El equipo, que acompañó al Curso, se ha mantenido estable desde el principio, enriqueciéndose con el tiempo con nuevas parejas, que habían participado como partícipes en experiencias previas de PdL. Después de ocho años juntos, sentimos la necesidad de renovar algo, así que en el 9º año decidimos tomarnos un descanso del curso con los participantes y dedicarlo a la reflexión, para buscar juntos una forma de Caminos de Luz que aún pudiera responder a nuestra realidad actual y a las necesidades actuales de las familias.
Enfrentarnos no ha sido fácil, al igual que les sucede a las parejas que participan en nuestros caminos, nosotros también hemos experimentado la oscuridad y el cansancio de buscar una luz juntos. En el diálogo, sin embargo, encontramos la fuerza para continuar, acogiendo diferentes puntos de vista y construyendo juntos el nuevo programa. Este tiempo nos ha enseñado mucho y nos ha hecho más cercanos y sensibles a las crisis que están viviendo las parejas. La lucha por la unidad ha sido dura, pero imprescindible para mirar hacia el futuro.
El curso que acaba de finalizar ha contado con la participación de 13 parejas. Algunos momentos se vivieron todos juntos, otros se dividieron en dos grupos, para fomentar una escucha más profunda. El programa se centró esencialmente en las dinámicas de grupo vividas a la luz de la espiritualidad de la unidad. Creamos espacios de escucha, en los que las parejas podían expresar libremente las motivaciones que les habían llevado al PdL. Aunque habíamos reducido la parte teórica, el tiempo nunca parecía ser suficiente: las parejas profundizaban mucho. Todas las tardes, nuestro equipo se reunía para supervisar el trabajo y en ese momento eran posibles las conversaciones y actividades.
Las veladas estuvieron amenizadas por ejercicios, arte y creatividad. Por ejemplo, hubo un emocionante espectáculo de teatro y danza sobre el tema de la crisis matrimonial, talleres con arcilla, un viaje y una noche de baile. Nuestros testimonios personales fueron ofrecidos a petición de los participantes, mientras que fueron sus historias de vida las que se convirtieron en un regalo precioso para todos. Las parejas han descubierto que no están solas, y que juntas es posible buscar soluciones y ayudarse mutuamente.
Nuestro mayor deseo es que las parejas no se vuelvan “dependientes” de nosotros de ninguna manera, sino que aprendan a enfrentar las dificultades como adultos responsables, aprovechando también la espiritualidad como un recurso importante.
Hemos visto cambiar rostros y corazones y la conciencia y el deseo de empezar de nuevo ha crecido en todos. Los participantes y los equipos se mostraron entusiasmados y profundamente agradecidos por esta experiencia, habiendo redescubierto que la unidad entre nosotros es el mayor regalo. Solo así podemos ofrecerlo también a los demás y dejar que Dios actúe en nuestras vidas.
Robert, Maria e tutto il team PdL – Slovacchia