Lía Brunet

 
Cuando descubría una semilla ya veía el árbol (25 de diciembre de 1917- 5 de febrero de 2005)
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ptempiCompañera de Chiara Lubich desde el inicio de los Focolares, en 1958 Lía Brunet encabeza el primer grupo de los Focolares que emprende un viaje fuera de Europa y, en años de graves conflictos sociales en todo el continente latinoamericano, hace escala en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, comenzando a tejer una red de la que muy pronto surgen semillas de renovación espiritual y social en todo el continente. Sigue haciéndolo, sin detenerse, durante 44 años de su vida. Alguien que no cedía fácilmente y cuando vislumbraba una meta arriesgaba.

Nacida en Cembra de Trento (Norte de Italia) precisamente el día de Navidad de 1917, y es llamada Natalia. Su madre pertenece a la burguesía de Trento, mientras que su padre es hijo de campesinos de un pequeño pueblo en las montañas trentinas, en Tonadico. Con 16 años es probada por el dolor: el padre muere repentinamente.

Con 18 años da clases en una escuela técnica. Algunos años después estalla la guerra. El novio parte para el frente. El drama de la guerra la desorienta: “es como si las bombas cayeran también dentro de mí, derrumbando –como escribe en sus notas autobiográficas- uno a uno, mis intereses”. Estamos en 1945, cuando una amiga le habla de un grupo de muchachas que “pueden interesarle”.

Es así como, en el pequeño apartamento de Plaza Cappuccini, conoce a Chiara Lubich quien le habla de la elección radical de Dios que hizo una joven, bella y rica, Santa Clara de Asís. Así lo recuerda Lía: “No sabía si era la historia que me contaba era la de Clara de Asís, la suya o… la mía. También yo me encontré en los labios la misma palabra, también yo quería elegir a Dios como el Ideal de mi vida”. Una opción que luego se concretaría, no sin una dura lucha interior, renunciando totalmente a bienes y afectos para unirse al primer grupo de jovencitas que consagrarían sus vidas a la realización del testamento de Jesús: “Que todos sean uno…”. Un nuevo carisma se abría camino en la Iglesia y la humanidad.

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Una elección, la suya, que ha suscitado una extraordinaria fecundidad. Basta recordar los 44 años transcurridos en América Latina. La red de amor que, junto a Marco Tecilla y Fiore Ungaro fue entretejiendo en aquel primer viaje de1958, y luego se expande no sólo en Brasil y Argentina, sino también poco a poco en todos los países de América Latina.

En un continente desde siempre marcado por fuertes problemáticas sociales y revoluciones tendientes a cambiar su rostro, Lía sabe bien cuál es la receta que hay que proponer: “También la nuestra es una revolución, usa el arma más potente, el Amor que Jesús trajo a la tierra. También nosotros hablamos de ‘hombre nuevo’, el de San Pablo, pero también de ‘hombre viejo’, que tratamos de hacer que muera sobre todo en nosotros mismos. También el nuestro es un proyecto de muerte y de vida: apunta al ‘que todos sean uno’”.

Cuando en 1961 volvió a Buenos Aires para abrir el primer focolar en Hispanoamérica, las personas que conocían el Movimiento se contaban con los dedos. La comunidad más viva y desarrollada se encontraba, en cambio, en Santa María de Catamarca, a 1500 kilómetros al noroeste del país. Después de trajinar hasta conseguir casa donde establecerse, y sin darse tiempo ni siquiera para desarmar las valijas, Lía ya partía con ese destino atravesando paisajes, costumbres, condiciones sociales y razas que recién conocía y pasaron a ser suyos por el resto de su vida. Al constatar la vitalidad de una comunidad entera renovada por el carisma de la unidad le surgió la idea de realizar allí mismo la primera Mariápolis en estas tierras. En efecto, en julio de 1962, en pleno invierno, un nutrido contingente de “porteños” viajaba a Santa María a hacer esa experiencia de sociedad renovada por el Evangelio. A partir de allí, comenzando por Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, con el surgimiento de comunidades y focolares y obras el Movimiento se ha ido extendiendo hasta abarcar todo el continente.

Decir que Lía era intrépida es una obviedad. Silvana, una de sus compañeras de los primeros tiempos, la recuerda como alguien que sabía ver y, por eso, amar a cada uno en su deber ser. Serenella la describe como alguien que no cedía fácilmente y cuando vislumbraba una meta arriesgaba. Para Marcos, compañero de aquel histórico viaje del ’58, combinaba una delicadeza maternal con la fidelidad a la verdad, incluso hasta la severidad. Marisa destaca su pasión por construir la Obra de Dios y la cantidad de realizaciones que surgieron por su iniciativa. Una pasión que con los años se abrió a horizontes cada vez más vastos en el diálogo ecuménico, interreligioso, cultural, económico, político. Una de estas realizaciones, en la que tuvo un Con-le-gen2protagonismo particular, ha sido sin duda la ciudadela permanente del Movimiento en O’Higgins, que justamente se ha querido que lleve su nombre: “Mariápolis Lía”. Es que, donde descubría una semilla ella ya veía el árbol, afirma Lucía, de Chile. Para ella, todos eran candidatos a la unidad. “¡Adelante, el mundo es nuestro! – a recuerda Gustavo Aucar, de Resistencia- . Una mujer de gran vitalidad, siempre como una joven del Movimiento”.

Precisamente en uno de sus últimos encuentros con los Gen, del que participó junto a Victorio, contemplando feliz el espectáculo de esa juventud, le había comentado: “¿No te parece Victorio que también nosotros, como el viejo Simeón, podemos irnos tranquilos?”. Y repetía, “Ustedes nos agradecen a las de los primeros tiempos, y está bien, pero yo siento que los segundos, los terceros y los cuartos serán siempre así, porque es como una marca de fábrica… Yo siento que tengo que agradecerles a ustedes, porque los primeros de hoy”.

Cuando, el 5 de febrero de 2005, Chiara anunciaba que Lía Brunet nos había dejado para volver al Padre, afirmaba: “Ayer llegó otra ‘estrella’ a nuestra constelación. Pero no se siente esta separación, porque la unidad es una realidad cada vez más fuerte. “Me la imagino en el Paraíso –dice Marisa– tan hermosa y radiante como siempre, coqueta, con colores vivos, en perfecta armonía”.

La experiencia terrena de Lía está todavía viva en tantos corazones que supo conquistar y en dos libros, editados por Ciudad Nueva: “Tejiendo una red”, donde ella cuenta su experiencia de vida y “La aventura de Lía Brunet”, que narra los orígenes del Movimiento de los Focolares en Sudamérica.

Su Palabra de vida era: “El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese el que me ama, y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 14, 21).

 

 

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Eealimentación

  1. Gabriela

    “La experiencia terrena de Lía concluye el 5 de febrero de 2005, pero está todavía viva en tantos corazones que supo conquistar” … y en cada rincón de estas benditas tierras en las que sembró con abundantísimos frutos…!!!! Gracias Lía, por todo y por siempre!!!!

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