Movimiento de los Focolares

Chiara Lubich: mejorarse y recomenzar

Todos los años cuando se acerca la Navidad, escuchamos la invitación a “preparar el camino al Señor”. (Cf. Is 40,3).  Dios que, desde siempre ha manifestado su deseo ardiente de estar con sus hijos, viene “a habitar entre nosotros”. Chiara Lubich en este escrito sugiere cómo prepararnos a su venida, cómo abrir nuestro corazón a Jesús que nace. Nosotros mismos, muchas veces, advertimos el deseo de encontrar a Jesús, de tenerlo cerca en el camino de la vida, de ser inundados por su luz. Para que Él pueda entrar en nuestra vida hay que quitar los obstáculos. No se trata ya de allanar los caminos, sino de abrirle el corazón. Es Jesús mismo el que enumera algunas de las barreras que cierran nuestro corazón: “robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaño, inmoralidad, envidia, calumnia, soberbia…” (Mc 7, 21-22). A veces se trata de rencores hacia parientes o conocidos, prejuicios raciales, indiferencia ante las necesidades de los que tenemos al lado, faltas de atenciones y de amor en la familia… (…) ¿Cómo prepararle concretamente el camino? Pidiéndole perdón cada vez que nos damos cuenta de que hemos levantado una barrera que impide la comunión con Él. Es un acto sincero de humildad y de verdad con el cual nos presentamos ante Él tal como somos, expresándole nuestra fragilidad, nuestros errores, nuestros pecados. Es un acto de confianza con el cual reconocemos su amor de Padre “misericordioso y lleno de amor”. (Cf. Sal 103, 8). Es la expresión del deseo de mejorarse y volver a empezar. Quizás por la noche, antes de dormir, sea el momento más adecuado para detenerse, analizar la jornada trascurrida y pedirle perdón. También podemos vivir con mayor consciencia e intensidad el momento inicial de la celebración de la Eucaristía cuando, junto con la comunidad, pedimos perdón por nuestros pecados. Es de gran ayuda la confesión personal, sacramento del perdón de Dios, un encuentro con el Señor, a quien podemos ofrecer todos los errores cometidos. Volvemos a empezar salvados, con la certeza de que nos ha renovado, con la alegría de redescubrirnos verdaderos hijos de Dios. Es Dios mismo, con su perdón, el que quita cada obstáculo, el que “allana el camino” y restablece de nuevo la relación de amor con cada uno de nosotros.

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, en Parole di Vita, a cura di Fabio Ciardi, Opere di Chiara Lubich, Cittá Nuova, 2017, pag. 766-768)

