“Jesús es el Verbo de Dios encarnado. La Iglesia es el Evangelio encarnado: por ello es la Esposa de Cristo… Cada familia, o cada Orden, es la encarnación, por decir de alguna forma, de una expresión de Jesús, de una actitud suya, de un hecho de su vida, de un dolor, de una palabra suya… La Iglesia es un majestuoso Cristo desplegado en los siglos… El Amor ha asumido en la Iglesia distintas formas y son las Órdenes y las Familias Religiosas… Nosotros sólo debemos hacer circular el Amor entre las distintas Órdenes. Se deben comprender, entender, amar como Se aman [entre ellas] las Personas de la Trinidad” (Chiara Lubich).

Hacer visible una Iglesia y una humanidad reavivadas por la fraternidad y por la comunión entre todos los carismas, favorecer la unidad en la propia Familia Religiosa o Comunidad, redescubrir al propio fundador, vivir con un compromiso renovado la propia Regla y las Constituciones, actualizar el propio carisma según el hoy de la Iglesia y de la humanidad: son algunos de los efectos espirituales y los objetivos de los miembros de los distintos Institutos de Vida Consagrada, Sociedades de Vida Apostólica y Nuevas Comunidades que se adhieren al Movimiento de los Focolares.

Los primeros en demostrar interés por la naciente espiritualidad fueron los Capuchinos de Trento, bajo cuya mirada, a dos pasos de su iglesia y de su convento, en Plaza Cappuccini 2, tomaba forma la primera convivencia de vírgenes que asumiría muy pronto el nombre de focolar.

En 1947, gracias a un viaje de Chiara Lubich a Asís y a Roma, otros religiosos entraron en contacto con el Ideal de la Unidad y empezaron a encontrarse entre ellos para compartir las experiencias evangélicas que éste suscitaba.

El año 1967 marcó una etapa importante. En el verano de ese año, 25 religiosos provenientes de toda Europa transcurrieron 15 días juntos, cerca de Trento, para profundizar en el conocimiento del carisma de la unidad. Ese momento se considera el inicio de la rama de los religiosos dentro del Movimiento de los Focolares cuyas características Chiara misma explicó: «La unidad de ustedes no tendría que ser una cosa organizada… Los religiosos están unidos por la espiritualidad».

Y lo mismo sucede con las religiosas. Una etapa histórica para ellas fue la audiencia del 14 de abril de 1971 con Pablo VI en la que estaban presentes 400 religiosas de 20 naciones y de 80 congregaciones. En aquella ocasión el Papa indicó un camino: «Profundizar el conocimiento y la unidad con sus respectivos fundadores, en el clima de fraterna caridad propia del Movimiento de los Focolares».

Alrededor de los religiosos y las religiosas florecen los y las gen-re (generación nueva de los religiosos), jóvenes religiosos y religiosas en formación, que preparándose a la vida consagrada en las distintas órdenes, se reúnen para vivir la espiritualidad de la unidad.

En los Estatutos Generales de la Obra de María aprobados en 1990 por Juan Pablo II, mediante el Consejo Pontificio para los Laicos, fue reconocido que los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica pueden ser miembros del Movimiento con todos los derechos. El vínculo es «esencialmente un compromiso de naturaleza espiritual», se lee en el Art. 5 de su Reglamento y no puede prescindir del consenso de los propios superiores.

Para ofrecer a los miembros de los distintos Institutos de Vida Consagrada, Sociedades de Vida Apostólica y Nuevas Comunidades, profundizar y la práctica de la espiritualidad de la unidad, han surgido algunos Centros internacionales de Espiritualidad en las ciudadelas de testimonio del Movimiento de los Focolares, donde los religiosos y los consagrados presentes dan testimonio de su carisma en la reciprocidad de relaciones.

El 25 de octubre de 2004 la Pontificia Universidad Lateranense, Instituto “Claretianum”, confirió a Chiara Lubich el Doctorado h.c. en Teología de la Vida Consagrada.

La revista “Unidad y Carismas”, que cuenta con 8 ediciones lingüísticas, contribuye a la difusión de su pensamiento y a la comunión entre los carismas.

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