Alberto Fernández

 
El 2 de noviembre de 2002, día en el que se recuerdan los difuntos, fue encontrado su cuerpo sin vida. Alberto, “primer focolarino mártir", como lo difinió Chiara Lubich.

101102-04Fue un pasaje en automóvil, ofrecido con generosidad, como era su costumbre, lo que llevó a la muerte a Alberto Neri Fernández, joven médico, focolarino, bárbaramente asesinado por su dos pasajeros.

El hecho tuvo lugar en Brasil, el 19 de octubre 2002, un sábado por la tarde. Alberto había desaparecido desde que salió de la Universidad del Sagrado Corazón de Bauru, en el Estado de San Pablo, donde había dado su aporte a un seminario sobre Ética. A las 4 de la tarde se dirigía en auto hacia Votuporanga, a 200 Km. de distancia, donde debía encontrar a un grupo de niños que vivían el ideal evangélico de unidad de los Focolares. Nunca llegó.

Mientras la policía daba inicio a la investigación, en el Movimiento en Brasil y en todo el mundo empezaba una cadena de oraciones. Sólo el 2 de novembre, dos jóvenes militares del ejército, que después de una semana habían asesinado a otro médico para robarle, fueron arrestados y confesaron también el asesinato de Alberto. Declararon que tenían graves dificultades económicas y que lo asesinaron para no ser identificados. Pero Alberto tenía consigo sólo lo equivalente a 10 euros y un enorme dado, con escrito en las 6 caras las palabras clave del arte de amar: “amar a todos, ser los primeros en amar, amarse recíprocamente con la medida de la vida, amar a los enemigos, amar a Jesús en todos, amar concretamente”. Era el estilo de vida de Alberto. Transformado en un juego para los más pequeños.

101102-05El cuerpo de Alberto fue encontrado en una plantación de caña de azúcar, donde yacía abandonado desde hacía 15 días. Chiara Lubich, comunicando la noticia a todos los miembros del Movimiento del mundo, escribe: “Es nuestro primer focolarino mártir, muerto mientras hacía un acto de amor”.

Sus restos han sido llevados a Bauru, donde vivía en la comunidad del focolar y donde fue celebrada la Misa; después fue trasladado a la Mariápolis Ginetta, la ciudadela del Movimiento que surge en las afueras de San Pablo. Durante toda la noche fueron celebradas Misas. Eran muchos los jóvenes. En la Misa del funeral -donde estaban presentes más de 600 personas- en un clima de paz, aun en medio del dolor, se ha perdonado y rezado por los dos jóvenes militares.

Alberto descansa ahora en el cementerio de la ciudadela. En la homilía, se pone en evidencia su vida, concluida a los 39 años.

Había nacido en Uruguay, en una familia muy pobre. Cuando tenía 10 años su padre muere trágicamente. Su mamá trabaja como empleada doméstica en Montevideo, para sacar adelante a los dos hijos. A los 15 años tiene lugar el encuentro con Dios. Es para él una experiencia fuerte: descubre Su amor que colma la aspereza de la vida vivida hasta entonces. Esto sucede a partir del encuentro con los jóvenes del Movimiento de los Focolares. Con grandes sacrificios, trabajando y estudiando, termina los estudios de Medicina. Más tarde responde con generosidad al llamado de dar su vida a Dios en el Movimiento de los Focolares. En el ’96 va a la ciudadela de Fontem, en el corazón de la selva, en Camerún Occidental, y presta sus servicios como médico en el hospital construido por el Movimiento para subsanar la altísima mortalidad infantil.

Seguidamente se transfiere a Brasil para hacer una Maestría en Medicina Tropical. Lleva adelante una importante investigación sobre el Sida. Estaba casi listo para regresar con alegría a Camerún.

Alberto también estaba encargado de las relaciones ecuménicas del Movimiento. Un pastor presbiteriano, en el último encuentro con él, dijo: “Hablar con él me puso delante de Dios. Parecía que Alberto corriera contra el tiempo”.

Además de ser médico, tenía un gran talento artístico. En una carta revela su más profunda personalidad: “Encuentro en la pintura un modo más para donar, para expresar lo que Dios construye en mí. A través de estas formas y colores, quisiera reflejar el encuentro de cada hombre con lo Absoluto, el amor que, penetrando el alma, la ilumina, le imprime un movimiento liberador, poco a poco la trasforma en sí, luz y amor”.

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