Julia Maria del Pilar Rivarola

 
Médica apasionada (06/08/1953 – 05/03/2019)

Nació en Asunción, Paraguay. Estudió y ejerció con pasión la Medicina. Fue Docente de la Cátedra Bioética y Ética Médica de la Facultad de Ciencias Médicas, de la Universidad Nacional de Asunción. Miembro de la Sociedad Paraguaya de Bioética. Co fundadora de FEDAVIFA (Federación de Asociaciones por la Vida y la Familia). Miembro fundador del Foro de Diálogo Civil.

Escribió numerosos artículos en revistas científicas, impartió clases magistrales y compartió clases prácticas, asistiendo a enfermos y comunidades vulnerables. Dictó numerosas conferencias magistrales en Congresos Médicos y otros relacionados a la Vida y la Familia.

De profunda fe cristiana, su amor a Jesús y María nació en el Movimiento de los Focolares y se fortaleció en el encuentro diario con Jesús Eucaristía.

Su formación y su lucha tuvieron escenario nacional e internacional. De principios firmes e inclaudicables en cuanto al valor de la Vida y La Familia, expuso con altura, idoneidad, dignidad y corrección la defensa de la vida, la promoción y protección de la persona humana. Debatió con solvencia y vehemencia los ataques a la vida y la familia en medios radiales y televisivos, aún en estos últimos dos años en que su salud iba desmejorando. Luchó hasta el final por la promulgación de leyes justas que dignifiquen a la persona. Resistió tenazmente a los colegas parlamentarios promotores y mentores de la ley del aborto.

Durante cuarenta años sirvió a la Iglesia en la Pastoral Familiar defendiendo la Paternidad Responsable, la Planificación Familiar Natural, la defensa de la vida y la familia, el ejercicio de su profesión médica con amor al prójimo, tanto en su hospital como de forma gratuita en Barrio Republicano, o en Capiatá.

Nilsa de Bobadilla, cuenta: “Le debemos la vida de mi hija Natalia, ya que luego de nacer las gemelas, justo al año, quedé embarazada nuevamente. Fui al ginecólogo y le dije que estaba con retraso. Él ni siquiera me pidió los análisis, sino que me dijo que debía abortar lo más rápido posible, porque había tenido una cesárea reciente y reventaría mi útero, lo cual significaría la muerte también para mí.

Fueron días terribles para mi esposo y para mí, hacer eso no entraba en nuestra mente…

Pasó otro mes y nos encontramos con Julia en la misa, en Lambaré. Apenas terminó, le contamos… Con esa risa propia que tenía, me dice: ¡JAMÁS SUCEDERÁ ESO! Desde ese momento me acompañó en todo el embarazo, e inclusive después de nacer nuestra hija”.

Mauro Eduardo De Souza, escribe: “Soy de aquellos que tuvieron el privilegio de conocer a la Dra Julia Rivarola, casi me viene de decir ‘la guerrera Rivarola’.

Aún puedo escuchar sus carcajadas, ver sus gestos, casi arranques de furia en defensa del derecho a la vida. De ella creo que el diablo siempre habrá girado la esquina para no encontrarla pues su tan sola presencia le arruinaba los planes.

Una vez traje de Roma dos grandes cajas llenas de remedios que Julia me pidió; jamás pensé que podría estar prohibido hacer algo así. En la escala de Buenos Aires, me piden bajar del avión y sobre la pista me enseñan las dos cajas y empieza el interrogatorio. Yo, con una simplicidad que no es de este mundo, conté lo que ella hacía en San Miguel y en el Republicano. Aquellos señores me escucharon y me advirtieron: ‘En Asunción tendrás problemas con todo esto’, pero me permitieron seguir el vuelo con mi encomienda (…). La cosa es que Julia recibió los medicamentos y de aquello se rio un buen rato.

Su legado espiritual y humano es de luz para siempre. Agradecerle es demasiado poco. Se siente la necesidad de imitarla, de tener las mismas agallas que ella y romper fronteras con el Evangelio de la vida. Su testimonio seguirá empujando a muchos.”

Se despidió de esta vida serenamente, esperando con una sonrisa encontrarse pronto con su amado Jesús, y dejó a su alrededor un enorme agradecimiento por su vida, por el amor que prodigó y los deseos de “Un feliz retorno a la patria celestial”, como decían algunos, “Un merecido descanso en los brazos del Padre Eterno”, decían otros.

 

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