Tener a un santo como amigo

El 8 de octubre de 2021 concluyó en Génova (Italia) la fase diocesana del proceso de beatificación de  Alberto Michelotti y Carlo Grisolia. Los une la historia de un camino compartido, vivieron una verdadera amistad, capaz de superarlo todo. ¿Cómo podemos “hacernos santos juntos”? No es algo simple. Se requiere tiempo y sobre todo hay que caminar en la misma dirección, tener una misma fuente de luz. Así es la historia de Alberto Michelotti (Génova 1958 – Monte Argentera 1980) y Carlo Grisolia (1960 Boloña – Génova 1980), dos jóvenes de Génova que en algunos aspectos eran muy diferentes el uno del otro, pero estaban vinculados por una amistad y por un único deseo: poner a Dios en el centro de la propia vida. El ideal y el carisma del Movimiento de los Focolares los atrajeron fuertemente, y ello los unió en una relación basada en la comunión y la hermandad.  Ambos partieron al cielo en 1980, a distancia de 40 días el uno del otro; Alberto durante una excursión a la montaña, Carlo por un tumor. Dos amigos y un único proceso de canonización, iniciado por el Cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova en 2005, que el pasado 8 de octubre concluyó su fase diocesana. Pero, ¿quiénes son realmente estos dos jóvenes? Alberto tenía pasta de líder, era un ganador, pero su liderazgo era en el “servicio” y lo acercaba cada vez más al prójimo, sobre todo a los más necesitados y a los jóvenes. Nació y se crió con su familia en las afueras de Génova; junto con sus padres concurría a la parroquia de San Sebastián. Participaba activamente en la vida parroquial y, tras un inicial compromiso con la Acción Católica, a través de un sacerdote, Mario Terrile, conoció la espiritualidad de Chiara Lubich, que lo deslumbró. Justamente durante la Mariápolis de 1977, un encuentro del Movimiento de los Focolares,  Alberto recibiría como un regalo una noticia nueva, algo que cambiaría para siempre su vida: “Dios amor”. Ese mismo año empezó a formar parte de los Gen (Generación Nueva), la rama juvenil del Movimiento, y allí conoció a Carlo con quien experimentaría una profunda unidad, capaz de superar las diferencias de temperamento que los caracterizaban. Carlo, a diferencia de Alberto, era un muchacho más introvertido y poético. Estudiaba agronomía y le gustaba leer, tocar la guitarra y escribir canciones. Era un soñador, una persona con alas, nada que ver con la gran pasión de Alberto por la montaña y la racionalidad matemática, típica de una persona como él era,  estudiante de ingeniería. Sin embargo, los unió algo grande, el deseo de llevar a los demás el ideal evangélico del mundo unido con alegría y entusiasmo y, sobre todo, las ganas de poner en práctica siempre el mensaje de Jesús “donde dos o más están unidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mateo, 18, 15-20).  Carlo había aprendido de los Focolares, que él conocía desde pequeño gracias a sus padres, la estrategia del “hacerse santos juntos”. Había sido una invitación lanzada por Chiara en un mensaje que para él se convirtió en un punto clave, sobre todo después de su traslado a Génova por el trabajo de su padre. Vir, “verdadero hombre, hombre fuerte” no es sólo el apelativo que la fundadora del Movimiento de los Focolares le atribuyó, sino que también con el tiempo pasó a ser un programa de vida para Carlo que sacaba sus fuerzas de Jesús, la única fuente de energía posible, como escribe en una de sus canciones: “Y respira en el aire el amor que te da este nuevo sol que nace sobre ti”. La amistad entre estos dos jóvenes duró tres años, pero entre las dos almas parecía vislumbrarse realmente la madurez de quienes han compartido mucho, de quienes han hecho la experiencia verdadera de la vida, desentrañándola; una madurez que por lo general es prerrogativa de los sabios. En el camino de búsqueda del Amor auténtico descubrieron la pureza como instrumento para alcanzar juntos la verdadera libertad y compartir este ideal con los amigos. Pensamientos profundos se entrelazaban en una trama de colores, escritos en trozos de papel que sustituían en ese entonces a nuestros mensajes por whatsapp. “Probablemente para ti será el año del servicio militar –le escribe Alberto a Carlo el día de su cumpleaños número diecinueve–. Tal vez se te presenten nuevas dificultades y nuevas alegrías. Como el día de hoy, que empezó con un sol fantástico y ahora, a las 16, se ha transformado en un gris invernal (…). Pero sin duda sabemos que detrás de esas nubes está el sol”. Alberto y Carlo se reflejaban el uno en el otro, reconociendo alegrías y miedos, luchas y conquistas y, confiados en ese Amor que lo puede todo, estaban dispuestos a vivir la frase del Evangelio: “Nadie tiene un amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Juan, 15, 13). Alberto perdió su vida en las montañas de Cúneo, el 18 de agosto de 1980, cayendo durante una escalada por un barranco helado en los Alpes Marítimos. Carlo no consiguió asistir a su funeral. El 16 de agosto había regresado del servicio militar para hacerse unos estudios médicos tras una serie de desvanecimientos y parálisis en las extremidades. En pocas horas, después del diagnóstico que no escondía la gravedad de la situación, quedó hospitalizado. Se trataba de una neoplasia. Le contaron de la muerte de Alberto, pero no había tiempo y tenían  que ir urgentemente al hospital. Fueron cuarenta días los que separaron a estos dos amigos antes de volverse a ver, y estar unidos para siempre. En los últimos días transcurridos en el hospital Carlo, aun sin fuerzas, recibía a todos con una gran sonrisa: “Sé adónde estoy yendo –le dice a una enfermera–. Voy a alcanzar a un amigo que partió hace unos días en un accidente en las montañas”. Carlo sentía fuertemente la presencia de Alberto a su lado y no veía la hora de realizar ese “salto en Dios” del que le habló a su madre en el hospital. Una zambullida en la inmensidad que lo llevó a la casa del Padre el 29 de septiembre de 1980. Hoy, a 40 años de distancia, ese invisible pacto sellado en la amistad de Alberto y Carlo es más fuerte que nunca y vive una nueva fase. Lo que mayormente sorprende es cuán extraordinario es este evento. En la historia de la Iglesia nunca había sucedido que el examen canónico de dos causas distintas se llevase en forma paralela y que se refiriese a dos amigos. Para que Alberto y Carlo sean definidos antes beatos y luego santos se necesitan dos milagros acaecidos por su intercesión, pero como la oración es única para ambos, serán, de todas formas, “santos juntos”.  Son la confirmación de una amistad espiritual como posible camino de santidad y la realización en sus vidas de ese “así en la tierra como en el cielo” y de esa alegría verdadera, fruto de una profética inspiración de Chiara: “A ustedes les deseo que se hagan santos, grandes santos, pronto santos. Estoy segura de que les estoy dando en las manos la felicidad”[1].

