Del 30 de mayo al 1 de junio, según el calendario de grandes acontecimientos del Jubileo de la Esperanza 2025, está previsto el Jubileo de las familias, de los niños, de los abuelos y de los ancianos; y del 28 de julio al 3 de agosto el Jubileo de la Juventud. Serán dos grandes eventos que reunirán a miles de personas de todo el mundo en Roma.
Para esta ocasión, el Movimiento de los Focolares propone algunos itinerarios para profundizar en la espiritualidad de la unidad y en la vida de algunos testigos de la esperanza. En particular, para los jóvenes se ha creado un recorrido por etapas a través de Italia titulado Jóvenes y Santidad. Para conocer más detalles entrevistamos a Paola Torelli y Lais Alexandre Pessoa de los Centros Juveniles del Movimiento.
Empecemos por el Jubileo de los jóvenes: ¿cómo surgió la idea del camino “Jóvenes y Santidad”?
El Jubileo de los jóvenes es una oportunidad única para emprender un camino, tanto físicamente en Roma como en otros lugares jubilares alrededor del mundo. Este viaje no es sólo un viaje a través de lugares, sino sobre todo una experiencia de encuentro con Dios y con tantos testigos de la esperanza, cuya vida puede ayudarnos a crecer en la fe y en la esperanza. De aquí nace la idea de Jóvenes y Santidad, para todos los jóvenes que participarán en el Jubileo de los jóvenes a finales de julio, ofreciendo un camino, acompañados de testigos de esperanza.
¿Cuáles son las propuestas del Movimiento de los Focolares?
Génova paraconocer a los dos amigos Alberto Michelotti y Carlo Grisolia, hoy Siervos de Dios. (info@albertoecarlo.it)
Loppiano (Florencia), en la ciudadela internacional de los Focolares, para conocer testigos de la esperanza hoy. (accoglienza@loppiano.it)
Asís para descubrir el testimonio de vida de San Carlo Acutis, que será canonizado el 27 de abril de 2025 en el contexto del Jubileo de los adolescentes. (Programma ospitalità giovani)
Roma para un recorrido por etapas en torno a cuatro palabras clave del Jubileo: Peregrinación y Profesión de Fe, Puerta Santa, Esperanza, Reconciliación. El recorrido se realizará a lo largo del itinerario de las Siete Iglesias, acompañado de un itinerario espiritual.
4 de agosto, visita al Centro Internacional de los Focolares (Rocca di Papa). Será posible participar en una visita guiada para profundizar en el carisma de la unidad y en la historia de la fundadora Chiara Lubich, cuyo cuerpo está enterrado allí. (accoglienza@focolare.org)
¿Se puede elegir sólo una etapa o es un único camino que incluye todas las etapas mencionadas?
Las etapas propuestas son independientes, cada grupo o persona puede elegir cuales realizar o, si es posible, realizar el recorrido completo. Para cada etapa se encuentran disponibles contactos de referencia para el programa y visitas.
¿Hay otras propuestas para los jóvenes?
En Roma, cada mes en el Focolare Meeting Point se realiza el evento titulado Llamados a una única esperanza – Jóvenes en camino. Con diversos Movimientos y Asociaciones que han aceptado la invitación, ofrecemos la oportunidad de alimentar y fortalecer la “esperanza” con intercambios de testimonios, reflexiones, silencio, oración. Es una experiencia de conocimiento recíproco. Preparar estos eventos junto con otros Movimientos y Asociaciones nos hace crecer y ser cada vez más Iglesia.
Pasamos ahora al Jubileo de las familias, de los niños, de los abuelos y de los ancianos, a finales de mayo: ¿qué propone los Focolares?
Habrá dos eventos programados para el viernes 30 de mayo. Son cursos interactivos para conocer el Jubileo de la Esperanza para familias con niños y adolescentes hasta 12 años, con reflexiones y juegos adecuados a esa edad. La primera tendrá lugar en el Centro Internacional de los Focolares donde también se podrán visitar varios lugares significativos, entre ellos la casa donde vivió Chiara Lubich y la capilla donde está enterrada junto a los cofundadores del Movimiento. El segundo evento tendrá lugar en Roma en varias iglesias y lugares significativos, comenzando desde el Focolare Meeting Point.
