El Profesor Jesús Morán, copresidente del Movimiento de los Focolares y sacerdote, ha desarrollado una reflexión muy rica en ideas, para profundizar el contenido de la reciente Exhortación Apostólica del Papa, Amoris Laetitia (AL – La Alegría del Amor). Una reflexión que se centra claramente en el carisma de la unidad y que, a medida que se desarrolla, podría definirse transversal, con algunas claves de interpretación, entre las que lo más importante es el carisma de la unidad. No hace falta decir que Jesús hace hincapié en algunos aspectos, dejando de lado otros, con algunas constantes de pensamiento teológico, pastoral y moral.
Hemos elaborado un resumen del mismo, que no quiere agotar la riqueza del documento, pero que ofrece algunas claves de lectura para una mayor profundización del pensamiento del Papa Francisco con la esperanza de que, al enriquecer nuestro pensamiento, pueda, sobre todo, convertirse en vida y testimonio.
En el texto Jesús Morán menciona algunos párrafos de la AL que, debido a la transversalidad de la reflexión, no se siguen unos a otros en la secuencia de la Exhortación de Francisco.
La Alegría.
Como primera razón básica, podemos enfatizar el tono positivo de la exhortación, en consonancia con la otra exhortación apostólica de noviembre de 2013: Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio). La alegría es, de hecho, una de las características más conocidas del nuevo documento. En él, el Papa no sólo ha querido abordar algunos de los grandes problemas de la familia en el mundo de hoy, sino sobre todo hacernos enamorar de ella nuevamente, como el gran don de Dios a la humanidad. En este sentido, el Papa Francisco se presenta como el Apóstol del Evangelio de la Familia (CAPÍTULO VI), que anuncia la gran noticia: a través del amor humano, Dios mismo revela algo de sí mismo a la Humanidad.
“… el Evangelio de la familia es el gozo que llena el corazón y toda la vida, porque en Cristo hemos sido liberados del pecado, la tristeza, el vacío interior, el aislamiento” (AL 200).
“… El matrimonio es una señal preciosa, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por así decirlo, se ‘refleja’ en ellos, imprime en ellos sus propios rasgos y el carácter indeleble de Su amor. El matrimonio es el ícono del amor de Dios por nosotros. Dios también, de hecho, es comunión: las tres Personas del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en perfecta unidad. Y este es precisamente el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos cónyuges una sola existencia”(AL 121).
Una novedad es el lugar reservado a María. Habitualmente, en los documentos de la iglesia aparece al final, casi como un adorno que se podría evitar.
Aquí se la coloca al principio, en el n. 30: “… las familias – escribe el Papa – están invitadas a contemplar al Niño y a la Madre … Al igual que María, se las exhorta a vivir con valor y serenidad sus desafíos familiares, tristes y emocionantes, y a custodiar y meditar en el corazón las maravillas de Dios (cf. Lc 2,19.51). En el tesoro del corazón de María también están todos los acontecimientos de cada una de nuestras familias, que ella conserva cuidadosamente. Así que puede ayudarnos a interpretarlos para reconocer el mensaje de Dios en la historia familiar.”
Y María, como bien sabemos, es siempre la imagen de la ternura, el amor y la alegría.