Vacaciones en El Espinal: con las pilas “a full” para todo el año.

 
Las vacaciones diferentes en El Espinal (Salta) volvieron a realizarse por cuarta vez. Jovenes, adultos, familias, niños que se proponen entretejer relaciones de fraternidad entre ellos y con la comunidad local.

«Soy de la ciudad con todo lo que ves, con su ruido, con su gente, consume vejez». Estas palabras que pueden sonar cotidianas a muchos habitantes metropolitanos son del conjunto uruguayo La vela puerca. Así también para los 41 participantes de la 4ª edición de las vacaciones diferentes 2019. La letra de esta música (con algunas modificas, cabe decirlo) se volvió parte de la banda sonora de los 8 días transcurridos, como de costumbre, en el paraje salteño de El Espinal. Con una diferencia: para los vacacioneros no se trataba de zafar de la ciudad, sino de vivir juntos entre ellos y con los habitantes del paraje norteño una experiencia de encuentro que teje relaciones duraderas e importantes. Y en efecto, de relaciones se trata.

Son los vínculos con los demás la medicina que, al mismo tiempo que puede intoxicarnos provocando cansancio, heridas y malestar psicológico, también nos carga de energía, de alegría y fuerza para vivir. No solo. Las relaciones nos ayudan a descubrir quienes somos y cuál es nuestra misión en la vida; ayudan a una comunidad a desarrollarse en modo digno, sano y equilibrado; son el lugar de la fiesta y del descanso, del juego y de las risas. Lo que caracteriza a este tipo de vacaciones haciéndolas diferentes son justamente las relaciones positivas, fraternas y solidarias que se trata de experimentar en cada edición.

Este proyecto de las vacaciones diferentes promovido por el Movimiento de los focolares nació en 2016. Justamente en El Espinal se lleva a cabo el programa de turismo solidario de la Pastoral de turismo lo que contribuye a que ambos proyectos se desarrollen generando sinergia recíproca. La iniciativa de la Pastoral de turismo trata de promocionar el turismo sustentable que contribuye al desarrollo local, a la valorización y preservación del medioambiente y del trabajo artesanal local. Se trata de ofrecer un encuentro entre mundos culturales diversos que en la proximidad se descubren y se enriquecen mutuamente.

Hospedados en la escuelita albergue del paraje, jóvenes, adultos y, por primera vez, niños provenientes de distintos lados de Argentina han aprendido a conocerse, a convivir y a quererse bajo la pedagogía del dado de la paz. Cada día la propuesta era vivir lo que cada una de las caras del dado representa: amar a todos, amar por primero, valorar al otro, saber escuchar al otro, amarse recíprocamente, amar al enemigo: estos los seis desafíos del veraneo. Algunos no recuerdan de haber logrado servirse ni siquiera un vaso de agua, ya que había siempre alguien listo para servir por primero. Otros no lograron sacar su crema y protector de la mochila ya que siempre alguien se los ofrecía primero. Los ejemplos se podrían multiplican en la cocina, la limpieza, las largas horas de juegos de mesa y de guitarreadas, los paseos, las cabalgatas, el intercambio profundo con la comunidad local, los momentos de reflexión y celebración abiertos a quienes quisieran participar y los ríos de charlas en las cuales las vidas de unos enriquecieron y, ¿por qué no?, iluminaron a las de otros.

El destilado de la experiencia se condensa –como expresaban muchos– en la palabra “familia”: vocablo que parece arcaico y que cuando llega a ser vivenciado resulta profético. Porque sana, da alegría, paz, dignidad, ganas de ponerse al servicio de los demás.

(Colaboración de Tommaso Bertolasi)

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