Guerras, baños de sangre, masacres y fuertes polarizaciones, en donde el pacifismo puede volverse divisivo: he aquí la actualidad en la estamos sumergidos.
La figura de Igino Giordani (1894-1980), hombre de paz porque hombre justo y coherente, hoy nos brinda algunas ideas inspiradoras para levantar la mirada y seguir teniendo esperanza, intentando un diálogo allí en donde pareciera imposible, para erosionar ideologías cristalizadas y absolutismos, para construir una sociedad inclusiva y fundar una paz basada en la unidad.
Entre los testimonios más vivos de la cultura de la paz del siglo XX, su pacifismo tiene su origen directamente en el Evangelio: matar a otro hombre significa eliminar a ese ser que está hecho a imagen y semejanza de Dios. Por ello, Giordani anhela la paz, se esfuerza de mil maneras, dialoga con quien sea para conseguir la paz, no da marcha atrás ni siquiera cuando hay que sostener la ratificación del Pacto Atlántico y proporcionar la seguridad y la defensa de Europa y de Italia… Podemos decir que su pacifismo es a 360°, sin hacer excepción de ningún tipo.
Leamos el siguiente texto escrito por él.
«… estalló la Primera Guerra mundial. […] Y explotaron comicios belicistas en las plazas, a los que yo iba para protestar en contra de la guerra; tanto que una vez un personaje que yo estimaba, escuchando mis gritos me advirtió: – ¡Pero usted quiere dejarse matar!…
[…] En el «mayo radiante» de 1915, fui llamado a las armas. […]
¡La trinchera! En ella, de la escuela pasé a la vida, entre los brazos de la muerte con las salvas de los cañones. Lodo, frío y suciedad amortiguaron un amargo descubrimiento: que los soldados eran todos contrarios al homicidio llamado guerra, porque el homicidio era matar al hombre. Todos detestaban la guerra… […] Estábamos en Oslavia, cerca de las ruinas llamadas Pri-Fabrisu: el recuerdo de esa agonía (de “agón” o “agone”) sufrida en esos sitios lo dejé escrito, más tarde, durante los tres años de hospital, en un poema que llevaba como título I volti dei morti (Los rostros de los muertos). Me acuerdo del último verso que decía: “Esta maldición de la guerra” [2]».
Giordani fue herido gravemente, y al volver de la trinchera estuvo tres años en el hospital militar de Milán, con daños irreversibles en una pierna. Por lo tanto, su pacifismo se funda en la experiencia vivida. Actuando luego en la vida política, su objetivo fue siempre el diálogo con todos, incluso con el que tenía un pensamiento opuesto al suyo, pues estaba convencido de que el hombre siempre debe ser bien recibido y comprendido. Nunca se refugió en posiciones absolutas. Así nos cuenta de su discurso en el Parlamento italiano en favor del Pacto Atlántico:
«En la Cámara de Diputados, recuerdo el discurso que pronuncié el 16 de marzo de 1949, […] acerca del Pacto Atlántico, que muchos presentaban solamente en su aspecto de anticomunismo, o sea de equipamiento bélico contra Rusia. […] Dije que toda guerra es un fracaso de los cristianos. “Si el mundo fuera cristiano, no debería haber guerras… […] La guerra –agregué– es un homicidio, un deicidio (asesinato de Dios en su efigie: o sea en el hombre que es su imagen) y un suicidio” [3]».
El discurso de Giordani fue aplaudido por la derecha y por la izquierda. Paciente tejedor de relaciones, puso en claro el valor, muy positivo, de una opción por parte de Italia que podía ser interpretada en favor de la guerra. Giordani estaba bien convencido de que para la paz hay que intentarlo todo, más allá de la posición estratégica de los bandos, y deseaba que la política cristiana estuviera en condiciones de actuar entre las polarizaciones existentes en ese momento, para erigirse en una fuerza de paz.
Escribe en 1953:
«La guerra es un homicidio a la grande, revestido de una especie de culto sagrado […]. La guerra es para la humanidad lo que la enfermedad para la salud, o el pecado para el alma. Es destrucción y vergüenza; ataca al alma y al cuerpo, a los individuos y a la colectividad.
