¿Con qué ojos miramos el mundo y a nuestros compañeros de viaje en la aventura de la vida? Es una pregunta de vital importancia, en una época como la nuestra, marcada por la polarización y los desacuerdos, por la soledad y las distancias entre los que tienen y los que no tienen. Por no hablar de la presencia cada vez más invasora de la inteligencia artificial. Sin embargo, crece al mismo tiempo la sed de armonía y de verdad.
Chiara Lubich decía que todo depende de los “ojos” con los que miremos a las personas. Si miro con el ojo del corazón, que es el ojo del Amor, no nos detendremos en las apariencias, sino que captaremos la realidad más profunda que se esconde en cada ser humano. Y de la mirada del corazón procede la acción, la calidad de la relación, el hacerse prójimos, cercanos al otro (1).
En 1961 Chiara escribe:
): Si tú entras en el Evangelio […] te encuentras de golpe como en la cresta de una montaña. Por consiguiente ya en lo alto, ya en Dios. Pero si miras hacia el lado, ves que la montaña no es una montaña sino una cadena de montañas, y la vida para ti consiste en caminar a lo largo de la vertiente hasta el final.
Cada Palabra de Dios es lo mínimo y lo máximo que Él te pide. Por eso, cuando tú lees: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19, 19), tienes la máxima medida de la ley fraterna.
El prójimo es otro tú y como tal debes amarlo. Si él llora, llorarás con él; y si ríe, reirás con él; y si ignora, te harás ignorante con él; y si ha perdido a su padre, te identificarás con su dolor. […]
Porque para ti lo que vale es Dios, que es Padre de ambos. Y no busques excusas al amor. El prójimo es cualquiera que pase a tu lado, pobre o rico, lindo o feo, ignorante o sabio, santo o pecador, de tu patria o extranjero, sacerdote o laico; cualquiera.
Haz la prueba de amar a quien pasa a tu lado en el momento presente de la vida y descubrirás en tu espíritu un nuevo despuntar de fuerzas antes desconocidas. Estas darán sabor a tu vida y responderán a tus miles porqués (2).
Chiara Lubich
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Cfr. Vicinanza, lo stile di Dio nella vita e nel pensiero di Chiara Lubich, A cura di Povilus J. e Ciccarelli L., Città Nuova Editrice, Roma, p. 5.
(…) Hoy, mirando hacia atrás, podemos comprender qué podía decirnos, hace varios decenios, ese 7 de diciembre de 1943, año del nacimiento de nuestro Movimiento; afirma que un carisma del Espíritu Santo, una nueva luz, descendió esos días a la tierra; una luz que en la mente de Dios tenía que saciar la sed abrasadora de este mundo con el agua de la Sabiduría, calentarlo con el amor divino y hacer nacer así este pueblo nuevo, alimentado por el Evangelio. Esto, ante todo.
Pero como Dios es concreto en su manera de obrar, proveyó inmediatamente a asegurase el primer ladrillo para el edificio, esta Obra que le iba a ser útil para realizar sus planes. Y pensó en llamarme a mí, una chica como cualquiera. Y de allí nació mi consagración a El, mi “sí” a Dios que muy pronto fue seguido por muchos otros “sí” de jóvenes, mujeres y hombres.
Por eso aquel día nos habla de luz y de entrega a Dios de algunas criaturas, como instrumentos en sus manos para sus fines.
Luz y entrega de sí a Dios, dos palabras extremamente útiles en aquel tiempo de desorientación general, de odio recíproco, de guerra. Tiempo de tinieblas, en el que Dios parecía estar ausente del mundo con su amor, con su paz y guía, y parecía que nadie se interesara por Él.
Pero luz y entrega a Dios son dos palabras que también hoy el Cielo quiere repetirnos, cuando en nuestro planeta se prolongan tantas guerras. (…)
Luz que significa Verbo, Palabra, Evangelio, aún tan poco conocido y, sobre todo, demasiado poco vivido.
