El hecho sorprendente ha sido ver el estupor en los rostros de los jóvenes del Movimiento. Muchos coetáneos que venían por primera vez a un encuentro con la espiritualidad de la unidad, se pusieron en fila de modo ordenado para hablar con María Voce. Espontáneamente se acercaron a ella después de escucharla responder a sus preguntas. No era un saludo dictado por la buena educación. Los impulsaba el deseo de comunicar enseguida algo íntimo a esa señora de cabello blanco, con la edad de sus abuelas, que había sabido llegarles hasta lo más hondo.

«Gracias por haberme revelado el sentido del dolor», le confiaba un estudiante de origen filipino. «Has explicado de forma tan sencilla que puedo superar el sufrimiento con el amor, que me dije: “Lo lograré”, agregó Cheryl, con el pelo rubio y ojos celestes, mientras que una chica afro-canadiense decía: «La vida que nos has propuesto es radical, pero nos has dado un gran impulso». Ha sido sorprendente. Alma y Len nos dicen: «Nunca hemos visto algo así. No está en nuestra cultura canadiense ir a referir el propio estado de ánimo».

A la sala del St. Joseph’s College llegaron un centenar de muchachos, también de Vancouver, de la costa pacífica, y de Calgary, a cuatro horas de avión. Pero valía la pena. El hilo conductor del encuentro fue la presentación de la vida de Chiara Luce Badano, quien hace poco fue proclamada beata. El título no tenía escapatoria: “Héroes de hoy, santos de mañana. ¿Te animas?”. Una propuesta exigente en todas las latitudes, pero aquí en Canadá pone la espalda contra la pared, porque significa ir contra todo.

Aquí la secularización en pocos años ha reducido la práctica religiosa, del 80% a menos del 10%. Aquí la mujer puede abortar por cualquier motivo y en cualquier momento del embarazo; en el 2005 se legalizó el matrimonio entre parejas del mismo sexo; la religión y sus símbolos cada vez más los excluyen del espacio público; los medios de comunicación son intolerantes hacia la fe y los creyentes; los derechos fundamentales de libertad religiosa e incluso de la conciencia son cuestionados por los tribunales.

Sin embargo María Voce, ante la pregunta de si es posible transformar la sociedad, no se conformó con medias tintas. «Si ustedes no cambian el mundo, no lo cambia nadie y enseguida puso en claro -. La sociedad nos induce a pensar: si tuviera más, sería más feliz. En cambio yo tengo la impresión de que los jóvenes tienen muchas cosas, pero no la felicidad, porque no saben que la felicidad la da el amor».

La presidenta encendió el fuego. «En la jornada de hoy han experimentado el amor evangélico. Ahora no pueden contentarse con menos. No vuelvan para atrás. No corran el riesgo de cerrarle la puerta a Dios». Y agregó: «Él confía en ustedes. Ustedes hoy han hecho esta experiencia. Llevadla a todos. El futuro de Canadá depende de ustedes. Y no se sientan solos, porque los jóvenes de los otros países son sus partidarios. Juntos es posible cambiar el mundo».

La consigna fue entregada. Y los que estaban en fila fueron a decir a esta mujer, que una hora antes no conocían, que aceptaban su desafío. Luego, un abrazo o dos besos y una foto para no olvidar el momento. Estalló la alegría cosmopolita de estos muchachos durante la foto de grupo con María Voce y el co-presidente Giancarlo Faletti.

Del enviado Paolo Lòriga

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