


Semillas de Paz y de Esperanza por el Cuidado de la Creación

No sé si te ha pasado alguna vez, pero a veces, tras un gran incendio forestal, cuando todo está quemado, desnudo, cubierto de ceniza, sin vida, se vislumbra el brote de una pequeña planta. Justo ahí, donde todo parecía muerto. Al observarla, siento una sensación maravillosa: allí donde la vida parecía terminar, la naturaleza es más fuerte. Crece, vence, vive, incluso cuando parece imposible. Es en esos momentos que comprendo lo maravilloso que es vivir en un planeta capaz de regenerarse, a pesar de sus heridas.
Pero ¿cuánto tiempo más podrá hacerlo?
El 2 de julio se publicó el Mensaje del Santo Padre León XIV para la X Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará el lunes 1 de septiembre de 2025, titulado Semillas de Paz y Esperanza. ¡Qué espléndido legado nos dejó Francisco con su Encíclica Laudato si’ , publicada hace diez años: tan oportuna, importante y valiosa! Y me parece muy hermoso que el Papa León XIV recoja plenamente este legado, anunciando el mes dedicado al Cuidado de la Creación (del 1 de septiembre al 4 de octubre), que comienza precisamente con esta jornada de oración.
Pero ¿qué anuncia realmente este Mensaje?
Volviendo al ejemplo del incendio forestal, León XIV nos recuerda que la semilla “se entrega por completo a la tierra y allí, con la fuerza impetuosa de su don, brota la vida, incluso en los lugares más insospechados, con una sorprendente capacidad de generar futuro”. Luego se dirige a nosotros, los habitantes de este mundo, recordándonos que “en Cristo somos semillas”. No solo eso, sino “semillas de paz y esperanza”.
Una invitación firme y clara a vivir la iniciativa ecuménica del “Tiempo de la Creación”, del 1 de septiembre al 4 de octubre: un mes de iniciativas que se deben idear, preparar e implementar, para poner cada vez más énfasis en el cuidado de nuestra “casa común”, que todos habitamos, independientemente de nuestras diferencias. “Junto con la oración, son necesarias la voluntad y las acciones concretas que hagan perceptible esta ‘caricia de Dios’ sobre el mundo”, afirma el Papa León. Y también: “Parece que aún no se tiene conciencia de que destruir la naturaleza no perjudica a todos del mismo modo: pisotear la justicia y la paz significa afectar sobre todo a los más pobres, a los marginados, a los excluidos. (…) Trabajando con dedicación y ternura se pueden hacer germinar muchas semillas de justicia, contribuyendo así a la paz y a la esperanza”.
Todos están llamados a participar: individualmente o en grupos, en asociaciones, organizaciones, empresas… ¿por qué no? Cada uno con sus propias ideas, su propio compromiso.
En su Mensaje, el Papa León XIV escribe: “La encíclica Laudato si’ ha acompañado a la Iglesia católica y a muchas personas de buena voluntad durante diez años. Que siga inspirándonos y que la ecología integral sea cada vez más elegida y compartida como camino a seguir. Así se multiplicarán las semillas de esperanza, que debemos “cuidar y cultivar” con la gracia de nuestra gran e inquebrantable Esperanza, Cristo Resucitado”.
¿Y qué hace el Papa? Él lo inicia todo, promoviendo primero estas iniciativas. Instituye, por primera vez en la historia de la Iglesia, la “Misa por el Cuidado de la Creación”, oficializada mediante el Decreto sobre la Misa pro custodia creationis. El Papa León XIV utilizó esta nueva fórmula el 9 de julio de 2025, durante una Eucaristía privada que celebró en Borgo Laudato Si’, durante su estancia en Castel Gandolfo (Roma). A partir de ahora, cualquier persona puede solicitar celebrar una Misa con esta intención: la de ser fieles custodios de lo que Dios nos ha confiado: en nuestras decisiones diarias, en las políticas públicas, en la oración, en el culto y en nuestra forma de vivir en el mundo.


El título Semillas de Paz y Esperanza parece hoy una profecía cautivadora. Son quizás las únicas palabras que, en estos tiempos oscuros para la humanidad, siguen teniendo significado. Son las palabras que nos permiten recomenzar, sembrar, creer que esa hierba fresca seguirá creciendo incluso donde la tierra parece reseca y muerta. Acciones como estas me hacen comprender que todas las Iglesias se mantienen firmes en las cuestiones esenciales para la vida de la humanidad. Y, sobre todo, que nunca dejan de pensar en el futuro de las nuevas generaciones.
Maria De Gregorio
Foto: © Pixabay