Maria Grazia Berretta

[1]    Mensaje de Chiara Lubich en “GEN”, Anno XV (1981), n. 4, p. 2-3

Friederike Koller: proximidad y grandes horizontes

Friederike Koller: proximidad y grandes horizontes

Siempre lista, disponible, cercana y al mismo tiempo capaz de ver la perspectiva global. Nos ha dejado el 5 de diciembre. Desde 2014 era consejera del Centro Internacional del Movimiento de los Focolares.

Friederike Koller cola fundadora del Movimiento de los Focolares Chiara Lubich

Hoy, saber mirar y contener un horizonte que se hace “cada vez más amplio” es un talento necesario para quienes ocupan cargos directivos en organismos internacionales que expresan la gran complejidad que caracteriza este momento. Friederike Koller tenía esta capacidad. Nos dejó el pasado 5 de diciembre después de una enfermedad repentina y una vida intensa, transcurrida principalmente entre Europa y África, pero vivida con mucha gente de todos los continentes. De hecho, de 2014 a 2020 Friederike, focolarina alemana, ocupó el cargo de consejera en el centro internacional del Movimiento de los Focolares como delegada central, junto a Ángel Bartol; es decir, fueron los colaboradores más cercanos de la presidente y copresidente del Movimiento, con una tarea importante y delicada: trabajar para mantener la unidad de las comunidades de los Focolares en el mundo. Un encargo “glocal” podríamos decir, con desafíos continuos y sumamente variados, donde las diversidades culturales, sociales y políticas exigían tener ante los ojos la visión global de pueblos enteros, sin olvidar, sin embargo, la atención a las personas individuales. Friederike era médica de profesión y, como dijo Peter Forst, focolarino alemán, “siempre se ha preocupado por curar, nunca por infligir nuevas heridas. Escuchar, saber esperar, dejarse tocar profundamente por las preguntas, implicarse siempre, estar cerca, afrontar conflictos, ganarse la confianza: estas fueron algunas de sus grandes fortalezas”. La atención a cada uno y las ganas de jugarse por algo grande han caracterizado las elecciones de Friederike desde pequeña: primero la música y la danza porque -explicó- la dejaban “entrar en un mundo que no pasa, que sabe a la eternidad”. Pero, con la adolescencia, surgieron los grandes interrogantes sobre el sentido de la vida. Una búsqueda que la llevó primero a inscribirse en la Facultad de Filosofía y luego a cambiar decididamente el campo de estudio: optará por la Medicina porque podría ayudar a muchas personas y quizás a captar el “secreto” de la vida. Un episodio trágico marcó un paso más hacia el descubrimiento de ese sentido que tanto buscaba: paradójicamente, la absurda muerte de una amiga, tras un grave accidente, hizo brecha a la presencia de Dios en ella y a un primer coloquio con Él. “Por primera vez -dice- aquel Dios que yo sentía solo como un ‘juez’ se convierte en vida, belleza, armonía”. Así descubre en Él la verdad que tanto había buscado. El primer contacto de Friederike con la espiritualidad de los Focolares coincidirá con el descubrimiento de un Evangelio “posible” y practicable. “Mi concepción individualista de pensar y hacer – dice – cayó y poco a poco comencé a mirar a las personas que me rodeaban como verdaderos hermanos y hermanas, confiando en el amor del Padre por cada uno”. La vida se vuelve intensa y rica: en el trabajo, con los jóvenes, atendiendo a los más pobres. “Sentía en mi interior el deseo de entregarme plenamente a Dios; al mismo tiempo me aterrorizaba perder mi libertad”. En ese período profundiza su conocimiento de María, la madre de Jesús: “Un día recordé aquel ‘sí’ que ella había dicho contra toda razón humana, a pesar de todos los miedos que ella también sentía. Me dio el valor de decir mi sí también”. Después de la escuela de formación de las focolarinas en Loppiano (Italia), vuelve a vivir en Alemania, primero en Colonia y luego en Solingen. Trabaja como médica durante quince años, que definirá como “una escuela de humanidad, de compartir, también de humildad y de profundo respeto ante la vida de tantas personas con retos inimaginables”.

