Sucede en la familia

 
A veces parece difícil vivir el Evangelio en la familia. Estas "perlas" pueden darnos el valor de intentarlo.

Como un charco
En mi familia, en nombre de la libertad, nuestros hijos habían perdido toda medida y todo respeto. Un día, para no reaccionar mal y volver a tener la calma, salí a dar un paseo y, como suelo hacer, me puse a rezar el rosario. Pensaba en María. Había sido esposa y madre. Dentro de su corazón, silenciosamente, todo lo guardaba, incluso su dolor. Por más que me sentía como una mezcolanza de negatividad, el hecho de rezar y reflexionar me devolvió la paz y la fuerza para tratar de llevar a mi casa esa serenidad. De golpe, mientras caminaba, vi un charco de agua en el que se reflejaba el cielo.  Así es como yo me sentía: un charco que puede reflejar el cielo. Ello fue suficiente para volver a empezar con una nueva alegría.
(F.A. Albania).

Juntos
Había programado con mi esposo que, regresando del trabajo, él se quedaría en casa para hacerle compañía a nuestro hijo John que tiene síndrome de Down. De ese modo, yo podría participar de un encuentro en mi parroquia, que para mí era muy importante. Sin embargo, últimamente, este pasarnos el uno al otro, de mano en mano, el deber de padres para con John sucedía demasiado a menudo, y como consecuencia de ello había notado en el muchacho reacciones negativas injustificadas.  Reflexionando, decidí renunciaar al encuentro para estar con él. Cuando supo que los tres estaríamos juntos en casa, su actitud desafiante desapareció. Mientras yo preparaba la cena, vino a decirme: “Perdón porque me porté mal contigo, mamá, empecemos de nuevo”. Se refería a algo que había hecho el día anterior y me quería decir que “volviéramos a querernos”. Me gustó que se hubiera acordado de esa ofensa. Mi esposo también estaba presente y la armonía familiar se consolidó. Pasamos una bellísima velada. Cuando John se fue a dormir estaba visiblemente feliz.
(R.S. – Usa)