[…] La finalidad puede ser la justicia, la libertad, el honor o el pan; pero los medios producen una tal destrucción de pan, de honor, de libertad y de justicia, más allá de las vidas humanas, entre las cuales mujeres, niños, ancianos, inocentes de todo tipo, que anulan trágicamente la finalidad misma que se había propuesto.
En sustancia, la guerra no sirve para nada, salvo la destrucción de vidas y riquezas[4]».
Pues bien, Giordani nos recuerda que la paz es el resultado de un proyecto de fraternidad entre los pueblos, de solidaridad con los más débiles y de respeto recíproco. Así se construye, hoy también, un mundo más justo.
[1] Igino Giordani, La inutilidad de la guerra, Ciudad Nueva, Buenos Aires. [2] Igino Giordani, Memorias de un cristiano ingenuo, Ciudad Nueva, Buenos Aires. [3]Idem [4] Igino Giordani, La inutilidad de la guerra, Ciudad Nueva, Buenos Aires.
«Creo que el Padre Pepe, después del Padre Silvano Cola, ha sido el sacerdote focolarino más carismático que he conocido», así se expresó un sacerdote italiano cuando supo de la noticia del fallecimiento del Padre Enrico Pepe, ocurrido el 2 de marzo de 2025 en el focolar sacerdotal de Grottaferrata (cerca de Roma). «Era una persona que tenía una mirada pura. Veía a las personas en la verdad y también con misericordia», así decía otro sacerdote de los Estados Unidos. Y el Cardenal João Braz De Aviz, prefecto emérito del Dicasterio para la vida consagrada, en la homilía del funeral que él presidió: «Agradezco al Señor por cómo el Padre Pepe nos cuidó a nosotros sacerdotes, ayudando a muchos a no extraviar el regalo de la vida cristiana y del sacerdocio ministerial, porque nos consolidó en la búsqueda continua de la unidad entre nosotros, con la Iglesia y con la Obra de María».
Pues bien, ¿quién era el Padre Enrico Pepe? Él mismo nos cuenta algo en su libro Un’avventura nell’unità (Una aventura en la unidad), Città Nuova, 2018).
Enrico nació el 15 de noviembre de 1932 en el pueblo de Cortino (en la provincia de Téramo, Italia), y era el primero de nueve hermanos y hermanas. Aun en medio de las sombras de la guerra, vivió una infancia feliz. Volvía siempre de buen grado a esos lugares, también para encontrarse con el calor de su familia: la “tribu” Pepe, con 76 entre sobrinos y sobrinos nietos.
Ya en la adolescencia, siente la vocación al sacerdocio y entra al seminario. Vive un momento de duda cuando una joven le expresa su afecto, pero justamente en esa circunstancia renueva con mayor conciencia su elección.
Es ordenado sacerdote en 1956 y en 1958 el obispo lo manda a Cerchiara, un pueblo a los pies de los Apeninos, dividido entre dos facciones políticas que impactan también la parroquia. El Padre Enrico, con su “astucia” evangélica, consigue hacerse camino y la situación se tranquiliza.
En 1963 conoce el Movimiento de los Focolares. Con el Padre Annibale Ferrari cada quince días van a Roma a encontrarse con el Padre Silvano Cola en el primer focolar sacerdotal. Un año más tarde, le propusieron ir a Palmares en el Noreste de Brasil, desde donde el obispo Monseñor Acacio Rodrigues había recurrido a los Focolares por la gran falta de sacerdotes. En 1965 el Padre Pepe fue nombrado párroco en Ribeirão, en una zona de cultivo de la caña de azúcar, con candentes problemas sociales y morales. Él da una respuesta pastoral iluminada por el Concilio Vaticano II y por su sentido común. Allí, con los años, nacerá un focolar sacerdotal del que también participaba muy a menudo el mismo obispo Acacio.
Con Chiara Lubich, Brasil, 1965.Con su hermana Iole, julio de 2024.Con Margaret Karram, 2022.