Friederike con jóvenes en Nigeria

En 2010, el Movimiento de los Focolares buscaba una focolarina para un cargo de responsabilidad en Nigeria en un momento difícil para la situación social del país, con el estallido de actos terroristas. Friederike, entonces corresponsable de los Focolares en el noroeste de Alemania, no preguntó a otras, se ofrece para trasladarse allí. “Amaba de verdad al pueblo nigeriano –recuerdan las focolarinas de esa tierra– con sus enormes desafíos geográficos, étnicos y religiosos. Supo compartir nuestras heridas, siguió cada situación hasta el fondo. Nos acompañó y nos animó a elegir siempre a los últimos”. Tenía predilección por los que son descartados, por los pobres, los olvidados, unido a una atención a todo aquel que pasaba a su lado y que nunca cambió, incluso cuando ha ocupado cargos importantes. En los últimos años, cada 15 días, era voluntaria en el Centro Astalli de Roma (Italia), que acoge a mujeres migrantes. Preparaba la cena y ayudaba a limpiar la cocina si era necesario. A veces, con los invitados de la estructura, surgía un diálogo espontáneo, en algunos casos su experiencia como médico era valiosa. Permanecía despierta hasta que el último invitado no hubiese llegado a destino, a menudo a altas horas de la noche. A la mañana siguiente, muy temprano partía hacia Rocca di Papa, llegando directamente al trabajo en el Centro Internacional de los Focolares. También vivía el día a día de la vida de comunidad con sencillez y naturalidad. “Hizo todo con mucho cuidado. Con ella era muy difícil ser el primero en amar, inevitablemente siempre se era segundo…”. Fue un regalo conocer a Friederike – recuerda Conleth Burns, un joven irlandés con quien Friederike compartió el trabajo para el proyecto Pathways: “Ella siempre estaba dispuesta, disponible, cercana, capaz de ver el cuadro en una perspectiva global. Para ella, la unidad siempre fue a la vez: grande y pequeño, cotidiano y estratégico, personal y social. Y creo que la mejor forma que tenemos de recordarla es seguir su ejemplo y vivirlo plenamente”.

Anna Lisa Innocenti e Stefania Tanesini

Chiara Lubich: vigilar y orar

Estamos en el tiempo litúrgico del Adviento. Por lo tanto, de espera, de preparación para la Navidad. Un tiempo de vigilia y oración. Pero ¿cómo hacerlo? También aquí nos ayudan las circunstancias, los hermanos y hermanas que llenan nuestros días: el amor que seamos capaces de dar será nuestra oración, agradable al Cielo. “Vigilen y oren” (…). En estas dos palabras está encerrado el secreto para afrontar las situaciones más dramáticas de nuestra vida, pero también las inevitables pruebas cotidianas. Pero hoy, para nosotros, en el ritmo frenético y arrollador de la vida moderna, ¿qué esperanza podemos tener de no dejarnos adormecer por el canto de tantas sirenas? Por otra parte, esas palabras del Evangelio fueron dichas también para nosotros… Jesús no puede pedirnos, tampoco hoy, algo que no seamos capaces de hacer. Por eso, junto con la exhortación, no puede dejar de darnos también el modo que nos permita vivir según su Palabra. ¿Cómo se puede, entonces, permanecer despiertos y en guardia? ¿Cómo se puede permanecer en una actitud de oración constante? Tal vez hemos tratado de hacer todo nuestro esfuerzo posible para cerrarnos en defensa de todo y de todos. Pero ese no es el camino y no tardamos en darnos cuenta de que, tarde o temprano, hay que aflojar. El camino es otro y lo encontramos tanto en el Evangelio como en la misma experiencia humana. Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre esperándola y cada minuto que pasa sin ella está en función de ella. Vigila bien quien ama. Es propio del amor vigilar. Lo mismo hace quien ama a Jesús. Todo lo hace en función de Él, al que encuentra en las simples manifestaciones de su voluntad, a cada momento, y que encontrará solemnemente el día en que Él venga (…) Esa sonrisa que hay dar, ese trabajo que tenemos que hacer, ese auto que hay que guiar, esa comida por preparar, esa actividad por organizar, esa lágrima derramada por el hermano o la hermana que sufre, ese instrumento que hay que tocar, ese artículo o carta que tenemos que escribir, ese acontecimiento feliz que compartimos alegremente, esa ropa que preparamos… Si lo hacemos por amor, todo, todo puede convertirse en oración. Para mantenerse vigilantes, para orar siempre, es necesario entonces permanecer en el amor: es decir, amar su voluntad y a cada prójimo que ponga a nuestro lado. Hoy amaré. Así vigilaré y oraré en cada momento.

