«Vale la pena vivir en esta tierra». Así rezan las estrofas de una composición poética palestina, que se recitó teniendo como base un power-point que presentaba los acontecimientos únicos ocurridos en la historia de la humanidad en esta parte del mundo: el nacimiento de Jesús, su bautismo, sus milagros, hasta su aparición a los discípulos de Emaús. Es el número que concluyó la fiesta al final del encuentro de la comunidad de Tierra Santa con María Voce y Giancarlo Faletti. Llegaron muchos de Jerusalén, Haifa, Nazaret, Ramala, Gaza (el grupo fue acogido con un calurosísimo aplauso) y Belén, donde se realizó el encuentro en la tarde del sábado 19 de febrero.

Precisamente esa frase que expresa el alma palestina parece la respuesta inmediata a lo que poco antes había dicho la Presidente de los Focolares, al responder a una pregunta de Ghada de Gaza, que le pedía una palabra para vivir en una situación tan difícil. «Quisiera darles una palabra de esperanza –dijo María Voce-. Hemos visto su situación, siéntanse los predilectos. Están especialmente en nuestro corazón. La Obra de María está con ustedes, toda la Obra de María».

Después tuvo lugar una presentación de varias experiencias de familias, jóvenes y adultos provenientes de varias partes de Tierra Santa, algunas imágenes acompañaron a los presentes en los varios momentos de la historia de la Obra en esta parte del mundo, empezando por las imágenes de la visita de Chiara Lubich en 1956. Se vieron los primeros pasos, realizados en Nazaret, a finales de los años ’60, gracias al Padre Armando Bortolaso, quien se convirtió después en el obispo de Aleppo. Las primeras Mariápolis en los años ’70 con Aletta Salizzoni y Guido Brini y otros provenientes de Líbano. Después, la llegada de los dos focolares en 1977 y en 1980 y el desarrollo de los focolares en medio de los muchos sufrimientos de estas décadas, pero también el progreso y los frutos inesperados en el diálogo en distintos niveles.

Las preguntas a la Presidente y al Co-presidente tocaban muchos puntos: desde los típicos problemas de los jóvenes al dolor, de la elección del propio camino al deseo de santidad despertado por la beatificación de Chiara Luce. Pero sobre todo se concentraron en la realidad específica de este mundo: las divisiones entre los cristianos, las relaciones con los musulmanes y los hebreos, la vida de una minoría, la cristiana, que disminuye cada vez más sin una aparente esperanza para el futuro.

Una nota de esperanza la aportó el Nuncio Apostólico Mons. Antonio Franco, quien, después de haber estado presente en buena parte del programa, dirigió cálidas palabras a la sala: «Los saludo con afecto. Saben que los quiero. La presencia de la Presidente y del Co-presidente aquí significa que tienen a todo el Movimiento con ustedes. Experimenté lo mismo cuando el Papa estuvo con nosotros. Sentí la misma fuerza. Es como el paso del Señor que nos quiere donar algo. ¡Vayamos adelante reforzados »

Por último la fiesta final, danzas y canciones participativas, pero también un mensaje fuerte que subrayaba el título de la jornada, que hondeaba en un banner en el palco: Piezas de un magnífico mosaico.

de Roberto Catalano

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