Movimiento de los Focolares

México, familia: acogida recíproca

Feb 1, 2015

Dos esposos mexicanos, a pesar de las heridas de sus familias de origen y de la fuerte crisis en su misma relación, logran recomenzar, por el perdón.

20150131-01Las dos voces se entrelazan en un creciente sufrimiento y esperanza, conmoción y maravilla. Hasta hacerles descubrir el secreto que los lleva a recomponer la unidad que parecía rota irremediablemente. Fili empieza el relato: «Me casé con Nacho hace 24 años y tenemos dos hijos. Yo soy la sexta de once hermanos. Había dolores en mi familia, como el hecho de que mi padre tenía otra mujer y otros hijos y esto me hacía sufrir mucho».

«También yo siendo pequeño – interviene Nacho – sufrí por la ausencia de mi padre y la poca atención de mi madre. Quien se hacía cargo de mí era mi abuela materna. Cuando me casé con Fili estábamos enamorados, pero con un vacío existencial muy grande, en el que cada uno se identificaba con el otro. Unimos nuestras soledades, pero no nos conocíamos interiormente y muy pronto nos dimos cuenta de que no sabíamos amar ni tampoco qué era el amor».

«Nuestros problemas empezaron desde el inicio del matrimonio –prosigue Fili-. Yo era muy celosa y posesiva, al punto que Nacho continuamente tenía que cambiar de trabajo».  «Su actitud – prosigue Nacho – me provocaba rencor, ira y frustración y las discusiones entre nostros no terminaban nunca. En este ambiente tan poco acogedor nacieron nuestros hijos. Tanto yo como Fili, sentíamos un gran amor por ellos, pero no habiendo amor entre nosotros dos, pensábamos suplirlo con cosas materiales, en cambio habríamos debido darles escucha, ternura. Así pasaron 15 años. Desilusionado por esta situación, me fui de la casa. Lo había hecho otras veces, pero todo intento de volver y reconstruir nuestra relación fracasaba. ¿Qué hacer, me preguntaba, cuando una relación está completamente rota?».

Continua Fili: «De hecho, para mí era imposible reconstruirla, tanto que acepté que volviera, sólo porque veía el sufrimiento de los hijos que tenían necesidad de él». «Un sábado en la noche – prosigue Nacho  –  estaba viendo en la TV un programa de boxeo. No me parecía interesante y por eso cambié de canal. Estaban dando un programa religioso y por curiosidad me quedé viéndolo. Había una mujer (después supe que era Chiara Lubich) que hablaba del Amor. Al final de su discurso, pasaron algunas imágenes de la ciudadela del Movimiento de los Focolares de México, que estaba cerca de nuestro pueblo, pero no la conocía».

«Así, al día siguiente – interviene Fili – fuimos a la Misa a El Diamante (que es el nombre de la ciudadela) con toda la familia. Me impreionó la forma como nos recibieron, era como si nos conocieran desde siempre. Faltaba sólo una semana para la Mariápolis, un encuentro que se iba a realizar allí, y decidimos ir. La propuesta del primer día era la frase del Evangelio: “Perdona hasta setenta veces siete”. Me pregunté: ¿pero cómo es posible perdonar siempre? La explicación la obtuve cuando me hablaron de Jesús en el abandono. Él no sólo había perdonado, sino que había dado la vida por nosotros. Me di cuenta de que ante tal amor, mis dolores eran muy perqueños. No fue fácil volver a empezar, pero la Palabra “Perdona setenta veces siete” siempre me ayuda a hacerlo».

«También para mí – confiesa Nacho – esa Mariápolis transformó mi vida. Aprendí a tener confianza en ese Dios para quien todo es posible. Con Fili aprendimos a amarnos en la diversidad. Poco a poco nos volvimos a enamorar el uno del otro. Descubrimos una plenitud de amor nunca antes experimentada, ni siquiera cuando éramos novios, porque ahora nos amábamos en la libertad, en Dios».

 

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