Gustavo Alvarado
«Antes de venir a vivir en el focolar de San Salvador, –desde el que tenemos contacto con varias naciones de Centro América- conocía solamente por las noticias los sufrimientos de estos pueblos. Eran cosas que no lograba entender profundamente, habiendo nacido en un lugar donde, desde el 1 de diciembre de 1948, fue abolido el ejército y donde no ha habido ningun guerra civil. Esto ha permitido a Costa Rica un cierto desarrollo económico y social, distinto del resto de naciones hermanas.
Me sentí, en cualquier caso, “en casa” cuando me mudé aquí, quizá sea también por los años vividos en otra nación de Sudamérica –Venezuela-, más grande que la mía, experiencia que en cierto modo, amplió mis horizontes humanos. Aquí he encontrado muchos
males que están en todos sitios: pobreza, corrupción, desequilibrios sociales, injusticia, inseguridad personal, pero quizá por todo esto y a pesar de esto, las personas saben luchar cada día por el pan cotidiano, e incluso habiendo vivido cosas atroces, han “aprendido a sufrir”, yendo más allá de la dificultades.Aquí no han existido solamente
guerras cruentas, sino también terremotos, inundaciones y otras tragedias. La solidaridad es un valor presente entre la gente. La mujer, debiendo afrontar distintos tipos de opresión, es fuerte, decidida, “batallera”. En este contexto,
el Ideal de vida presentado por el Movimiento de los Focolares responde ampliamente a las aspiraciones más profundas de la gente, donde hay descendientes de europeos, de africanos, de mestizos, de indígenas… El encuentro con la figura de
Jesús Abandonado, reconocido en cada situación dolorosa, hace que el miedo se desvanezca. En estos años, he vuelto a descubrir la sabiduría del “
hacerse uno” con el otro: para amar a un pueblo basta lograr vivir así, hasta el fondo, con la persona que tienes delante. De este modo, cada día me encuetro enriquecido con la nueva experiencia de la unidad vivida».
A cargo de SSA
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