Palabra de vida – Diciembre 2019

 
“Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.” (Mateo 25, 42)

En este pasaje del evangelio de Mateo, Jesús prepara a sus discípulos para su vuelta definitiva e inesperada, que los sorprenderá.

También en ese tiempo histórico existían muchas dificultades, guerras y sufrimientos de todo tipo. Para el pueblo de Israel, la esperanza estaba puesta en la intervención del Señor, que pondría fin a las lágrimas. La espera, por lo tanto, no era motivo de temor, sino más bien de alivio, como tiempo de salvación.

Aquí Jesús nos enseña un gran secreto: vivir bien el momento presente porque él mismo volverá cuando estemos ocupados en las cosas normales de nuestra cotidianeidad, en las que a menudo tendemos a olvidarnos de Dios por estar demasiado ocupados con las preocupaciones del mañana.

“Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.”

Es una invitación a mantener los ojos abiertos, a reconocer los signos de la presencia de Dios en la historia, en el día a día, a ayudar a quienes viven en la oscuridad para que encuentren el camino de la vida.

La incertidumbre sobre el día preciso de la llegada de Jesús coloca al cristiano en una actitud de continua espera; lo alienta a vivir el momento presente con intensidad, tratando de amar hoy y no mañana; perdonando ahora y no después; transformando la realidad en este momento y no cuando encuentre tiempo en la agenda de sus compromisos.

Meditando esta Palabra, Chiara Lubich escribía: “¿Has observado cómo por lo general no vives la vida, sino que la arrastras a la espera de un ‘después’, cuando debería llegar ‘un momento mejor’? De hecho, un ‘momento mejor’ llegará, pero no es el que tú esperas. Un instinto divino te lleva a esperar que alguien o algo pueda satisfacerte. Piensas que llegará en un día de fiesta, o cuando tengas tiempo libre, o en un encuentro particular… acabados los cuales no quedas satisfecho, al menos no en plenitud. Y retomas el trajinar de una existencia no vivida con convicción, siempre a la espera. En realidad, entre los elementos que componen tu vida, también hay uno al que nadie puede escapar: se trata del encuentro cara a cara con el Señor que llega. Este es el ‘momento mejor’ al que inconscientemente tiendes ya que estás hecho para la felicidad. Y la plena felicidad solo él puede dártela”¹.

“Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor”

El señor Jesús vendrá ciertamente en el final de la vida de cada uno, pero ya podemos reconocerlo presente en la Eucaristía que celebramos y compartimos, en su Palabra que escuchamos para vivir, en cada hermano y hermana a los que podemos encontrar, en su voz que habla en la conciencia.

La vida nos presenta desafíos y a menudo nos preguntamos cuándo terminará el sufrimiento.

No podemos esperar pasivamente una intervención del Señor. Cada momento debe ser aprovechado para acelerar la realización del Reino de Dios, su designio de fraternidad. Cada pequeño gesto de amor, cada atención, cada sonrisa ofrecida transforma nuestra existencia en una espera fecunda.

Paco es capellán en un hospital español. Son numerosos los enfermos ancianos que a veces sufren graves enfermedades. Nos refiere: “Al llamar a la puerta de la habitación de un paciente mayor, que a menudo se irritaba contra la fe, tuve un momento de duda pero decidí dar testimonio del amor de Dios. Entré sonriente y le hablé con dulzura, le expliqué la belleza de los sacramentos. Cuando le pregunté si quería recibirlos me respondió que sí. Se confesó y recibió la Eucaristía y la unción de los enfermos. Me quedé un rato con él. Cuando lo dejé estaba sereno y la hija, que había llegado, quedó muy sorprendida.”

Letizia Magri

1-C. Lubich – Palabra de vida 1978.

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