El mayor de una estimada familia de Parma (Italia), en sus viajes a Milán para seguir los primeros edificios que proyectó, Danilo encuentra el carisma de la unidad a través de Ginetta Calliari – una de las primeras compañeras de Chiara Lubich-. Ya católico ferviente, comprometido en política y presidente diocesano de la FUCI – Federación Universitaria Católica Italiana – y posteriormente de los Hombres de Acción Católica, advierte que debe comprometerse radicalmente con Dios y reorientar su vida sobre el Evangelio vivido.

Nacidos sus primeros cuatro hijos, deciden dejar su prometedora carrera de ingeniero y los privilegios de una vida acomodada para trasladarse a la capital como familia-focolar y dedicarse a tiempo completo a los fines de los Focolares.
Entre los primeros cargos de Danilo, la finalización de la estructura de Rocca di Papa destinada al Centro Mariápolis y, más tarde, a la sede internacional del Movimiento. Luego colaborará con la Editorial Città Nuova.

El nombramiento papal como consultor y, posteriormente, como miembro del dicasterio vaticano para la familia también se remonta a la década de 1980. Estas son las responsabilidades que lo ven, junto a Anna Maria, invitado en varias ocasiones en la residencia del Papa Wojtyla y testimonio de su servicio a la familia en transmisiones televisivas también en mundo visión.
Con la llegada de Benedicto XVI, la colaboración con la Santa Sede se intensifica hasta el punto de que el pontífice les pide que redacten el texto del Vía Crucis (2012) en el Coliseo de Roma que él presidió.

Un agradecimiento que va a su figura de hombre: un gigante de rectitud, ternura, sencillez y sabiduría.
Gracias Danilo también por no haber dejado nunca de encarnar a ese niño evangélico que siempre traslucía de tu ser, de tus palabras, de tu fino humor, de tus acuarelas, de las innumerables caricaturas que muchas veces improvisabas (quizás en servilletas de papel) para alegría de todos nosotros.
Anna e Alberto Friso