Llegaron en moto, de dos en dos, porque ésta es la forma más común de llegar a la ciudad de Manono, en la provincia de Katanga, en el sureste de la República Democrática del Congo. En esta ciudad se reunieron 92 sacerdotes procedentes de 8 diócesis de la provincia eclesiástica de Lubumbashi para uno de los retiros periódicos organizados por el Movimiento de los Focolares. La invitación para hacerlo allí había sido hecha por el obispo de Manono, monseñor Vincent de Paul Kwanga Njubu, impactado por el testimonio de sus sacerdotes que en el pasado habían participado en este tipo de retiros en Lubumbashi.
También el obispo de Kongolo, monseñor Oscar Ngoy wa Mpanga, diócesis a 300 kilómetros de Manono, involucrada por el mismo acontecimiento – jóvenes sacerdotes que habían participado en retiros similares organizados para seminaristas – pidió a todos los sacerdotes de su diócesis que se unieran a este retiro. Llegaron 43. La prensa local definió al retiro como “inolvidable”. Al final, el Obispo quiso ofrecer a todos un almuerzo que los participantes compartieron después con el hospital de la ciudad, para gran alegría de los enfermos.
Los miembros de la comunidad de los Focolares de Lubumbashi se encargaron de toda la parte organizativa (transportando incluso las ollas para cocinar) y el programa fue confiado a algunos miembros del Centro Internacional del Movimiento.
La ciudad de Manono se encuentra a 800 km de Lubumbashi, es la tercera ciudad más grande del Congo y representa un recurso mineral de importancia mundial debido a la presencia de litio y otros minerales. Lamentablemente, sin embargo, la población no se beneficia de estos recursos. Familias enteras pasan sus días buscando minerales, los niños abandonan la escuela para dedicarse a este trabajo. Hay una gran explotación y los materiales se compran a precios muy bajos. Incluso hay un pueblo en el que las casas se están cayendo porque también se buscan minerales debajo de ellas. La situación en la región es crítica: devastada en el pasado por un conflicto que destruyó infraestructuras civiles y religiosas, tiene instalaciones sanitarias y escuelas en ruinas, con una tasa de asistencia escolar inferior al 30%. La desnutrición y la inseguridad alimentaria afectan gravemente a los niños: el 15% de ellos padece desnutrición. El obispo de Manono quiso realizar este retiro en este mismo lugar: es la primera vez que llegan allí sacerdotes de otras diócesis. Por esta razón, la presencia de un gran número de prelados fue recibida con aire de celebración. Durante la misa dominical, el párroco de la catedral pidió a todos los feligreses que llevaran agua, un bien escaso y precioso aquí, a los participantes del retiro como signo de amor y acogida. Luego comenzaron los días de encuentro: temas espirituales, meditaciones sobre los consejos evangélicos y reflexiones sobre la sinodalidad. Divididos en pequeños grupos, hubo muchos momentos de comunión de vida, de intercambio de testimonios, de conocimiento, de compartir, de fraternidad.
La espiritualidad de comunión, el descubrimiento de Dios Amor, un nuevo estilo de pastoral “sinodal” que “libera de esquemas prefabricados y nos abre al amor recíproco“, como decían algunos, fueron algunos de los puntos que más impactaron a todos.
Al regresar a Lubumbashi, algunos miembros de los Focolares pudieron saludar a algunos obispos de las distintas diócesis, presentes en una reunión de la Conferencia Episcopal, quienes les agradecieron calurosamente la contribución que estos retiros dan a la vida de sus diócesis. En particular, el obispo de Manono agradeció “la contribución dada a la vida espiritual de los sacerdotes y laicos, y a una comunión entre los sacerdotes que desborda la vida de los laicos y les permite vivir el amor mutuo y poner en práctica la palabra de Dios”. También el arzobispo de Lubumbashi, monseñor Fulgence Muteba Mugalu, recién nombrado presidente de la Conferencia Episcopal, agradeció calurosamente estos retiros que se vienen realizando desde hace varios años, esperando que continúe esta formación que da muchos frutos.