Chiara Lubich

(Chiara Lubich, en Parole di Vita, preparado por Fabio Ciardi, Opere di Chiara Lubich, Cittá Nuova, 2017, pag. 634-636)

Mediterráneo: nuevos relatos sobre la unidad

Mediterráneo: nuevos relatos sobre la unidad

“Plantar semillas de paz y verlas florecer”. Las palabras de Margaret Karram durante la mesa del diálogo: “Semillas de esperanza contra profetas de la desventura: una colaboración entre Religión y Gobierno para una nueva política de unidad mediterránea” con ocasión del Rome MED 2021 organizado por el Ministerio italiano de Asuntos Exteriores y de la Cooperación Internacional y por el ISPI[1].   “Creo que en la región mediterránea las políticas gubernamentales tendrían que crear un ambiente político favorable al pluralismo y a la paridad de ciudadanía”. Con estas palabras,  Margaret Karram, Presidente del Movimiento de los Focolares, intervino en Roma, el 3 de diciembre de 2021, en la séptima edición del  Rome MED 2021 (Mediterranean Dialogues). “Pienso que las religiones también –prosiguió– pueden ser parte de la solución, ofrecer y promover una narración distinta. (…) Cada uno de nosotros tiene un relato propio y debemos escuchar, comprender y respetar el de la otra persona”. El evento, que se llevó a cabo en Roma del 2 al 4 diciembre de 2021, es la iniciativa anual de alto perfil promovida por el Ministerio italiano de Asuntos Exteriores y de la Cooperación Internacional y por el ISPI (Instituto Italiano para los Estudios de Política Internacional), que pone en diálogo a políticos, académicos, empresarios, exponentes religiosos y ONG, acerca de las oportunidades que el Mediterráneo ofrece y de cómo afrontar las numerosas crisis que lo circundan y lo atraviesan. El discurso de Margaret Karram formaba parte del panel cuyo título era: “Semillas de esperanza contra profetas de la desventura: una colaboración entre Religión y Gobierno para una nueva política de unidad mediterránea”. En el diálogo, moderado por Fabio Petito (Head, Religions and International Relations Programme ISPI) y Fadi Daou (cofundador de la Adyan Foundation), intervinieron la Viceministra para los Asuntos Exteriores y la Cooperación Internacional en Italia, Marina Sereni, Noemi di Segni (Presidente de la Unión de las comunidades judías italianas), Azza Karam (Secretario General, Religiones por la paz), Mons. Miroslaw Wachowski (Subsecretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede) y Haya Aliadoua (Consejero del Secretario General, Liga Musulmana Mundial). La reflexión del panel sobre la crisis de la falta de unidad que ya desde hace tiempo, por varias razones, preocupa a  las orillas del Mediterráneo –escenario de desencuentros entre las varias civilizaciones– fue el hilo conductor de  los temas del debate y, al mismo tiempo, dejó libre espacio a nuevas posibles iniciativas y a una mayor participación de los líderes religiosos y de las comunidades en la vida pública, para promover nuevos caminos de fraternidad y paz. “Justamente ayer –dijo Margaret Karram– el Papa Francisco, llegando a Chipre, destacó que el ‘mare nostrum’ –como lo llamaban los romanos– es ‘el mar de todos los pueblos que a él se asoman para estar en conexión, no para dividirse’[2]. Pienso que ésta es la verdadera identidad del área mediterránea”. Pensar en el Mediterráneo, continuó Margaret Karram, no como una continua crisis sino como una oportunidad para trabajar de manera efectiva: “Estamos presentes como Focolares en esta región del Mediterráneo desde hace más de 50 años.  Ser portadores de compromiso interreligioso en la vida cotidiana, ayudando concretamente en sus necesidades, es la lección que hemos aprendido y que fuertemente valorizamos; creo que las estrategias de alto nivel no tienen un impacto profundo”. Al hablar de acciones concretas la Presidente de los Focolares ofreció algunos ejemplos y testimonios que, desde el Líbano a Siria, manifiestan la importancia de poner en el centro a la persona, el cuidado de las relaciones y de las diversidades y remarcan el rol que las religiones pueden jugar en este campo. “El Amor y el cuidado por todo ser humano son el núcleo de este mensaje –concluyó–.  Las religiones tienen esta capacidad natural de crear una red, de atraer a las personas a un espacio en donde podemos plantar semillas de paz, semillas de esperanza, y verlas florecer”.

