Movimiento de los Focolares

La caridad principio social

Sep 20, 2012

Publicamos una parte de un escrito de Igino Giordani, en el que, realizando un análisis de los principales aspectos de la revolución traída por el Evangelio en la vida de la sociedad, nos muestra a la Caridad como una gran virtud social.

No se mantiene una sociedad sin justicia; sin embargo, para la sociedad vale mucho más la caridad, que supera la justicia sin anularla.

La justicia funda la sociedad, la caridad la alimenta; una es el cerebro, la otra es el corazón; una es el esqueleto, la otra la sangre.

Roma con su derecho llegó muy lejos en el camino de la civilización: -da a cada uno lo propio-, pero no llegó donde llegó Cristo, que dijo: da a los otros también lo tuyo-.

La justicia dice: -no robar las cosas de los demás-. La caridad propone: -da a aquel que tiene necesidad tus cosas-. O sea con la justicia damos a otros lo que es de ellos; con la caridad damos a ellos también lo que es nuestro.

Es por lo tanto no sólo un restablecimiento del equilibrio pre existente o presupuesto, sino un crecimiento o mejora de ese equilibrio, hacia una equidad a la cual el derecho no llega. Un patrón que da al obrero el sueldo pactado, queda en la justicia; pero si al salario, que es insuficiente para la familia, le agrega más de lo pactado, entra en la caridad. Aquélla no quita; pero ésta agrega. En suma en el derecho, como está codificado y como está entendido, se puede morir de hambre y de abandono; en la caridad no: mientras existe uno que come y vive, dará su propio pan y su propia ayuda también a los demás. Y si la fuerza de la justicia mantiene a los hombres en su lugar fríamente, como objetos en un cajón, la fuerza de la caridad los vincula en una solidaridad familiar, rompiendo los tabiques divisorios y haciendo circular calor y sonrisa.

Fuerza expansiva y cohesiva, más rica y más nutriente que la justicia, la caridad no se queda contenta manteniendo a cada uno en su lugar en el mundo, ella tiende a construir en el mundo un lugar para todos –una familia- siempre abierta y pronta a re-crear las fuentes de la vida y de la esperanza.

Por lo tanto mientras que la Justicia fue representada con los platos de la balanza en la mano y la venda en los ojos, la Caridad tiene en cambio los ojos bien abiertos para ver incluso donde la mirada de los distraídos y de los felices no llega, y no está midiendo lo que da; y ofrece a manos llenas, sin razonar demasiado sobre los méritos de la persona –del hermano- a quien le da.

Este servicio –este prodigarse por los hermanos, este transferir a ellos nuestra fortuna, nuestras fuerzas y nuestra sangre, hace que nuestra vida sea la de ellos- de ordinario, en la identificación cristiana, es un servicio que se da, a través de los hermanos, al mismo Cristo; y –por la reversibilidad del cuerpo místico- un servicio, el más verdadero, el más conspicuo, hecho a nosotros mismos.

Hagamos nuestros intereses cumpliendo con los intereses de los otros: sirviendo. El padre sirve a los hijos, el ciudadano sirve a la comunidad, el sacerdote sirve a los fieles, el que manda sirve al que obedece, y así en más; y todos somos siervos de Cristo, que da la vida por todos.

Este amor nace en el orden de la gracia: pero no se queda allí. Somos cristianos, somos hermanos, si estamos en la Iglesia, siempre: por lo tanto cada sociedad, también civil,  económica, si está compuesta por cristianos, está dentro del ciclo de lo divino y se beneficia de ello. Animada por la caridad, simplifica los propios problemas humanos y conspira a la solución de los problemas eternos.

Esta es la caridad vista como gran virtud social. Y Cristo es un deudor que paga cien por uno. Puede dar una eternidad por un modesto – y tal vez sucio – papel moneda.

La sociedad cristiana, Città Nuova, 2010, pp. 98-101.

 

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