Una pareja decidió ir junta a una escuela de tango. Me contó que era una especie de terapia por varios motivos. Me quedé muy intrigado y con ellos intentamos entender por qué el tango argentino tiene estas peculiaridades que lo convierten en una metáfora tan eficaz de la relación de pareja. Ali Namazi, fundador desde 1991, junto con Eliana Montanari, de la primera escuela estable de Tango Argentino en Italia y del Centro del Tango Argentino ‘Astor Piazzola’ de Roma, habló extensamente sobre ello.
Según A. Namazi, el tango es una danza de comunicación. Pero en una buena comunicación, primero hay que definirse. Una pareja está formada por dos individuos distintos que se encuentran. Por lo tanto, para comunicarse, cada miembro de la pareja debe primero ser consciente de sí mismo, de su identidad, de su corporeidad. El tango ayuda a alcanzar esta conciencia a través de lo que se conoce como «arraigo».
Enraizarse en la danza significa saber exactamente cómo apoyar el peso en el suelo y cómo desplazarlo hacia delante, hacia atrás, hacia la derecha, hacia la izquierda. Así, el enraizamiento del tango enseña a cada miembro de la pareja a ser consciente de sí mismo, pero también a ser capaz de elegir en qué dirección moverse en el espacio, creando nuevos equilibrios con el tiempo. Estar arraigado, tener estabilidad emocional, sentir que puedes confiar en ti mismo y al mismo tiempo moverte en el espacio creando nuevos equilibrios es lo que enseña el tango, pero si lo piensas, también son las condiciones esenciales para construir una relación armoniosa en pareja.
Igual que en el tango necesitamos espacio entre los miembros de la pareja, de lo contrario, exactamente igual que en el tango, nos acercamos el uno al otro sólo para apoyarnos y convertirnos en una carga. El equilibrio en el tango se consigue poniendo los pies firmemente en el suelo, sintiendo el eje central del cuerpo. Primero te enraízas y luego llevas tu eje hacia delante, hacia tu pareja, y la abrazas. El compañero hace lo mismo hacia nosotros y en algún momento se forma un nuevo equilibrio.
¿No es eso lo que ocurre cuando se forma una pareja? Cada uno se enriquece con la presencia del otro. Entonces puede ocurrir en la pareja que uno vaya hacia el otro pero el otro no responda con la misma energía sino que retroceda. Cuando esto ocurre en el tango y un miembro de la pareja no responde con energía al acercamiento del otro, el baile no es fluido, los pasos se vuelven cansinos. En las parejas ocurre exactamente lo mismo: si uno de los dos contacta con el otro y éste no responde con la misma intensidad, la pareja se resiente. Y es interesante que el miembro de la pareja que no responde puede responder con demasiada suavidad a la energía del otro o sentirse abrumado y retroceder, pero en ambos casos el baile no es fluido, en el tango como en la vida.
Una consideración aparte merece el abrazo en el tango. Como escribe A. Namazi, «el abrazo es un abrazo abierto en el que no hay fuerza en los brazos, no hay esfuerzo. Hay puntos de contacto que sirven para sentir al otro, pero siempre hay que dejar un espacio para el otro, además de tomar el propio. Nunca invadir el campo ni ser invadido. «Esto también es muy útil para la vida en pareja: mantener puntos de contacto para que el otro entienda que somos accesibles y receptivos, pero sin entrar en simbiosis con el otro».
Y de nuevo: «El tango también nos ayuda a comprender lo importante que es que en una pareja cada uno desempeñe claramente su papel… En el baile el hombre conduce a la mujer, le da señales de la dirección en la que debe ir y la mujer, escuchando a su pareja, le sigue. Pero uno y otra hacen movimientos diferentes. La diversidad es la base del tango. No hay imitación de movimientos por parte del hombre o de la mujer. Cada uno tiene su papel, pero nunca de sumisión al otro». ¡Qué útil es esto también en la vida de pareja! Ni oposición, ni lucha de poder, ni uniformidad, sino más bien un juego de complementariedad y reciprocidad.
Un último aspecto interesante se refiere a los cambios de ritmo que se producen en el tango. Si uno de los miembros de la pareja quiere cambiar la dirección del baile, se detiene o hace un poco de presión y se pone a sí mismo y al otro en suspensión. Sería útil que esto ocurriera también en la vida de pareja. Porque sabemos que las parejas pasan por muchos cambios a lo largo de su vida y que algunos cambios pueden desestabilizar fuertemente a la pareja.
También en este caso, el tango puede enseñar a la pareja a sintonizar cuando uno de los miembros de la pareja cambia en el curso de la vida. Como en el tango, cuando hay que hacer un cambio de ritmo debido a la llegada de un hijo, un nuevo trabajo, una pérdida emocional o financiera, un hijo que se va de casa y muchas otras cosas, es necesario que uno pueda detenerse un momento para comprender qué nuevo rumbo tomar. Y que uno de los dos miembros de la pareja comunique de algún modo al otro que las cosas están cambiando y que no va solo en sus pasos, sino que junto con su pareja experimenta la suspensión de la novedad, del cambio.
Si uno es capaz de comunicar sus necesidades sintonizando con el otro, como en el tango, puede volver a ponerse en marcha juntos como dos bailarines en la onda de la música. Y no podemos dejar de concluir con lo que dice Sue. Johnson sobre el tango como metáfora de la relación de pareja: «Las relaciones de pareja se entienden como una danza, un paso a dos, una sintonía y un equilibrio en la confianza y la dependencia».
<i>(www.cittanuova.it – Lucia Coco-De Angelis)</i>
El tango, metáfora de la relación de pareja
El baile puede enseñar a una pareja a sintonizar y volver a empezar juntos, como dos bailarines en la onda de la música.