Gen Verde: un viaje interior, una experiencia en música
El conjunto internacional artístico femenino Gen Verde vuelve con un nuevo álbum de canciones inéditas, creaciones nuevas, nuevos arreglos, pero también material que ya ha sido lanzado en años recientes.
“Todo habla de ti – Oración en música” es el título del nuevo álbum de la banda nacida del Carisma de la unidad del Movimiento de los Focolares.
“Todo nos habla de Dios: la naturaleza que nos circunda, el aire que respiramos, las personas que pasan a nuestro lado, las alegrías y las dificultades, los momentos de profunda felicidad, pero incluso los momentos de oscuridad y de dolor, y que Jesús cargó en la cruz. Este álbum es fruto de una experiencia central para el Gen Verde. Cada nota, cada palabra y cada silencio quiere expresar su relación con Dios, el corazón de todo lo que el Gen Verde es y hace”; son ésas las palabras que describen el álbum y que sintetizan el motivo y el alma de la obra.
Nancy Uelmen (Estados Unidos), cantante, pianista y compositora del Gen Verde afirma: “Como dice Chiara Lubich, la fundadora de los Focolares: ‘La oración: es el respiro del alma, el oxígeno de toda nuestra vida espiritual, la expresión de nuestro amor a Dios, el carburante de toda nuestra actividad” (Chiara Lubich, Buscando las cosas de lo alto). De esta forma, queremos invitar a todos a hacer un viaje interior juntos, guiado por cada uno de los fragmentos musicales del álbum, esperando que pueda ser un instrumento de oración en música, así como lo es para nosotras”.
¿Cómo nació la idea de este álbum?
“Para nosotras más que un álbum es una experiencia muy especial –afirma Nancy–, porque hemos querido ir al corazón del Gen Verde, por lo que es y lo que hace. Es lo que inspira nuestra música: nuestra relación con Dios. Por lo tanto, hemos querido crear un álbum sobre la oración y la música, a través de canciones y algunos fragmentos instrumentales, para expresar nuestro corazón y todo lo que somos y hacemos. La idea es la de realizar un viaje interior: cada fragmento habla de un aspecto de la relación que se puede vivir con Dios y que podemos experimentar los unos con los otros. Como afirma el título, podemos encontrar a Dios en todas partes –en la naturaleza, en el prójimo, en nuestro corazón–, por lo tanto este álbum es como un viaje que puede ayudarnos a descubrir esa presencia. Es el fruto de una experiencia central para nosotros”.
El Gen Verde tiene sede en Loppiano, la ciudadela de los Focolares, cerca de Florencia (Italia) y está compuesto por veinte focolarinas de 14 países distintos. Una muestra de internacionalidad, un continuo entrenamiento en amar la cultura, las tradiciones y los diversos tipos de música que caracterizan a los miembros del equipo. Desde hace más de 50 años la banda viaja por el mundo para dar testimonio de que la paz, la fraternidad, el diálogo y la unidad son posibles. Ahora, con este nuevo proyecto, el viaje es dentro de cada uno de nosotros para reencontrarnos con nosotros mismos, con Dios y con los demás.
El álbum está disponible desde el 6 de junio en todas las plataformas digitales (Spotify, YouTube, Apple Music, Amazon music, Deezer, Tidal). El álbum físico, que contiene un librito con la letra de las canciones y también de las meditaciones para ayudar a orar, está disponible en el sitio Made in Loppiano.
Lorenzo Russo

Fratellanza
Ven, hermano exiliado, abracémonos. Dondequiera que estés, como sea que te llames, hagas lo que hagas, eres mi hermano. ¿Qué me importa si la naturaleza y las convenciones sociales se esfuerzan por separarte de mí, con nombres, especificaciones, restricciones, leyes?
El corazón no se detiene, la voluntad no conoce límites, y con un esfuerzo de amor podemos cruzar todas estas barreras y reunirnos como familia.
¿No me reconoces? La naturaleza te colocó en otro lugar, te creó de otra manera, dentro de otras fronteras. ¿Eres quizás alemán, rumano, chino, indio? ¿Eres quizás amarillo, color aceituna, negro, bronce, cobrizo? Pero ¿qué importa?
Eres de otra patria, pero ¿de qué sirve? Cuando este pequeño globo, aún incandescente, se consolidó, nadie podía imaginar que por esas fortuitas excrecencias los seres se matarían entre sí durante mucho tiempo.
E incluso hoy, frente a nuestros sistemas políticos, ¿te parece que la naturaleza nos pida permiso para expresarse mediante volcanes, terremotos e inundaciones? ¿Y te parece que le importan nuestras disparidades, apariencias y jerarquías?
Hermano desconocido, ama tu tierra, tu fragmento de la corteza común que nos sustenta, pero no odies la mía. Bajo todas las apariencias, bajo las clasificaciones sociales, por codificadas que sean, tú eres el alma que Dios creó, hermana de la mía, de la de todos los demás (único es el Padre), y eres como todos los demás, un hombre que sufre y quizá hace sufrir, que tiene más necesidades que capacidades, que oscila, se cansa, tiene hambre, tiene sed, tiene sueño, como yo, como todos.
«Hermano desconocido, ama tu tierra, tu fragmento de la corteza común que nos sustenta, pero no odies la mía. (…)
In te riconosco il Signore. Lìberati, e sin d’ora fratelli che siamo, abbracciamoci. «

