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«Una predicación que no denuncia el pecado no es predicación del Evangelio», afirmaba Mons. Romero en uno de sus discursos. Su martirio ocurrió el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la Eucaristía en la capilla del hospital para enfermos terminales en el que residía. Este hechodio fuerza a muchas familias salvadoreñas que perdieron familiares y amigos durante la guerra civil que estalló de forma despiadada después de su muerte. Aún hoy su testimonio es un fuerte llamado a la paz, a la fraternidad y a la reconciliación de la que el pueblo tiene tanta necesidad.

«La noticia de que el papa Francisco firmó el decreto que reconoce el martirio por “odium fidei” de Mons. Oscar Arnulfo Romero, hizo exultar al pueblo. Los obispos hicieron repicar las campanas de todas las iglesias de El Salvador en señal de fiesta para manifestar el gran júbilo», escribe Filippo Casabianca, desde la sede de los Focolares en Centro América. «Desde que Bergoglio fue elegido Papa – explica – muchos empezaron a esperar que él, que conoce las urgentes necesidades de los pobres y los oscuros entramados de algunos regímenes dictatoriales latinoamericanos, podía desbloquear el trámite de la causa. Pronto se hará la proclamación solemne, en fecha por definir, en San Salvador».

¿Cuáles son los antecedentes detrás de bastidores de este bloqueo? «La obra misionera de la Iglesia, en ese periodo, estaba atravesada por tensiones que oscilaban entre una fidelidad genuina a las indicaciones del Concilio que invitaban a acercarse a los últimos, y la tentación de quien consideraba legítima la asociación con los movimientos de matriz marxista. Precisamente de esto último se le acusó a Romero, hasta llegar a callar su voz».

También la espiritualidad de los Focolares ha echado sus raíces, en El Salvador, en el humus de los horrores de la guerra. De hecho, las primeras visitas de los focolarinos provenientes de Colombia se remontan a finales de los años ‘70, hasta las primeras Mariápolis, en 1982, en Santiago de María.

20150214-01«Las carreteras estaban patrulladas a veces por los guerrilleros y a veces por el ejército – sigue Filippo – de manera que era necesario utilizar medios de trasporte camuflados para desplazarse so pena de someterse a interrogatorios que podían terminar con el reclutamiento forzado. La guerra estalló después de la muerte de Romero y su mensaje estaba vivo en todos». «Las palabras, la doctrina y el testimonio de Mons. Romero – cuenta Reynaldo, uno de los primeros jóvenes del Movimiento – resonaban con fuerza en quien tuvo la suerte de encontrar el Ideal de la unidad, especialmente por la invitación a realizar la opción preferencial por los pobres». Eran un fuerte llamado a la coherencia cristiana, vista por algunos con perplejidad, abrazada por muchos, a veces manipuladas por otros. «El ejemplo de Mons. Romero, junto con el encuentro con la experiencia de Chiara Lubich y sus compañeras, durante la segunda guerra mundial en Trento, nos llevó a acoger de forma más pura el Carisma de la unidad y nos ayudó a ir contracorriente».

Una contracorriente que se manifiesta aún hoy en el compromiso social del Movimiento de los Focolares en El Salvador. La atención a los presos, por ejemplo, se desarrolla en el ámbito de la Pastoral carcelaria de la Iglesia e involucra a un equipo de los Focolares que visitan periódicamente la cárcel di Mariona, tristemente famosa, que hospeda a los más peligrosos jefes de la criminalidad y del narcotráfico. Actualmente, tienen contacto con unas 180 personas que cumplen distinto tipo de penas, a través de encuentros sobre la “Palabra de Vida”, con grupos de 18 personas cada uno. En el último encuentro alguien decía: «Les pido disculpas a mis compañeros de celda, porque los traté con violencia, pero quiero cambiar».

Otras actividades están dirigidas a la inclusión social en un pueblito marginal. La situación se volvió peligrosa y el párroco recomendó mucha prudencia a los miembros del Movimiento. En otras dos ciudades se apoyan guarderías y actividades extra curriculares orientadas a detener la deserción escolar, condición que favorece el reclutamiento criminal.

Siguiendo el ejemplo de Romero, en El Salvador y no sólo allí, se reaviva el deseo de ser fieles al Evangelio que impulsa a vivir por todos y en especial, por los pequeños, los pobres y los últimos.

 

 

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