Tras haber transcurrido algunos meses en su Italia natal, parte nuevamente a Brasil, pero esta vez para dedicarse completamente al Movimiento y transmitir el espíritu de la unidad entre los sacerdotes. En 1972, con ese objetivo, se traslada a la Mariápolis Araceli, la ciudadela de los Focolares, cerca de San Pablo. «La Iglesia en Brasil –escribirá años después al Papa Francisco– atravesaba en ese entonces una crisis tremenda, sobre todo en el clero. Junto a los focolarinos y las focolarinas empecé a ofrecer a los sacerdotes y a los seminaristas diocesanos y religiosos la espiritualidad de la unidad. De esa manera se despertó una vida nueva, dinámica, en muchas diócesis y congregaciones religiosas». Con un fruto inesperado: «Al comienzo de la década de 1980, la Santa Sede empezó a nombrar obispos a algunos sacerdotes que vivían esta espiritualidad».
En 1984 le piden al Padre Pepe que vaya a formar parte del Centro Sacerdotal de los Focolares en la localidad de Grottaferrata (cerca de Roma), para tener a su cargo, junto con el Padre Silvano Cola, a los miles de sacerdotes que viven la espiritualidad de la unidad y coordinar la vida que florece en muchas parroquias de todo el mundo. En el tiempo libre, trabaja en la recopilación de vidas de Mártires y Santos. De allí nacerá un libro de la editorial Città Nuova, tan apreciado que se le pide que lo amplíe a tres volúmenes.
En 2001, estalla el caso del arzobispo de Zambia Milingo. Cuando éste se arrepiente, la Santa Sede busca a quién encomendarlo para que pueda recuperarse, y se dirige al Movimiento de los Focolares, Se le asigna al Padre Pepe esa tarea. Años más tarde, el Cardenal Bertone, en ese momento Secretario del Dicasterio para doctrina de la fe, le escribirá al Padre Pepe: «Nos conocimos en un momento especial de la vida de la Iglesia de Roma, sin que nos hubiéramos encontrado nunca, pero percibimos una tal convergencia de ideales, de misión y de transmisión del amor misericordioso de Dios, que todo ello selló nuestras relaciones».
Durante los últimos años, su salud le presenta nuevos retos. «En Brasil –comenta el Padre Pepe– he pisado tantos aeropuertos… y ahora me encuentro a menudo en la pista de despegue, listo para el último vuelo, el más bonito, porque nos lleva a lo Alto».
Era una tarde preciosa, un clima ideal. El malecón de Lima estaba lleno de gente: familias enteras disfrutando de la playa, padres e hijos que llegaban con sus tablas y el equipo para practicar surf, escuelas de surf con sus maestros, turistas y gente vendiendo bebidas y todo lo necesario para ofrecer a ese enjambre de posibles compradores.
Estábamos acompañando a un amigo del norte del Perú que había venido a visitarnos. Con Marcelo lo llevamos hasta los lugares más amenos y atractivos. Al horizonte se veían los surfistas cabalgar con destreza las altas olas del océano Pacífico, que de pacífico tiene bien poco o nada. ¡Un verdadero espectáculo! El sol se preparaba para la última escena del día con una puesta exclusiva, pintando el cielo de un anaranjado rojizo fuego.
En ese hermoso contexto, donde solo una cierta clase social puede acceder, todo se desarrollaba a las mil maravillas. En el medio de la multitud, noté a un hombrecillo delgado como un palillo cargando cuatro bolsas de reciclado que él mismo había ido recolectando: cartones, botellas de plástico, de vidrio, otros materiales de descarte… Este ser diminuto, completamente invisible en ese ambiente, se preparaba para subir unas altas escaleras que llevan al pasaje aéreo que atraviesa la autopista de un lado al otro, de la playa a la carretera. Parecía una hormiguita con una carga tres veces su peso.
