Amoris Laetitia – Quinto episodio – La familia, una escuela de humanidad.

 
La fecundidad de la familia la convierte en una escuela de reciprocidad, fraternidad y socialización, ternura, humanidad.

La familia, una escuela de humanidad.

La fecundidad de la familia la convierte en una escuela de reciprocidad, fraternidad y socialización, ternura, humanidad:

“… el vínculo de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos, si tiene lugar en un clima de educación para la apertura a los demás, es la gran escuela de libertad y paz … es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo! A partir de esta primera experiencia … alimentado por el afecto y la educación familiar, el estilo de fraternidad irradia como una promesa en toda la sociedad … a los hijos se les debe enseñar pacientemente a tratarse a sí mismos como hermanos y hermanas. Esta práctica, a veces agotadora, es una verdadera escuela de socialidad” (AL 194-195); su influencia supera el umbral de la casa, acompañando al niño y al joven en el contexto social más amplio:

 “La tarea educativa debe despertar el sentimiento del mundo y de la sociedad como un ‘entorno familiar’, es una educación para saber ‘vivir’, más allá de los límites de su hogar. En el contexto familiar se enseña a recuperar la proximidad, el cuidado, el saludo. Allí se rompe el primer círculo de egoísmo mortal para reconocer que vivimos juntos con los demás, con los demás, que son dignos de nuestra atención, de nuestra amabilidad, de nuestro afecto. No hay vínculo social sin esta primera dimensión diaria, casi microscópica: estar juntos en los alrededores, cruzarnos en diferentes momentos del día, preocuparnos por lo que interesa a todos, ayudarnos mutuamente en las pequeñas cosas cotidianas…” (AL 276).

En particular, se hace hincapié en el valor dado a los ancianos como criterio de civilización:

“… la atención a los ancianos hace la diferencia de una civilización. ¿En una civilización hay atención a los ancianos? ¿Hay sitio para el anciano? Esta civilización continuará si puede respetar la sabiduría, la experiencia de los ancianos… (AL 192).

Una familia que preserva la memoria histórica es un recurso social para hacer el mundo más “doméstico”, y por lo tanto más habitable, más humano, porque sin memoria no hay futuro y sobre todo no hay humanización.

 “Una familia que no respeta y cuida a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; en cambio, una familia que recuerda es una familia que tiene futuro” (AL 193).

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