Eres un pobre peregrino que persigue un espejismo. Te crees el centro del universo, y solo eres un átomo de esta humanidad que se mueve sin aliento entre dolores en lugar de alegrías, milenio tras milenio.
No eres nada, hermano, así que unamos fuerzas en lugar de buscar el conflicto. No te enorgullezcas, no te separes, no acentúes las marcas de diferenciación ideadas por el hombre.
¿No lloraste al nacer como yo? ¿No gemirás al morir como yo? El alma regresará, sea cual sea su envoltura terrenal, desnuda, igual. Tú vienes. De más allá de todos los mares, climas, leyes, de más allá de cualquier ámbito social, político e intelectual, de más allá de todos los límites (el hombre no sabe circunscribir, dividir, aislar), vienes, hermano.
En ti reconozco al Señor. Libérate, y desde ya, hermanos como somos, abracémonos.
Igino Giordani
in: Rivolta cattolica, Città Nuova, 1997 (ed. Piero Gobetti, Torino, 1925)
Elena Merli
Foto: © CM – CSC Audiovisivi

Esta maldición de la guerra
No entendía cómo un joven, agotado por los estudios y los sacrificios, podía ser revivido para prepararlo para una operación en la que tendría que matar a personas desconocidas, inocentes, y él, a su vez, tendría que ser asesinado por personas a quienes no había hecho daño. Vi el absurdo, la estupidez y, sobre todo, el pecado de la guerra: un pecado agudizado por los pretextos con los que se buscó la guerra y por la futilidad con la que se decidió.
El Evangelio, ya suficientemente meditado, me enseñó, como deber inseparable, hacer el bien, no matar; perdonar, no vengarme. Y el uso de la razón me dio casi la medida de lo absurdo de una operación que atribuía los frutos de la victoria no a quienes tenían razón, sino a quienes tenían cañones; no a la justicia, sino a la violencia […].
En el «radiante mayo» de 1915, me llamaron a las armas. […]
¡Cuántas trompetas, cuántos discursos, cuántas banderas! Todo esto acrecentó en mi espíritu la repugnancia por aquellos enfrentamientos, con gobiernos que, encargados del bien público, cumplían su tarea asesinando a cientos de miles de hijos del pueblo y destruyendo y dejando que se destruyeran los bienes de la nación: el bien público. ¡Pero qué idiota me parecía todo esto! Y sufrí por millones de criaturas, obligadas a creer en la santidad de aquellos asesinatos, una santidad también atestiguada por eclesiásticos que bendijeron cañones destinados a ofender a Dios en la obra maestra de la creación, a matar a Dios en efigie, a llevar a cabo el fratricidio en la persona de hermanos, bautizados, además.
“Vi el absurdo, la estupidez
y, sobre todo, el pecado de la guerra…”.

Como recluta, me enviaron a Módena, donde existía una especie de universidad para la formación de guerreros y líderes. Proveniente de Virgilio y Dante, el estudio de ciertos manuales que enseñaban a engañar al enemigo para matarlo me impactó tanto que, con una imprudencia insuperable, escribí en uno de ellos: – Aquí se aprende la ciencia de la imbecilidad -. Tenía un concepto muy diferente del amor a la patria. De hecho, lo concebía como amor; y amor significa servicio, búsqueda del bien, aumento del bienestar, para la creación de una convivencia más feliz: para el crecimiento, y no para la destrucción, de la vida.
Pero yo era joven y no entendía el razonamiento de los viejos, a quienes no les importaba comprender: se aturdían con desfiles y gritaban consignas para narcotizarse.
[…]
Tras unas semanas, tras graduarme en Módena, volví a casa para ir al frente. Abracé a mi madre, a mi padre, a mis hermanos y hermanas (en mi casa, los abrazos eran muy raros) y tomé el tren. Desde el tren vi el mar por primera vez, mucho más ancho que el Aniene; y fue como si hubiera cumplido con uno de los deberes de mi existencia: en tres días, llegué a las trincheras del Isonzo con el ciento once Regimiento de Infantería.
¡La trinchera! En ella, de la escuela paseé a la vida, entre los brazos de la muerte con las salvas de los cañones. […]
Si disparaba cinco o seis tiros al aire, lo hacía por necesidad: nunca quería apuntar el cañón del fusil hacia las trincheras enemigas, por miedo a matar a un hijo de Dios. […]
Si todos esos días pasados en el fondo de las trincheras, contemplando juncos, matas de zarzas, nubes aburridas y azules brillantes, los hubiéramos dedicado a trabajar, se habría producido una riqueza capaz de satisfacer todas las necesidades por las que se libró la guerra. Claro, pero esto era un razonamiento; y la guerra es un antirrazonamiento.
Igino Giordani
Memorias de un cristiano ingenuo, Ciudad Nueva, Madrid, 2005.
Elena Merli
Foto: © ZU via Fotos Públicas

Indonesia: distribuir esperanza
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