«Es paradójico que la nueva Europa, nacida con la caída del Muro de Berlín, esté tentada, víctima del miedo, de encerrarse dentro de nuevos recintos, construyendo otros muros, con la ilusión de poder detener la historia que, una vez más, llama a sus puertas», afirma la presidente de los Focolares, María Voce, durante el congreso con 1700 representantes de Movimientos y Comunidades, que precede la gran manifestación pública del 2 de julio en el centro de Múnich. Presenta dos ejemplos que muestran cuán lejos están los ideales de unidad política, identidad, solidaridad y colaboración: «por una parte la gran lentitud para intervenir con ayudas y los encendidos debates que siguieron a la crisis de la deuda en Grecia y que han amenazado fuertemente las bases de la solidaridad entre los Países miembros de la Unión, llegando incluso a la hipótesis de la salida de Grecia del Euro; y por otro lado, la posibilidad de que Gran Bretaña decida salir de la Unión Europea, de forma deliberada y a través de un referéndum. También en este caso la cuestión de la solidaridad es central, porque la salida de la Unión no es como abandonar un club, sino que equivale, radicalmente, a abandonar a los socios con los cuales ya no se comparte más la misma motivación para estar juntos, el pacto fundacional». «Europa atraviesa la noche de sus principios, la noche de su rol en el mundo, la noche de sus sueños», afirma, vinculada a una gran desorientación provocada por la aparición de tres crisis contemporáneas: la crisis migratoria, económica y demográfica. ¿Cuáles son las razones más profundas de la situación de debilidad de la Europa de hoy? María Voce las atribuye a «la negación de Dios y de lo trascendente, fruto de la progresiva afirmación y difusión de la cultura laicista que quiere prescindir de todo vínculo con lo sobrenatural. Europa, en búsqueda de una total libertad, ya no reconoce que la propia cultura ha ido formándose a través de 2000 años de tradición cristiana; negar esto significa cortar las propias raíces y encontrarse como un árbol sin vida». «Por tanto ¿Todo se derrumba? ¿Se está destruyendo el sueño de unidad del continente?», se pregunta, pero la esperanza proviene precisamente del estar « aquí juntos, Movimientos y comunidades cristianas de Europa, porque creemos que existe algo que no se derrumba. Es el Amor. Es Dios Amor». «Todos nosotros – continua –podemos testimoniar, juntos, que un día hemos encontrado a Cristo y nos hemos dejado fascinar y atrapar por su Evangelio. Vivir sus palabras nos ha empujado a cambiar empezando por nosotros mismos para ir hacia los demás, construyendo relaciones de amor evangélico y haciendo surgir comunidades que son levadura en cualquier lugar en el que actúan. Hemos vuelto a descubrir una disponibilidad y apertura hacia todos, yendo más allá de los confines entre las Iglesias, entre las religiones, entre las razas y las culturas, en un diálogo a 360º hasta descubrirnos todos hermanos. De esta manera hemos descubierto la raíz de nuestra cultura europea y, sobre esta base, hemos intentado interpretar el tiempo presente que involucra, como nunca, al entero planeta y a toda la Humanidad, en una prospectiva que tiende al mundo unido. De hecho, actualizar hoy los ideales de paz, de justicia, de libertad, de igualdad, significa tener una dimensión universal que hace posible la fraternidad. Es necesario cultivar una visión consciente y responsable de un futuro de integración creativa, cuyas identidades no se anulan sino que juntas crecen, se enriquecen, actúan en favor de un mundo más justo y equitativo. Hace falta superar el paradigma de la seguridad entendida como protección y rechazo, una seguridad sólo ilusoria, para entrar en aquél más amplio de la “seguridad humana”, es decir una seguridad que considera en primer lugar a las personas y su destino, la preservación de la vida, la prospectiva de la esperanza». Una integración creativa, concluye, que « puede verse como un proyecto también en la red de nuestros Movimientos: todos hijos de Dios, unidos y diferentes, vinculados por el amor recíproco que genera la presencia de Dios entre nosotros (“Donde dos o más están unidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” MT 18, 20). Es Él el don más grande que esta red de Movimientos y comunidades puede dar a Europa. Ésta es nuestra respuesta: el Resucitado entre nosotros que, a través de nuestros carismas, consuela, reanima, renueva. Juntos por Europa nos parece que es justamente el sujeto capaz de inspirar a las personas individualmente o asociadas, en su compromiso por una Europa libre, reconciliada, democrática, solidaria y fraterna: no un “viejo” continente, sino un continente vivo y vivaz, que descubre que tiene un proyecto para realizar y que puede ser un don para el resto de la Humanidad». Congreso Juntos por Europa – Múnich de Baviera, 1º de julio de 2016 Intervención de María Voce (texto integral)
Ser madres/padres de todos
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