmente por el rol que más adelante desempeñara en el Vaticano) le permitieron a Ratzinger ubicar con claridad el significado de los Movimientos eclesiales en la misión de la Iglesia. El punto central que propuso consiste en reconocer en ellos la acción del Espíritu Santo que a lo largo de los siglos, cada vez de una forma nueva, con oleadas sucesivas, renueva al Pueblo de Dios con el don de los carismas: San Benito, las órdenes mendicantes en el medioevo, la Compañía de Jesús y las órdenes misioneras en los últimos siglos, y justamente el inesperado florecimiento carismático en concomitancia con el Concilio. De allí la afirmación de Juan Pablo II, en sintonía con las enseñanzas del Vaticano II, según la cual la Iglesia está edificada gracias a la co-esencialidad de los “dones jerárquicos” –el ministerio conferido por el  sacramento del Orden– y de los “dones carismáticos”, que son el libre regalo de gracias especiales de luz y vida a todos los discípulos de Jesús. Con ocasión de la muerte de Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, el papa Benedicto  XVI escribió un extenso mensaje de condolencias. ¿Qué relación tuvo Chiara Lubich con él? Chiara me dijo a mí personalmente que había quedado muy impactada por ese discurso del Cardenal Ratzinger en 1998 y siempre le quedó profundamente agradecida por haberlo escrito. Además, visitando el Centro Mariápolis de Castel Gandolfo (Italia) y celebrando allí la Santa Misa en la fiesta de la Inmaculada, el 8 de diciembre de 1989, comentó una parábola evangélica.  Dijo que veía el crecimiento de un gran árbol nacido de una pequeña semilla, en el que encuentran descanso los pájaros de cielo… Los primeros años del pontificado de Benedicto XVI coincidieron con los últimos de la vida de Chiara. Por ello, para Chiara no fue posible encontrarse con él personalmente y gozar por el hecho de que, a un año de su muerte, el Papa Ratzinger, en la encíclica Caritas in veritate, mencionara la economía de comunión. ¿Qué dicen el pensamiento y la vida del papa Benedicto XVI a la Iglesia de hoy y a la del mañana, que el Sínodo actual está delineando? Su imperdible aporte ha sido recordar con su autoridad moral de hombre de Dios y de gran teólogo una verdad decisiva: la obra de renovación que puso en movimiento el Vaticano II debe promoverse relacionándola directamente con el núcleo vivo del Evangelio de Jesús y en el álveo de la Tradición eclesial. Así lo remarcó en el magistral discurso a la Curia romana en diciembre de 2005 –era el primer año de su pontificado– cuando trazó la clave resolutiva de interpretación: “reforma en la continuidad”.  No es casualidad que el libro más conocido del aún joven teólogo Ratzinger, aparecido en su primera edición en 1968 y traducido a los principales idiomas, tenga el título de  Introducción al cristianismo. Ello para señalar que el trampolín de lanzamiento para un profético salto hacia adelante es la fe de siempre en Jesús. Tampoco carece de significado que, ya siendo Papa, haya querido dedicar tres encíclicas a las virtudes teologales: la caridad, la esperanza y la fe.  Haciendo hincapié con fuerza en la primacía de la primera, pues evoca el mismo nombre del Dios que se revela en Jesús. Ese Jesús al que dedicó una apasionada trilogía como invitación al encuentro con el principio vivo de la fe, que no es justamente una bella idea, sino que es él mismo. Por lo tanto, fidelidad al patrimonio de la fe. Pero para que de ella surjan la riqueza y la novedad del Evangelio.  Ése es el secreto de la fuerza y de la fascinación duradera del magisterio de Benedicto XVI. Y Ud. Personalmente, ¿cuál es el recuerdo más bonito que conserva en su interior del Papa Ratzinger? Me encontré con él muchas veces, primero cuando era Cardenal y luego durante su papado.  Siempre experimenté su gran cordialidad y su exquisita atención. Incluso pude conversar extensamente con él de teología, en el contexto de una serie de seminarios con otros estudiosos, a nivel internacional, cuando era Prefecto de la Doctrina de la Fe. Con creciente gratitud a Dios, siempre capté en él su extraordinario aporte de sabiduría al camino de la Iglesia en nuestro tiempo. De acuerdo con Chiara le comuniqué al Papa Benedicto la idea de hacer nacer el Instituto Universitario Sophia: “Es algo hermoso…–exclamó– y si consiguen hacerlo…”. Recuerdo, por último, su gozosa sorpresa cuando, durante una audiencia en la que le presenté al primer grupo de estudiantes, uno de ellos, Caelison, un estudiante no-vidente, espontáneamente le manifestó: “¡En Sophia hemos encontrado la luz!”.

