Con el convencimiento de que la paz muere si se separa de la justicia, soñamos con un mundo en el que la Regla de Oro, corazón de muchas civilizaciones y tradiciones, se convierta en el camino a seguir personal y colectivamente. Abracemos la meta de la fraternidad universal, la clave del presente y del futuro de nuestros pueblos, la única capaz de desarmar la cultura de los desechables y de abrirnos a un mejor compartir de bienes, a la interdependencia y al diálogo, el principal camino hacia la paz.