Alta Gracia, semana santa 2019. Alrededor de 120 jóvenes argentinos (con presencias de Uruguay, Paraguay y Chile), muestran una vez más que el diálogo es posible. También hoy. También en Argentina.

En tiempos de grietas, de convulsiones sociales que fracturan familias y grupos de amigos, parece que de algunos temas no se puede hablar. Menos con quienes piensan diferente. Problemas como el aborto, la inclusión de las minorías LGBT, la identidad de género etc., suelen ser causa de fervientes debates polémicos o asuntos para círculos cerrados en los cuales no es permitida alguna oposición. Otras veces quedan afuera de la puerta, para no generar peleas.

El desafío que los jóvenes de los Focolares aceptaron fue, por un lado, el de poner arriba de la mesa, descubriendo todas las cartas, posturas diferentes, visiones contrastantes, hasta cuestionamientos sobre una ética cristiana tal vez no siempre fácil de entender. La apuesta fue la escucha del otro, sin prejuicios, sin erguir barreras preventivas y el don de las propias ideas puestas en cuestión y ofrecidas como posibilidad de construcción colectiva y no como dardos venenosos.

Las grietas se superan construyendo puentes. Esto es el espectáculo que se vio en Alta Gracia en semana santa. Puentes con quienes piensan diferentes, con quienes son portadores de riquezas culturales diferentes, con quienes vienen de experiencias de vida distintas. El puente es el lugar del encuentro y del reconocimiento de las diferencias.

El descubrimiento del sepulcro vacío y a la angustia frente a la muerte de Dios como metáforas del tiempo moderno, no obnubilaron los ojos de los 120 jóvenes que, como los dos de Emaús, descubrieron en la relación, la escucha y el diálogo una posibilidad diferente de interpretar los acontecimientos sociales. Para después, al final, constatar: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?»

Tommaso Bertolasi (Rosario)