Stefania Tanesini

“La última palabra de la historia del mundo será la comunión”

“La última palabra de la historia del mundo será la comunión”

Palabras de Margaret Karram, presidenta del Movimiento de los Focolares con motivo del fallecimiento de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI Estima, reconocimiento y gran conmoción llenan mi corazón ahora mientras expreso mi más profunda gratitud por la obra y la vida del Papa Benedicto XVI, en mi nombre y en el del Movimiento que él siguió y acompañó con cercanía y amor. Con toda la Iglesia nos unimos en torno al Papa Francisco al devolverlo a Dios, seguros de que ya ha sido recibido en la gloria del Cielo y lo haré personalmente, el 5 de enero próximo participando a la misa exequial en la Plaza San Pedro. Tuve el don de acoger al Papa Benedicto, en mayo de 2009, en Jerusalén, participando en varias etapas de su peregrinación a Tierra Santa. Dos momentos me quedaron particularmente impresos, sus palabras en el Santo Sepulcro: “La paz aquí es posible”, “la Tumba Vacía ─continuó─ nos habla de esperanza, esa que no defrauda, porque es don del Espíritu de la vida”. Para mí fue también muy fuerte la participación en una misa privada en la Delegación Apostólica de Jerusalén, celebrada precisamente por el Papa Benedicto XVI. Capté su ternura paternal y la grandeza de su caridad que se expresaba con un gesto de reconocimiento por todo lo que el Movimiento de los Focolares había hecho para preparar su visita. En 1989, cuando todavía era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Card. Joseph Ratzinger fue invitado por Chiara Lubich para un diálogo con las focolarinas, reunidas con ocasión de los ejercicios espirituales anuales, en los que yo también estaba participando. Respondió a preguntas muy variadas y en un momento determinado pronunció palabras que no he olvidado. A propósito del futuro de la Iglesia y de la humanidad dijo: “La última palabra de la historia del mundo será la comunión, será llegar a ser comunión, no solo entre nosotros sino que, incorporados en el amor trinitario, llegar a ser comunión universal, donde Dios es todo en todos” [1]. Hoy, en el momento en que el amadísimo Papa Benedicto XVI ha vuelto a la casa del Padre, esta expresión suya resuena en mí casi como un testamento espiritual. Son palabras de una actualidad extraordinaria, que hoy arrojan luz y esperanza sobre una humanidad afligida por conflictos de los que no vemos el final. Nos hemos nutrido de su pensamiento tan iluminado, el de un gran teólogo que, aún muy joven, participó en el Concilio Vaticano II, transmitiendo y presentando a lo largo de los años la novedad de una Iglesia-comunión, hecha de conocimiento de la Palabra y de caridad traducida en práctica. Al día siguiente de su elección como Pontífice, Chiara Lubich se expresó así: “Por el conocimiento directo que tengo de él, ya que posee dones particulares para captar la luz del Espíritu, no dejará de sorprender y superar cualquier expectativa” [2]. No olvidaremos el papel clave que desempeñó en 1998, cuando el Papa Juan Pablo II, con ocasión de la fiesta de Pentecostés, convocó en la plaza de San Pedro a los Movimientos eclesiales y a las Nuevas comunidades. En esa ocasión, el Card. Ratzinger dio una lección magistral titulada: “Los Movimientos eclesiales y su colocación teológica”, en la que delineó el perfil de los Movimientos y de las Nuevas comunidades y la relación imprescindible con la Iglesia. Algunos pasajes de su intervención siguen siendo, para mí y para el Movimiento, de gran luz para poder ser instrumentos de comunión en la Iglesia y brazos de Cristo para la humanidad: “Es muy evidente que el Espíritu Santo está también hoy actuando en la Iglesia y le concede nuevos dones ─dijo entonces gracias a los cuales ella revive la alegría de su juventud (cf. Sal 42, 4). Agradecimiento a tantas personas, jóvenes y ancianas, que se adhieren a la llamada del Espíritu y, sin mirar ni alrededor ni hacia atrás, se lanzan gozosamente al servicio del Evangelio. Agradecimiento a los obispos que se abren a los nuevos caminos, les hacen sitio en sus respectivas Iglesias, debaten pacientemente con sus responsables para ayudarlos a superar cualquier unilateralidad y para conducirlos a la justa conformación”[3]. Junto a toda la Iglesia, doy gracias a Dios por el don que el Papa Benedicto XVI ha sido para nuestro tiempo y rezo para que sepamos captar y traducir en vida la profundidad de su pensamiento teológico, la fidelidad al Evangelio y la valentía de un testimonio de vida capaz de conducir a la Iglesia por los senderos de la verdad, de la fraternidad y de la paz.

Margaret Karram Presidenta del Movimiento de los Focolares

[1] Visita del Card. Joseph Ratzinger al encuentro de las focolarinas, respuestas a las preguntas. Castel Gandolfo, 8 de diciembre de 1989. Archivo Chiara Lubich en Archivo General del Movimiento de los Focolares. [2] Declaración de Chiara Lubich en: Comunicado de Prensa Movimiento de los Focolares, 20 de abril de 2005 [3] Los Movimientos en la Iglesia. Actas del Congreso mundial de los Movimientos eclesiales, Roma, 27-29 de mayo de 1998, Coll. Laici oggi 2, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1999.