Movimiento de los Focolares
La reforma del juez Shaheed

La reforma del juez Shaheed

Es juez civil del tribunal de Marion en Indianápolis desde 1999 y en el 2007 fue nombrado “Juez del Año” por su trabajo en favor de los detenidos y sentenciados por sus delitos como tóxico-dependientes. David Shaheed és afroamericano y musulmán y divide la pasión por el Derecho con su pasión por el diálogo interreligioso. A partir de 2019, presidirá la “Interfaith Alliance” de Indianàpolis. El curriculum podría merecer objeciones, sin embargo el Doctor Shaheed desplaza todo tipo de discrepancia por su simplicidad y la libertad con la cual habla de su fe y de la relación que lo vincula a Chiara Lubich. «Me dio el valor de ir más allá de nuestros credos, de ayudar a los otros y de comprenderlos. Pero esto no quedó en un concepto abstracto porque Chiara me enseñó el modo de vivirlo y demostrarlo». El juez se inspiró en la experiencia de destrucción de la Segunda Guerra Mundial vivida por Chiara para instalar una reforma en la Corte. «El mundo estaba bajo la presión de este enorme conflicto. Sin embargo esta joven trentina superó sus miedos personales para amar el dolor de los demás: su testimonio me dio fuerza para instituir en mi trabajo un Tribunal especial para las personas con problemas mentales o aquellas personas dependientes de sustancias estupefacientes». El juez, efectivamente, rompió con la tradición judicial que confiaba a los tribunales ordinarios el tratamiento de los acusados con déficit psíquicos o con dependencia al alcohol o a las drogas. Los tribunales condenaban sin ayudar a los acusados a su rehabilitación. El pidió a los colegas que observaran el impacto que la cárcel o la libertad vigilada tenía en la vida de los acusados. Y en efecto, muchos de estos reos reincidían en nuevos delitos por los cuales volvían a la Corte o a la prisión, dado que no habían recibido tratamientos adecuados a su persona y a su enfermedad. Después de mucho escepticismo y desconfianza por parte de los otros jueces, el desafío de “servir a los últimos” , se convirtió en el objetivo común de los magistrados del Tribunal local, que, superando la tradición de la “Common law”, que asigna a la Corte de Apelación absoluta competencia en la materia, el año pasado se lanzó un juicio especializado en personas “especiales”. De este modo, los acusados son atendidos en su tratamiento psiquiátrico adecuado y en consultas especializadas ya sea en la prisión, como en la Corte. Así es que, el sistema judicial completo está orientado a las necesidades de la persona y no a la condena y al castigo por acciones delictivas, pues, “debido a su enfermedad”, estas personas no serían culpables. «Crecí en América del Norte, donde, hasta hoy, existe una historia fuerte de racismo, y encontrar a los Focolares, me ayudó a comprender que los blancos y sus antepasados europeos no tenían todos la misma hostilidad hacia los afroamericanos. Para mi fue una experiencia liberadora, porque vivía bajo la influencia de esta mentalidad y en cambio, por primera vez, tenía hermanos de descendencia europea. Aprendí de los Focolares que la vida de Jesús fue mostrar misericordia y compasión por los demás. Aprendí a vivir así como juez y a sentir compasión. Formar parte de la comunidad del Focolar significa para mí dar la mejor prueba de cómo vivir los atributos de Dios escritos en el Corán, es decir el amor, la misericordia y la compasión». Observando la misión del Movimiento, a los diez años de la muerte de Chiara Lubich, el juez de Indiana desea que «el diálogo vaya adelante, porque el de los Focolares es uno de los mejores modelos de encuentro entre personas de diferentes religiones, etnias o nacionalidades. En un clima de fuerte nacionalismo como el que estamos viviendo, donde los propios intereses tienen la prioridad en todo, nuestra experiencia es ir contra la corriente porque muestra que la palabra de Dios conduce a las personas a encontrarse y a no aislarse, y este es un ejemplo no sólo para la fe y la religión, sino que es un ejemplo de vida que sirve para nuestro País» Fuente: Città Nuova n.6, junio de 2018

