Ante la pregunta planteada por un periodista a Chiara Lubich acerca de cómo estaba organizado el Movimiento, la fundadora de los Focolares especificó: «Antes de hablar de la estructura del Movimiento, de sus ramificaciones, etc., quisiera decir que todos nosotros lo vemos sobre todo, como una única entidad, una sola cosa, una realidad que vive primero en sí misma el mensaje que después debe llevar al mundo: la unidad. Realmente nos sentimos nosotros mismos cuando nos ven así. Porque somos una sola cosa. Juan Pablo II nos veía de este modo cuando dijo (considerando también el número de personas): “Ustedes son un pueblo”. Precisamente eso es el Movimiento: un pueblo o una porción de Iglesia. Las diferencias vienen después. Consisten en vocaciones distintas las unas de las otras, en tareas diferentes para llegar al mismo fin».
Si es difícil cuantificar el número de personas a quienes les ha llegado el ideal de la unidad, incluso a través de los medios de comunicación, también es cierto que a lo largo de los años alrededor de los miembros más comprometidos han surgido varios movimientos con una difusión muy amplia. Así los explicaba Chiara Lubich: «Dado que cada persona, cada categoría en el Movimiento, se siente impulsada a difundir con la vida, la vida, diría que espontáneamente se formó en torno a los miembros más comprometidos, un círculo más amplio de personas atraídas especialmente por su testimonio». Fue así que alrededor de los focolarinos casados surgió el Movimiento Familias Nuevas; en torno a las voluntarias y a los voluntarios, se desarrolló Humanidad Nueva; alrededor de los gen surgieron los Jóvenes por un Mundo Unido y los Chicos por la Unidad. De los sacerdotes diocesanos miembros de los Focolares nació un Movimiento Sacerdotal más amplio, alrededor de la vida de las parroquias y de las diócesis floreció el Movimiento Parroquial y el Movimiento Diocesano animado por sacerdotes, seminaristas, religiosos y laicos de las distintas ramificaciones de los Focolares, mientras que los religiosos animados por el ideal de la unidad han suscitado el Movimiento de las religiosas y de los religiosos, también en el sector juvenil con los gen-re.
“Una parte esencial de nuestra Obra –escribía Chiara en 1979- son los adherentes”. Ellos –alrededor de dos millones de personas- si bien no están llamados a una vocación específica, tratan de realizar el ideal de la unidad en su ambiente. Comparten el espíritu y los fines del Movimiento y participan en sus actividades. Finalmente los simpatizantes que aprecian incluso sólo algún aspecto del Movimiento sosteniéndolo con oraciones y ayudas de todo tipo.
Este pueblo está difundido por todo el mundo, ha cruzado las fronteras de la Iglesia Católica y forman parte de él cristianos de otras Iglesias y comunidades eclesiales, seguidores de otras religiones, y personas de convicciones no religiosas. Cada uno se adhiere al Movimiento, compartiendo sus fines y su espíritu, en la fidelidad a su propia Iglesia, credo y conciencia.
Es eficaz la comparación usada por Chiara Lubich para explicar la variada composición de este pueblo. Refiriéndose a la imagen presente en muchas iglesias medievales de la Virgen que con su manto «envuelve y protege castillos e iglesias, artesanos y monjes, obispos y madres de familia, ricos y pobres, en definitiva la ciudad con todos sus habitantes », y presentando dicha imagen como una forma de representar la maternidad universal de María, Chiara agregaba: «Y bien, aquí hay algo similar. En lugar de un gran fresco, el Movimiento es como una copia viviente de esa imagen, de esa realidad. A semejanza de María, esta Obra que es suya, es como un manto que reúne partes de la Iglesia y de la humanidad, porque ha recibido de Dios el don de hacerlos familia. Es un don, un carisma que hace que la Obra se asemeje a María en su función materna y unificadora».