Maria Grazia Berretta

[1] El Instituto de Estudios Políticos Internacionales – ISPI, fundado en 1934, es el grupo de expertos italiano más antiguo especializado en asuntos internacionales. [2] Papa Francesco, Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático – “Ceremonial Hall” del Palacio Presidencial en Nicosia (Chipre), 2 de diciembre de 2021. Cfr. https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/december/documents/20211202-cipro-autorita.html

“Juntos por Europa”: realizar la unidad viviéndola

“Juntos por Europa”: realizar la unidad viviéndola

Por el camino de la diversidad reconciliada. Éste es el corazón del último encuentro de los “Amigos de Juntos por Europa” (JpE), evento que tuvo lugar el 6 de noviembre pasado en Castel Gandolfo (cerca de Roma). Reflexiones y experiencias de vida para una comunión de itinerarios, que se hace cada día más concreta. La red internacional de los Movimientos cristianos en este 2021 también se ha renovado: 16 miembros del Comité de Orientación “Juntos por Europa” (Comunidad San Egidio, YMCA Alemania, Efesia Francia, ENC Austria, Focolares, Schönstatt, Syndesmos) y más de 150 personas conectadas a través de la web se encontraron el 6 de noviembre de 2021 en el Centro Internacional del Movimiento de los Focolares de Castel Gandolfo (Italia) para un momento de compartición y compromiso concreto. Los temas tratados han sido la polarización, la reconciliación y la diversidad reconciliada. La jornada, animada con varios aportes y discursos, recibió la contribución de Gerhard Pross, YMCA (Young Men’s Christian Association) de Esslingen (Alemania), actualmente moderador de “Juntos por Europa”, y de Margaret Karram, Presidente del Movimiento de los Focolares. En su discurso, Pross, invitó a ser “portadores de esperanza”: “En medio de los trastornos y la crisis de nuestro tiempo, podemos vivir la esperanza indestructible del Evangelio y ser mensajeros de Dios”. Margaret Karram, con su mensaje de unidad en tiempos de polarización, alentó a todos a ser “apóstoles del diálogo”: “El hecho de comprometerse con otros horizontes culturales, formas de pensar, costumbres y paradigmas dignos de aprecio, no desorienta, sino que enriquece”. Desde siempre la misión de JpE es el libre converger de Comunidades y Movimientos cristianos de diferentes Iglesias capaces de crear relaciones de comunión en el respeto de las diversidades. Una respuesta efectiva a la constante exigencia de una cultura de la reciprocidad y de la fraternidad. Desde hace tiempo, las Comisiones nacionales y los grupos de trabajo que se han ido formando espontáneamente durante estos años dan su aporte compartiendo su trayectoria. De la República Checa, la narración del viaje que el 9 de mayo de 2021, el Día de Europa, llevó a algunos miembros de JpE a la Montaña Blanca, cerca de Praga.  A distancia de 400 años, en el terreno que los vio enfrentarse durante la guerra de los Treinta años (1618-1648), católicos y protestantes admitieron en público las propias culpas, deseosos de ponerse –en el perdón– al  servicio de la sociedad bohemia, hoy en gran parte no creyente. En Alemania la Comisión Nacional a finales del año 2020 proclamó un año bajo el signo del encuentro y de la amistad.  De hecho, a partir de enero se ha creado un “salón virtual” en donde, una vez al mes, las varias realidades están invitadas a volverse a encontrar y donde, a rotación, es entrevistado un representante de una Comunidad, para conocerse mejor y compartir experiencias. Serbia ofreció su aporte contando la acción de un grupo de Movimientos pertenecientes a distintos países comprometidos en el apoyo a los refugiados: “En Belgrado estamos en contacto a menudo con varias personas en los campamentos de refugiados. Después de presentar el pedido de asilo en Hungría ante la Embajada en Belgrado la espera es generalmente larga y, ofreciéndoles comida y alojamiento, nacen amistadas hermosas que continúan luego en la oración en común y en las visitas recíprocas”. https://www.together4europe.org/il-green-pass-invisibile/

Maria Grazia Berretta