Marita Aimetta

 
Corriendo, al Cielo (15 de agosto de 1944 - 24 de enero de 2011)

Marita nació el 15 de agosto de 1944 en un pueblo en la provincia de Córdoba.

Muy inteligente y deportiva: también la apasionaban la música, el teatro, la medicina, la filosofía.

Durante el secundario conoce a Marilyn Barrio y, con ella, en 1966 conoce el Movimiento con la llegada del focolar en Córdoba.

Su adhesión es inmediata y total.

Le escribe a Chiara Lubich en el 69: “… me parece que hoy he dado un paso con toda el alma, lo he elegido a Jesús, por primera vez, en cada cosa, en cada momento. He descubierto con el alma que es muy importante… una verdadera consagración (…). Quisiera amarlo sólo a El y nada más”.

Luego de un periodo en Colombia, desde el ‘75 está en Argentina. Con gran generosidad pone a fructificar todos sus talentos: desde trabajar la tierra en la naciente ciudadela de O’Higgins, a formar parte del equipo de profesores de la Escuela de Estudios Sociales, a preparar programas de radio y televisión. Su espontaneidad junto a su aguda profundidad impresiona a las personalidades eclesiásticas, que la buscan como presentadora oficial de grandes eventos de la Iglesia.

Una focolarina la describe de este modo: “Con ella se puede contar siempre: fraternal, servicial, fiel, silenciosa en las dificultades tapando siempre los huecos y al mismo tiempo alegre en el festejar lo bello de cada día”.

Los últimos 11 años Marita los vive en el Centro del Movimiento en Roma para trabajar en el equipo de traducciones al castellano. Para ella es un trabajo que siente muy “creativo” y que le da la posibilidad de establecer relaciones de amor vivido con competencia y prontitud.

También Dios le da la posibilidad de volver a practicar las carreras de larga distancia, una pasión que conservaba desde la juventud. Participó en varias competencias y maratones, en las cuales ganó varios premios.

Nos cuenta otra focolarina: “En marzo del 2009 habíamos salido para pasear un poco. Marita contaba un poco de su historia Y en un momento me dijo: ‘tengo una duda, no sé si he logrado darle todo a la Obra, todo de mí…’ Un mes más tarde, el viernes santo del 2009, advierte los primeros síntomas de su enfermedad y nos acordamos de aquel momento”.

Marita escribe: “es una experiencia absolutamente inédita, fuerte como lo es Dios… en estos días me conduce sólo esta idea: soy la esposa de Jesús crucificado… me siento serena con esta fuerza adentro… todo es amor suyo”.

Y antes de internarse en una clínica especializada escribe: “Como no logro hablar les escribo. A veces es muy duro, no tengo miedo de la muerte, pienso que en este último tiempo Dios me ha trabajado en el alma fijándome como nunca en el presente y en la verdadera realidad.

Pero experimento otro sufrimiento, qué imagino que será común a muchos enfermos… el límite, la impotencia. Sé que hay muchos que sufren más que yo… pero… es así, cuando llega el abatimiento se vuelve más difícil; no dudo del amor de Dios, jamás, pero a veces me falta la alegría de la aceptación.

Muchas veces me he dicho qué debe ser muy lindo que Dios te quite todo para obligarte a vivir solo por Él… pero cuando llega, veo que por lo menos para mí no es tan simple y me doy cuenta de que a veces me falta la liviandad que da el amor a Jesús crucificado. Pero quiero recomenzar…”.

El día de su muerte, entre otras cosas se comentaba: Marita, una deportiva, había participado con éxito en muchas maratones. Cuando ya se encontraba imposibilitada de practicar deportes por la enfermedad decía: “Al paraíso voy a llegar corriendo, ¡pero con el alma!”.

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