“Yo no estoy de acuerdo con los atentados suicidas”. “Y yo no estoy de acuerdo con los bombardeos en sus ciudades”. Un intercambio de frases entre una joven palestina y un soldado israelí en una alcabala en los Territorios palestinos. Es una crónica “al revés” la que se cuenta desde el gran escenario, en la sala del Centro Mariápolis de Castelgandolfo, donde está en curso el Congreso Mariano Internacional promovido por ser el Año del Rosario convocado por el Papa. Su objetivo es volver a lanzar esta oración mariana definida por él como un “compendio del Evangelio”, y volver a llevar a los hombres de hoy a la búsqueda de la paz y de una nueva dimensión del Espíritu, y a “contemplar a Cristo con los ojos de María”, a ser como Él “constructores de paz” y de “un mundo más cercano al designio de Dios”.

Es una crónica, la que ofrecen las muchas experiencias, que pone en evidencia la potencia del Evangelio capaz de apagar el odio con el amor al enemigo. Es un camino obligatorio “después del 11 de septiembre”, que nos ha puesto ante una bifurcación, y nos toca a nosotros tomar el camino correcto”, como dijo Mons. Piero Coda. Es lo que ha testimoniado también Dieudonné, de Burundi: 12 de sus familiares fueron masacrados bárbaramente, pero no por eso cambia su estilo de vida. Decide poner en acto el arte evangélico del amor también hacia militares que a menudo son personas ‘sin piedad’: puede suceder que los encontramos en un momento en el que necesitan ayuda, como le sucedió a él con un soldado borracho, en la orilla de un puente, a quien socorrió.

Este fragmento de los testimonios injertados en el primero de los cinco cuadros programados durante el Congreso: los 5 misterios de la luz que se presentan, junto a reflexiones teológicas, ayudan a penetrar en las varias etapas de la vida de Jesús y de María. El primer cuadro, el Bautismo de Jesús: “Es una invitación a reconocer a Jesús como hijo de Dios –comentó el P. Fabio Ciardi- de modo que podamos sumergir en las aguas del Bautismo a nuestro ‘hombre viejo’ y hacernos renacer a una vida nueva, para volvernos a encontrar todos hermanos y hermanas en el corazón del único Padre”.

Como puso en evidencia Mons. Domenico Sorrentino, prelado del Santuario de Pompeya, delineando la historia del Rosario, Juan Pablo II invita a dar un paso adelante con respecto al pasado: “No se limita a confiar la paz a la intercesión de María, sino que la presenta como fruto de esta oración que ‘es una oración de paz’, porque haciendo contemplar a Cristo”, “ejerce una acción pacificadora”.

Es una experiencia de contemplación la que están viviendo en Castelgandolfo, no sólo las más de 1500 personas de 70 Países presentes en la sala, sino que llega a los más variados puntos del mundo gracias a la conexión con 11 satélites puestos a disposición con generosidad por ESA, Telepace, la red norteamericana EWTN y la CRC de Canadá que han permitido a muchos canales de televisión nacionales y locales y a través de Internet, transmitir todo el Congreso. Son 7000 los puntos conectados a través de Internet en el primer día. 20.000 las personas calculadas. Sólo algunos flash de los muchos mensajes e-mail llegados de todo el mundo: “Impresionante –escriben desde Amersfoort en Holanda- como la alta espiritualidad y la concreción vayan juntos”. Desde Edimburgo: “Estamos viendo la transmisión. Está llena de luz y nos hace sentir parte de la misma”.

La profunda dimensión espiritual de este evento mariano se anunciaba desde las primeras frases: “Nos detendremos sobre el Rosario que es un reiterado canto de amor a María –dijo el prof. Giuseppe Zaghì, director de la Revista Nueva Humanidad- y es también y sobre todo un abrir los ojos del alma a los misterios de la vida del Hijo de María. Y mientras nosotros abrimos nuestras mentes y nuestros corazones a Jesús, será Jesús quien hablará de María a nuestros corazones y a nuestras mentes con ese hablar que no termina en pobres palabras, sino en criaturas nuevas”.

Uno de los muchos aspectos novedosos de este evento mariano: la aportación de la dimensión carismática a la comprensión vital de María y del Rosario, aporte ofrecido con este Congreso, como respuesta al especial mensaje entregado a Chiara por el Papa, en la Plaza San Pedro, el mismo 16 de octubre 2002, día en el que relanzaba la oración del Rosario.

El momento culminante ha sido la intervención de Chiara Lubich quien ha comunicado los dones de luz de los orígenes de esta Obra, el Movimiento de los Focolares, que la Iglesia ha reconocido como “Obra de María”. Chiara revive uno de los momentos más dramáticos de los inicios: «Un día, bajo un atroz bombardeo que caía directamente sobre nosotros, de
bruces, cubierta de un polvo denso como el aire, mientras me ponía de pie casi por milagro, entre los alaridos de los presentes, tranquila y con mucha paz me di cuenta de que mientras estaba en peligro había experimentado un profundo dolor en el alma: el de no poder recitar más el Ave María».

Más tarde comprenderá: «Pero esta Ave María, anhelada, tenía que ser dicha con palabras vivas, con personas que, como otras pequeñas María, dieran el Amor al mundo». Ese Amor que es Jesús mismo que “Hoy –agregó- podemos ‘generar’ espiritualmente, como promete el Evangelio: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre (en mi amor, explican los Padres) yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,20). Una tarea, ésta, definida en su homilía por el Cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, como “primaria en la sociedad secularizada de hoy”.

La fundadora de los Focolares habló de su descubrimiento del nuevo rostro de María, “de una belleza incomparable”: “toda Palabra de Dios, toda revestida de la Palabra de Dios”, y de la llamada de cada cristiano a repetir, como María, a Cristo, Verdad, Palabra, con la personalidad que Dios ha dado a cada uno”. Una visión “rica de consecuencias, por ejemplo, en el campo ecuménico”. El miércoles darán su testimonio pertenecientes a la Iglesia luterana, evangélica reformada, rumano – ortodoxa y copta – ortodoxa.

Una ulterior novedad que seguirá recorriendo todo el evento es el lugar privilegiado de los espacios artísticos: desde canciones, música, danzas de varias culturas a piezas literarias -de Dante a Sartre- porque de María “no se habla, se canta. El amor florece como poesía” como canta el Gen Verde, inspirado en una meditación de Chiara.

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