Sínodo por el Amazonas

Sínodo por el Amazonas

El 8 de junio pasado se publicó el Documento Preparatorio de la Santa Sede en vista del Sínodo de los obispos para la región Panamazónica, el cual ya fue anunciado en octubre de 2017. El mismo tendrá lugar en Roma en el mes de octubre de 2019. El texto se encuentra disponible en www.vatican.va en idioma italiano, francés, inglés, español y portugués. Está dividido en tres partes: ver (”Identidad y grito de la Panamazonia”), discernir (“Hacia una conversión pastoral y ecológica”) y actuar (“Nuevos caminos para una Iglesia de rostro amazónico”). «Las reflexiones del Sínodo Especial – afirma el Documento en su introducción- superan el ámbito estrictamente eclesial amazónico, tendiendo hacia la Iglesia universal y también hacia el futuro de todo el planeta. Partimos de un territorio específico para, a partir de éste, construir puentes hacia otras zonas problemáticas del mundo: la cuenca del Congo, el corredor biológico mesoamericano, los bosques tropicales del Pacífico asiático, la cuenca acuífera Guaraní, entre otros temas. Escuchar a los pueblos indígenas y a todas las comunidades que viven en el Amazonas, como primeros interlocutores de este Sínodo, es de vital importancia también para la Iglesia universal»

El amor no se muda

El amor no se muda

El relato de estar juntos durante toda una vida pasada juntos es natural en las palabras de Anna como en las de Claudio, casi como si se hubiesen convertido, después de tantos años de matrimonio, en una sola persona. «Cuando nos casamos nos unía el entusiasmo – comienza ella- y la alegría de ver nacer a nuestra familia. En la pequeña ciudad del norte de Italia, a la cual nos mudamos por razones de trabajo, no conocíamos a nadie. Yo me ocupaba de las tareas de casa, y esperaba que él volviera de noche. Éramos felices, pero… nos faltaba algo. Un domingo nos acercamos a un sacerdote, fuera de la iglesia. Lo invitamos a casa y él llego trayéndonos una revista “Cittá Nuova”. Después nos habló de la Palabra de Vida. Nos pareció que nosotros también nos podíamos comprometer en vivir el Evangelio». «Tenía un buen trabajo – explica Claudio-, construíamos autos para el desarrollo y la impresión de películas cinematográficas. Pero después de la muerte del dueño de la empresa, comenzaron a aparecer algunas dificultades con los herederos. En un determinado momento me lelgó una propuesta muy atractiva. Un trabajo bien pagado pero, me enteré, por los contenidos de la propuesta que era algo éticamente inaceptable. Mi esposa y yo estuvimos de acuerdo en no aceptar. Poco tiempo después, apareció otra oportunidad, esta vez con un sueldo más bajo. Mientras tanto había nacido el segundo hijo, y las exigencias de la familia crecían. Aceptamos, confiándonos que no nos habría faltado nada. El trabajo era demasiado y precisaba un ayudante. La oficina del personal me propuso una persona con problemas de carácter, que en el primer contacto, efectivamente, respondió: “Si usted piensa hacerme trabajar, se está equivocando mucho”. Era consciente que iba a tener que compensar su incapacidad, pero nos comprometidos a amar a todos, por lo tanto no podía echarme atrás. A continuación, también él se entusiasmó con el trabajo, y en Navidad, adentro de un paquete envuelto en un papel de diario, me regaló un trencito para mi hojo» «Estaba esperando el tercer hijo –continúa Anna– cuando llegó para Claudio una nueva oportunidad de trabajo. En la nueva ciudad a la cual nos mudamos nacieron los otros cuatro hijos. Una pequeña “tribu”, que crecía amando con gusto nuestro estilo de vida y la armonía que tratábams de mantener entre nosotros. También yo trabajaba, enseñaba alemán en el liceo, y ésto me significaba mucho compromiso, pero los muchachos colaboraban, ayudándose en las tareas escolares o preparando la cena. Una noche estaba en el ómnibus, vulviendo del liceo, que estaba a casi 30 km. Llovía, y ya pensaba que me iba a mojar completamente. No existían en aquella época los celulares. En la parada del ómnibus, encontré a uno de los hijos, todavía muy chiquito, esperándome con un paraguas. Algunos años después, cuando ya éramos nueve (más un gato), debido al trabajo de mi marido se pensaba en otro traslado. Yo dudaba mucho. Pero comprendía que él sufriría si tenía que vivir en un hotel durante cinco días a la semana. Por amor a él, nos convencimos que teníamos que hacer nuevamente las valijas. Comprendíamos la importancia de estar siempre unidos, y a menudo rezábamos juntos en los momentos de dificultades. Durante el día estaba sola, pero sabía que él estaba conmigo. Algunas veces, después de la cena, dábamos una vuelta por el barrio, cuatro pasos juntos para estar solos nosotros dos» «Ahora nuestros hijos están casados – continúa Claudio-. Uno de ellos se separó de su esposa, y para nosotros fue un gran dolor. Durante una reciente peregrinación, le confiamos a María esta situación. En primer lugar rezamos para que se recompusiera su familia. Después de un poco, nos pareció que era más justo pedir, por ellos, conversión del corazón. Finalmente comprendimos. La gracia de pedir era otra: pedir nuestra conversión. Nos fuimos de allí, con el deseo de estar atentos a los que Dios nos habría pedido. Porque quisiéramos no dejar nunca de ser instrumentos de Su amor. Es el amar la única cosa que en una familia no se debe mudar nunca».