En esa multitud sin rostro, su presencia atrajo toda mi atención. “Ven, siéntate un ratito junto a mí”, le dije, señalándole el lugar vacío a mi derecha del banco en el que estaba sentado. Me miró sorprendido y sonriente. Dejó sus bolsas y se sentó. “Hola, me llamo Gustavo, ¿y tú?”. “Arturo”, respondió con una amplia sonrisa que mostraba una boca desdentada. Me explicó que venía de lejos y que tenía que pasar al otro lado de la autopista, subiendo la impresionante escalera, para tomar el bus que lo llevaría hasta su casa. Allí, en su barrio, vendería todo el material descartado que había recolectado. Era su trabajo cotidiano para lograr sobrevivir, él y su familia.
Marcelo le ofreció 5 soles, el precio del pasaje en bus. Lo saludamos estrechando calurosamente su mano llena de sudor, deseándole buena suerte. Mientras subía las escaleras, cargando con sus bolsas, cada tanto dirigía su mirada hacia nosotros y nos regalaba su sonrisa desdentada.
En medio de la multitud sin rostro, Arturo pasó a ser la persona más importante, la que tocó nuestros corazones, la que nos movilizó interiormente, quien nos conectó con las bienaventuranzas, con el modo de mirar de Dios.
Bahía Blanca es una ciudad ubicada junto al mar, justo donde comienza la Patagonia Argentina. Con 370.000 habitantes, es el centro económico, religioso y cultural de toda una vasta región. A pocos kilómetros, otras 80.000 personas, viven en la ciudad de Punta Alta. Juntas, cuentan con un Polo Petroquímico importantísimo, un grupo de 7 diferentes puertos (multipropósito, cerealero, de frutas, pesca, gas, petróleo y fertilizantes) y la principal Base de la Marina Argentina.
En esta región, la media de lluvias que se puede esperar que caiga en todo un año es de 650 mm., pero el viernes 7 marzo 2025, se precipitaron 400 mm en apenas 7 horas. Semejante cantidad de agua, en su recorrido hacia el mar, aumentó su velocidad y arrasó con todo lo que encontró a su paso. Puentes, canales, vías férreas, rutas, calles, automóviles, casas, comercios… y personas.
La población se encontró de repente con una escena dantesca de proporciones inimaginables, como si se hubiera tratado de un tsunami. Un corte abrupto del servicio de energía eléctrica, interrumpió también las comunicaciones telefónicas y de esta manera nadie tenía una idea de cómo estarían las otras personas, la familia, amistades y compañeros de trabajo.
Sin embargo, algo dentro de esta comunidad despertó y el conjunto de todas las leyes universales se comprimió en un sólo verbo: Servir.
A medida que el agua y el barro lo iban permitiendo, miles y miles de personas comenzaron a volcarse a las calles. Cada uno realizaba un primer chequeo de daños en su propia casa, pero inmediatamente la mirada se trasladaba al vecino, para ver si necesitaba ayuda. Quien lograba acomodarse un poco, se ponía a total disposición para ayudar a los demás. Todos fuimos testigos y protagonistas de un milagro gigantesco que se multiplicó, con una creatividad y una contundencia maravillosas.
Recuperando fotografias de una mujer ancianaJovenes preparando comidas para distribuir en las zonas inundadasDistribuyendo las donaciones
Sólo valía la entrega de tus proprias manos, ayudando a retirar el agua y el barro de las casas, limpiando, ordenando, buscando trapos, baldes con agua, desinfectante, llevando heridos a los centros de salud, atendiendo mascotas, alojando a otras personas que lo perdieron todo, empujando, alentando, abrazando, compartiendo cada dolor. Nadie se daba el permiso de quejarse demasiado: “Para mí fue muy difícil, pero al lado de lo que le tocó a otros…” se decían.
Mientras ayudaba a unos amigos, se acercó un matrimonio repartiendo empanadas gratuitamente. Otros, algo para beber. Quienes disponían de algún generador de energía lo ofrecían para recargar las baterías de los teléfonos. Otros ofrecían bombas para retirar el agua. Una óptica ofrecía lentes gratuitamente para quienes habían perdido los suyos. Una señora regalaba desinfectantes, un médico recorría los domicilios, un señor ofrecía sus servicios de albañilería y otro de mecánico automotor. Todo circulaba: Velas, alimentos, ropa, pañales, colchones, agua potable, escobas, manos, más manos y más manos.
