Movimiento de los Focolares

Irak intenta renacer

Oct 13, 2016

Guerras y continuos desórdenes han puesto de rodillas a un País que en sí es floreciente y acogedor. Frente a muchos que decidieron emigrar, hay quien decidió quedarse y quiere volver a empezar a vivir, encontrando la fuerza en el Evangelio vivido.

20161013-01Inestabilidad política, precariedad económica, corrupción, extremismo religioso, reducción de las ofertas educativas. Estas son sólo algunas de las causas que impulsan a la población iraquí a una emigración sin precedentes. Hoy, quedarse en Irak, es una decisión realmente difícil. Sobre todo si eres cristiano. Y a pesar de todo Irak dispone de abundantes recursos naturales y su pueblo es rico de humanidad y de gran capacidad de inclusión. Basta pensar en la pluralidad de culturas, lenguas, religiones, en las diferentes etnias que durante siglos han sabido convivir en paz. Morada del patrimonio cristiano desde sus orígenes, desde hace dos mil años Irak ha sido la casa natural de comunidades cristianas muy vivas. Al encrudecerse la guerra, hoy se han convertido en objeto de discriminación y persecución. El suceso más atroz se dio hace dos años, cuando los extremistas del ISIS tomaron Mosul y toda la llanura que la rodea: en pocas horas miles de cristianos tuvieron que abandonar sus casas y, con sólo la ropa encima, entre mil inconvenientes y peligros, tuvieron que huir y después emigrar hacia Jordania o Líbano, donde han encontrado asilo en campos improvisados para prófugos. Según algunas estadísticas, los cristianos, que eran un millón y medio en el 2003, hoy no alcanzan los 300.000. También la comunidad de los Focolares ha sufrido los efectos devastadores de esta barbarie. Pero, ya sea los que han dejado el país, ya sea quien se ha quedado – concentrados en las ciudades de Erbil, Baghdad y Basora, y en Dohuk – tratan de transmitir paz en todas partes, construyendo puentes de solidaridad. De todos modos, mientras que en los congresos de verano de algunos días de duración, característicos de los Focolares, las Mariápolis, en un  pasado se reunían más de 400 personas, en el congreso realizado del 9 al 11 de septiembre de este año, estuvieron apenas unas 40 personas. Pero la disminución numérica no ha influenciado el perfil cualitativo, que ha crecido decididamente en intensidad y profundidad, y esto también porque el tema central puso el acento sobre las relaciones interpersonales que hay que vivir a la luz de la misericordia. Hospedados en un convento en Sulaymaniya, cerca de la frontera con Irán, los participantes han vivido tres días de verdaderos ejercicios de amor recíproco. Nos cuenta Rula, focolarina jordana del focolar de Erbil: «Hemos rezado, jugado, paseado en un clima de familia, experimentando la verdadera comunión. En el momento dedicado a la familia, se puso en acción una comunión tal que ha permitido hablar de la relación de pareja, del desafío de la inmigración, de cómo conciliar trabajo y familia, de la educación de los hijos… Por su parte, los jóvenes, por medio de coreografías, han mostrado cómo llegar a ser puentes de los unos hacia los otros». La Mariápolis ha contado también con la presencia del obispo de Baghdad, Mons. Salomone, quien ha inflamado a todos con sus palabras: «Jesús nos pide que seamos fermento en este mundo. Me alegro de que hayan elegido esta ciudad para encontrarse porque, aunque sean pocos, seguramente dejarán aquí la típica huella de quien se empeña seriamente en vivir el Evangelio». El focolar trata de sostener  a todos los que se han quedado, como también a quien decide partir, pues sabe que no es fácil, sobre todo para los jóvenes, vivir sin poder proyectar el propio futuro.  «Vemos que a pesar de encontrarse en el extranjero continúa Rula –  todavía quieren permanecer en contacto. Un joven, desde un campo de refugiados, nos ha escrito diciéndonos que la espiritualidad de la unidad es la única luz que lo sostiene y que el tratar de amar a los demás, da sentido a la interminable espera que está viviendo». Entre las muchas experiencias compartidas en la Mariápolis, resulta emblemática la de un cirujano de un hospital público. Dado que los médicos no reciben con regularidad los sueldos, trataban de programar las operaciones por la tarde, cuando se realizan sólo las que son de pago. Pero él ha decidido ayudar al mayor número de personas posible, fijando todas las citas por la mañana. Al principio los colegas lo criticaban, pero después, poco a poco, también ellos han decidido hacer como él.

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