El café: una ocasión para ir más allá

El café: una ocasión para ir más allá

Hace algunos meses, en Milán, los Jóvenes por un Mundo Unido se reunieron para pensar juntos en una iniciativa que estuviera en línea con el Genfest 2018 de Manila, en Filipinas. Fue así que retomaron la idea de vender café, como lo hicieron con ocasión del Genfest del 2012 en Budapest. Habiendo obtenido un precio especial de un distribuidor mayorista, diseñaron y realizaron las etiquetas con los lineamientos de la actividad y con el logo del evento. Después decidieron destinar los fondos obtenidos para, apoyar a la población filipina, afectada por el tifón Vinda en diciembre pasado, para ayudar a quien llegará a Manila de los países más lejanos y para los gastos generales de la organización del Genfest. Uno de los jóvenes de Milán relata que la idea nació cuando «nos preguntamos cómo difundir la idea del Genfest aquí en nuestra tierra. Siendo un evento que pretende promover la fraternidad entre las personas, entendida como relaciones materiales e interpersonales, nos pareció que uno de los elementos que más representaba este deseo de socializar, de estar juntos y al mismo tiempo compartir, en nuestra cultura, es la bebida y el rito del café, ese período de pausa que, dentro de la jornada, se convierte en un momento de intercambio y compartir, una ocasión para ir más allá…». Esta vez, fue más sencillo con respecto al 2012, porque ya teníamos los contactos. Después de que decidimos juntos qué hacer, nos pusimos en contacto con el proveedor que en un mes nos hizo llegar 4000 paquetes de café al depósito central de Milán. Mientras tanto en distintos territorios de la región unas veinte personas ofrecieron su disponibilidad para hacer un pequeño depósito en sus casas. El proceso de etiquetado fue hecho por ellos «y se convirtió en una ocasión para cenar juntos, encontrarnos (…). Lo hicimos en Milán, pero también en los otros territorios en donde los jóvenes y sus familias están ayudando. Finalmente, esta actividad ha creado muchas oportunidades para ir a visitar a personas que hacía tiempo no veíamos, consolidando relaciones de fraternidad». Para más informaciones: caffe2018manila@gmail.com Fonte: United World Project