Un bar ofrece chocolate caliente gratisLlegan donaciones de colchonesVoluntarios limpiando un jardin de infantes
Y luego llegó la solidaridad de todo el país y de personas del mundo entero. En camión, en tren, en bus, en camionetas… toneladas de donaciones, que necesitaban de más voluntarios para la carga, descarga, clasificación y entrega. Voluntarios que no dejaban de multiplicarse. Y también dinero, entregado con muchísima generosidad. Parroquias, clubes, escuelas, empresas, todas las organizaciones existentes dieron todo lo que pudieron. Y también otro tipo de organización: los grupos de amigos. Como una especie de patrullas, espontáneamente cada grupo de amigos se puso en sus hombros un pequeño sector de la ciudad en donde se veía que sería más difícil que la ayuda gubernamental pudiera llegar a tiempo. Recorren aún hoy casa por casa, puerta por puerta y anotan todo tipo de necesidades. Luego se encargan de cubrir puntualmente aquello que fuera necesario.
Todas las manos de esas personas, aún sin saberlo, sin creerlo o sin imaginarlo se han transformado en “manos divinas”. Porque es la manera más concreta que Dios utiliza para llegar a quién lo necesita. Personalmente viví momentos de mucha preocupación al no poder saber cómo se encontrarían mis hermanos, o mis amigos. Quería llegar a ellos, pero resultaba imposible. Entonces decidí brindar mi ayuda allí donde pudiera llegar. Figurativamente lo llamé mi “metro cuadrado”. Más tarde pude llegar hasta mis seres queridos y encontré en cada caso que muchísimas otras personas, desconocidas, habían estado ayudando allí, donde yo no había podido.
Luego de varios días, en algunos sectores de la ciudad el agua no termina de retirarse. El dolor y las dificultades persisten. Las pérdidas han sido enormes. Y aun así encontrarás por todos lados gente con grandes ojeras y muchos dolores musculares, por haber estado brindándose casi sin descanso. Pero con el corazón a flor de piel y la plenitud en la mirada, por haberlo dado todo por los demás.
En este año dedicado al Jubileo de la Esperanza, los Gen4 de Roma – los niños del Movimiento de los Focolares – han iniciado un camino por etapas para profundizar en la historia del cristianismo y entender cómo vivir el Jubileo en su ciudad que acoge a millones de peregrinos de todo el mundo. Las etapas se refieren a las basílicas vaticanas en Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros, Santa María la Mayor. Como guía buscaron la ayuda del Padre Fabio Ciardi, OMI, profesor de teología espiritual y autor de numerosos libros y publicaciones.
Primera etapa: Basílica de San Pedro
En octubre de 2024, dos meses después del inicio del Jubileo, 33 niños y otros tantos adultos, antes de entrar en la Basílica de San Pedro, pudieron vivir la experiencia de una realidad muy especial, situada junto a la residencia donde se aloja el Papa Francisco. Es el Dispensario de Santa Marta, un lugar donde el Evangelio se hace carne cada día y se manifiesta a través de la ayuda a cientos de madres y niños. Una oportunidad para explicar a los Gen4 cómo pueden vivir concretamente el Jubileo ayudando a los demás.
“Se trata de un auténtico centro médico familiar, que inició esta obra de atención a los niños pobres y a sus familias en 1922 – explica el padre Fabio -. Hoy son más de 400 los niños que, junto con sus madres, son atendidos gratuitamente por unos sesenta médicos voluntarios. “Se trata en su mayoría de personas sin permiso de residencia y sin asistencia sanitaria”. Consultas ginecológicas y pediátricas, pero también visitas al dentista para personas sin techo.
