En diciembre la presidente del Movimiento de los Focolares, María Voce lanzó una campaña internacional para frenar el conflicto sirio y pedir que las tratativas de paz se retomen por el bien de millones de ciudadanos inermes e indefensos: el Time out. Un minuto de silencio y de oración por la paz en todo el mundo a las 12 (hora local), ahora con la intención particular de la paz en Siria.
Algunos amigos de la comunidad de los Focolares nos escriben desde Damasco y de Aleppo: «Veintidós meses de dolores indescriptibles e innumerables, que dejan su huella. Así encontramos a nuestra Siria y a nuestro pueblo. Pasamos la frontera libanesa, después de un viaje agradable por caminos de montaña, poco transitables por la nieve que había caído en abundancia días atrás. Se respira en el aire una especie de profunda inquietud, a pesar del cielo azul tranquilizador.
Las revisones de control en los puestos de bloqueo son meticulosos: encontramos más de uno entre la frontera y la periferia de la capital antes de llegar al barrio donde vive una familia que nos alojará en los próximos días, hasta que el pequeño alojamiento puesto a disposición generosamente por la Iglesia local esté disponible. ¡Todavía no hemos llegado y ya los celulares comienzan a sonar recibiendo llamadas o mjs, son nuestros amigos de Aleppo, de Hama, de Damasco, que quieren darnos un saludo de bienvenida! La alegría es profunda, contenida, tiene sabor de temor por el futuro incierto. Desde la periferia los rumores de morteros y cañones son raros.
Las noticias en la TV son poco alentadoras, hablando con uno de los amigos se comprende mejor la amplitud del drama que se está viviendo en su carne la gente. Un juego preparado desde hace años, que pretende cambiar la configuración del Medio Oriente y frente al cual uno se siente pequeño e impotente. La política internacional y regional parece lejana, como a mil millas, del sufrimiento de la gente, como si no fuera tomada en consideración. Y la gente está cansada. Desde Aleppo nos cuentan en pocas frases por teléfono (que milagrosamente, ¡funciona!), de las constantes privaciones, del frío penetrante, del agua y la electricidad que faltan, del pan que rara vez se ve o se lo encuentra a un precio exorbitante, de las venganzas y rapiñas con el objeto de lucrar en una ciudad que era el centro industrial y comercial del País. Hablan de la muerte que está siempre en la puerta y de la ayuda providencial de Dios. Pero están extenuados».
Y aún más: «Volvemos de la misa y llega la noticia terrible de la matanza en la universidad de arquitectura de Aleppo, a causa de dos misiles caídos allí y cerca del lugar donde se encuentran muchos refugiados. Tratamos enseguida de ponernos en contacto con nuestros amigos del lugar: un profesor y dos estudiantes. Sus voces están conmovidas. Hablan de escenas indescriptibles. Uno de ellos se tiró atrás de un auto, vio volar cuerpos por el aire, oyó los gritos de las madres buscando sus hijos. El profesor nos cuenta: «Hoy era el primer día de exámenes, la campana ya había sonado y estábamos retirando los exámenes. Un alumno nos suplica que le demos algún minuto más, había llegado tarde por culpa de las calles bloqueadas. Los colegas no quieren, al final logro convencerlos. Pasan por lo menos cinco minutos, el alumno entrega su examen, bajamos al patio para irnos. ¡Veo sobre mi cabeza pasar primero un rayo, luego otro! Minutos atrás yo estaba exactamente en el lugar donde cayeron. Encuentro el auto con el techo hundido, los vidrios rotos. Pero fuimos salvados gracias a un acto de amor hacia un estudiante».
Fuente: Città Nuova – Diario desde Siria/1 – Diario desde Siria/2 – Diario desde Siria/3
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