Sylvester y su dignidad

Lo vi de pasada mientras entraba de prisa al supermercado. Estaba allí, casi escondido detrás de un árbol, como si se ocultara de algo o alguien. Me di cuenta de todo esto cuando, saliendo, me topé con él, y lo tuve delante. Yo ya había preparado dos euros para él, pero me sentía mal cumpliendo el rol de “donante” que regala una monedita al “mendigo”. ¿Acaso no somos hombres los dos? A lo sumo con diferente suerte. Me surgió espontáneamente, mientras le daba el dinero, presentarme: “Hola, me llamo Luis, ¿y tú?”. “Sylvester”, respondió con voz tímida. “¿Tienes algún problema?”, pregunté. Tras un momento de silencio – después entendería yo que esa demora en hablar se debía más a la comprensión del idioma que a su falta de desenvoltura – , “No, está todo bien”, me respondió. Pero yo no me quedé convencido y lo interpelé una vez más: “Mírame a los ojos y dime si te pasa algo”. Nuevamente: “todo bien” fue su respuesta. Pero mientras me marchaba hacia el coche, oí su voz: “Sí, tengo un problema; quiero trabajar”. Le di la mano, como signo de comprensión y me fui llevándome en el corazón su mirada y su dignidad herida. Pero antes nos intercambiamos los celulares, no queríamos perdernos. Así nos hicimos amigos, más allá de la lengua y de la diversidad cultural, Sylvester y yo. Un encuentro de personas, cada una con su propia dignidad. Desde ese día me esforcé de varias maneras con la conciencia de que lo primero que tenía que afrontar era ayudarlo a superar la barrera del idioma. Por más que sus documentos estuviesen en regla, no era realista pensar que pudiera encontrar un trabajo si no conseguía expresarse y entender. ¿Cómo se lo decía sin conocer su lengua y viceversa? Recordé entonces a un amigo que viene de su tierra y le pedí si podía ser mi intérprete. Nos encontramos así sentados ante una mesita del bar frente al supermercado, hablando, con traductor y una cerveza, para conocer mejor su situación. Antes de separarnos, le dejé una invitación: “Recuerda, Sylvester, que ningún trabajo es pequeño si se hacer por amor. Tú no estás aquí para pedir, sino para ofrecer una ayuda a quien la necesita, compartir el peso de la bolsa de las compras, encontrar estacionamiento o simplemente un carrito. Dios te ama inmensamente, a ti, a mí, a todos. Ahora empezaremos a golpear juntos, como nos lo enseña el Evangelio. Veamos si se abre alguna puerta. Pero mientras tanto éste es tu trabajo, hazlo con la frente bien alta, sin perder tu dignidad”. Esa noche me llegó su mensaje via whatsapp: “Buenas noches, Luis, ¿cómo estás? Espero que estés bien junto a tu familia. Gracias por lo que estás haciendo por mí. Dios te bendiga porque te estás ocupando de mí. No veo la hora de encontrar un trabajo en serio, pero mientras tanto haré como me dijiste, manteniendo la mirada alta y limpia. Te espero”. Tuve que usar el traductor de ‘google’ para entender el mensaje y contestarle: “Querido Sylvester, gracias por tus saludos. Hoy he buscado informaciones sobre cursos gratuitos de lengua. Espero pronto poder darte buenas noticias”. En los días que siguieron hice la experiencia, ya conocida, de lo difícil que es ayudar a alguien. Por algún motivo que aún no entiendo prevalece siempre la “mega-burocracia”. Pero he tomado la decisión de no bajar los brazos, ayudado por otras personas que están dispuestas como yo a hacerse prójimos de Syvester. Ahora no estoy solo, y él tampoco lo está. Mañana empezarán sus clases, un primer paso para poder encontrar un trabajo y así lograr enviar un poco de dinero a su esposa y a sus dos hijos pequeños, que han quedado en el país natal. Ojalá un día puedan reunirse. ¡Espero que sea así, amigo Sylvester! Gustavo Clariá

Internet, una gran responsabilidad

Está dedicada a las redes sociales y a la web la intención del Papa Francisco, para la oración de este mes de junio, difundida hoy a través de un video-mensaje realizado en español por la Red mundial de oración por el Papa, traducido en otras siete lenguas y lanzado por Vatican News. En el vídeo el Pontífice invita a pedirle a Dios que las redes sociales “no anulen nuestra personalidad, sino que favorezcan la solidaridad y el respeto del otro en la diferencia”. Con el título “Para que las redes sociales favorezcan la solidaridad y el respeto del otro en su diferencia”, Francisco subraya que “Internet es un don de Dios, y es también una gran responsabilidad”, y explica que “la comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo una ampliación de los horizontes para muchas personas”. La invitación de Francisco, ya formulada en el mensaje de la Jornada de 2014, es a aprovechar “las posibilidades de encuentro y solidaridad que nos ofrecen las redes sociales”, y el deseo de que “la red digital no sea un lugar de alienación” sino “un lugar concreto, un lugar rico de humanidad”. “Recemos juntos – es la intención del Pontífice – para que las redes sociales no anulen nuestra personalitá, sino que favorezcan la solidaridad y el respeto del otro en su diferencia”. Fuente: SIR https://youtu.be/Tuz6zE4bd9w