El padre Fabio luego vincula su relato con la historia de San Pedro a través de algunos dibujos. Los niños escuchan en solemne silencio su voz a través de los auriculares: “Jesús encuentra a Simón el pescador y le invita a seguirlo. «Ven conmigo», le dice, «te haré pescador de hombres». Y le da un nombre nuevo, lo llama Pedro, que significa roca, porque quiere edificar sobre él su Iglesia”. Y mientras continúa la historia, nos trasladamos a la basílica para orar ante la tumba de San Pedro. “Pedro llegó a Roma. Cuando Nerón quemó la ciudad culpó a los cristianos y Pedro fue asesinado en el circo del emperador Calígula que Nerón había restaurado… y finalmente la tumba de San Pedro en su basílica”. Hay una atmósfera de recogimiento entre los Gen4, a pesar de la gran afluencia de turistas en esta tarde de sábado romano. Dirigiéndonos hacia la Puerta Santa se camina descubriendo algunas obras de arte. “Esta Virgen era muy querida por Chiara Lubich”, dice el padre Fabio en la nave derecha: “cada vez que venía a la basílica se paraba aquí para rezar a María”.
La etapa en San Juan de Letrán
Llega así la segunda etapa en enero de 2025. Esta vez el grupo es más numeroso: 140 personas, incluidos 60 niños, siempre bajo la guía experta del padre Fabio, se reunieron para descubrir la Basílica de San Juan de Letrán, llena de sorpresas y tesoros vinculados a la historia del cristianismo. Atentos y curiosos, con los auriculares puestos, durante poco más de dos horas los Gen4 permanecieron escuchando el intenso relato del Padre Fabio.
Gen4 en San Juan de Letrán Gen4 en San Juan de LetránGen4 en San Juan de Letrán
“Ha sido bonito contar la historia del obelisco, explicar el significado del claustro – escribe el padre Fabio en su blog -, ha sido bonito contar las historias de San Juan Bautista y San Juan Evangelista y dejar que los niños fueran y descubrieran sus estatuas en la basílica. Ha sido bonito mostrar la antigua silla del Papa y la actual, en la que se sienta para tomar posesión de su cargo. Ha sido hermoso señalar las reliquias de la mesa en la que Jesús celebró la Última Cena y aquella en la que Pedro celebraba aquí en Roma. Ha sido bonito cruzar juntos la Puerta Santa… Ha sido bonito estar con los niños y contarles cosas bonitas…”
Los niños ya han construido una relación especial con el padre Fabio. Caminan junto a él en la basílica, le estrechan la mano, le hacen preguntas para aprender más. “Pero, ¿cómo es el Paraíso?”, pregunta un Gen4. “Imagina un día de escuela con muchas tareas. Cuando terminas, vuelves a casa y la encuentras hermosa, acogedora, cálida, con tus padres, abuelos, amigos que te dan alegría y atención. Te sientes feliz en ese momento, ¿verdad? Y así es el Paraíso: un lugar donde te sientes bien, ¡donde te sientes como en casa!”. Esta etapa también termina. Regresamos a casa felices y conscientes de que el Jubileo debe ser para nosotros un momento para dar esperanza y felicidad a los más desfavorecidos, a nuestros pobres, a los que sufren.
El viaje sigue, pero las buenas oportunidades se renuevan con las otras generaciones.
A la espera de continuar este viaje con los Gen4, los Gen3 (40 adolescentes), los Gen2 (30 jóvenes) y un grupo de adultos, fascinados por la experiencia positiva que los niños estaban viviendo con el Padre Fabio, quisieron hacer el mismo itinerario, siempre guiados por él.
“Primero los niños, luego los adolescentes, luego los jóvenes y los adultos. San Juan de Letrán, San Pedro, San Pablo y Santa María la Mayor. Así vivo y hago vivir el Jubileo”, escribe el padre Fabio en su blog. “Hablo de historia, de arte, de espiritualidad, porque todo está entrelazado, lo humano y lo divino, el pasado y el presente. Son monumentos vivos, que después de cientos de años siguen hablando y siguen contando cosas siempre bellas”.
Gen 2 en San Pablo ExtramurosGen 2 en San Pablo ExtramurosGen 2 en San Pablo Extramuros
Y los jóvenes agradecieron al Padre Fabio “por haber preparado nuestros corazones para tan bella experiencia, nos ayudó a recorrer juntos esta etapa del Año Santo, con profundidad e ironía. “Nos gustó mucho el ambiente que has conseguido crear, despertando en nosotros el deseo de visitar juntos otros lugares romanos importantes para los primeros cristianos y el deseo de profundizar en el significado de ser peregrinos en camino hacia la meta del Paraíso”.