Después del retiro, algunos miembros del Centro internacional se dirigieron a Goma, en el noreste del Congo, donde los focolarinos organizaron dos escuelas de formación en las que participaron 12 jóvenes seminaristas y 12 sacerdotes, y estuvo presente en una celebración litúrgica también el obispo de Goma, monseñor Willy Ngumbi Ngengele. Varios de los invitados no pudieron asistir debido a la intensificación de los enfrentamientos cerca de la ciudad. Hay 7 millones de refugiados en el Congo, incluidos 1,7 millones en la provincia de Kivu del Norte, donde se encuentra Goma. Durante el encuentro se profundizó en el conocimiento de la espiritualidad de la unidad y la sinodalidad. El programa incluyó una visita a una parroquia rodeada de miles de refugiados donde el párroco da un testimonio muy fuerte del Evangelio vivido. También la visita al “Centro Père Quintard”, llevado adelante por el Movimiento y situado en medio de dos grandes campos de refugiados, donde se presta un servicio de promoción, educación y desarrollo social, fue un fuerte testimonio para todos los presentes. Varios lo vieron como un rayo de esperanza y pidieron que se llevaran a cabo actividades similares también en sus parroquias.
Chiara Lubich Chiara Lubich lo intuyó en 1977, cuando recibió en Londres (Gran Bretaña) el Premio Templeton por el progreso de la Religión. Desde entonces, la difusión mundial del espíritu de los Focolares ha contribuido a abrir un diálogo con todas las principales religiones del mundo. Un camino que ni siquiera Chiara había imaginado pero que Dios le mostró, le reveló con el tiempo, a través de acontecimientos y circunstancias como un camino a seguir para alcanzar la unidad. En este breve extracto, Chiara, respondiendo a una pregunta sobre la relación con otras religiones, revela el secreto para construir la verdadera fraternidad universal: buscar lo que nos une en la diversidad. La pregunta formulada a Chiara la leyó Giuseppe Maria Zanghì, uno de los primeros focolarinos. (De una respuesta de Chiara Lubich en el encuentro de los amigos musulmanes, Castel Gandolfo, 3 de noviembre de 2002)
Giuseppe Maria Zanghì: La pregunta es esta: “Quisiera preguntar –o quisiéramos preguntar–: cómo se ha encontrado – ¿cómo te has encontrado tú, Chiara–, en la relación con las otras religiones, y qué sientes dentro de ti?”.
Chiara Lubich: En la relación con los fieles de otras religiones ¡yo siempre me he encontrado muy bien! Porque aunque sean diferentes hay mucho en común, tenemos mucho en común y esto nos une; en cambio la diversidad nos atrae, nos produce curiosidad. Por tanto, estoy contenta por dos motivos: porque así conozco otras cosas, me inculturo en la cultura del otro, y también porque encuentro a hermanos iguales, porque creemos en muchas cosas iguales. La más importante – ya lo dije la otra vez – es la famosa “regla de oro”, es esta frase: “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti” Esta frase está presente en todas las religiones más importantes, en sus Escrituras, en sus libros sagrados. Y también en el Evangelio para los cristianos. Esta frase quiere decir – no hacer a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti–: trata bien a tus hermanos, estima mucho a tus hermanos, ama a tus hermanos. Y entonces, cuando ellos descubren esta frase en su Escritura, yo descubro la misma frase en mi Escritura, yo amo, ellos aman, he aquí que nos amamos, y esta es la base para iniciar la fraternidad universal, lo primero, la “regla de oro”. La segunda pregunta: “¿Qué sientes dentro de ti cuando te encuentras con un hermano de otra religión, o con una hermana?” Siento un gran deseo enseguida de fraternizar, de hacer unidad, de encontrarme en una relación fraterna. […]