¿Y por qué no el focolar?

 
Una infancia serena, el inevitable impacto con el dolor, el sueño de cambiar el mundo, la profesión, la búsqueda y la respuesta. El camino de Birgitta Beisser.

Se presenta con una sonrisa que no la abandona nunca: “Soy Birgitta, tengo 60 años, estoy en el Focolar ‘Lieta’¹ hace 17 años. Antes estuve 12 años en la ciudadela ecuménica de Ottmaring, trabajando en el centro Mariápolis.

Paisaje de los campos de Baviera

Enseguida empieza a desgranar su historia: “Vengo de una familia católica muy creyente, de un pueblito de la región de Baviera, en Alemania. Soy la tercera de 6 hermanas. Mi infancia me la recuerdo serena, todas teníamos que colaborar en los trabajos de la casa y de la pequeña chacra, ese contacto directo con la naturaleza todavía lo siento como un regalo especial. Nuestros padres eran amorosos y con principios muy firmes. Nos hicieron conocer también la belleza del arte y de la música. Desde chica tenía un particular interés por todo lo religioso”.

“Un momento fuerte lo tuve a los 12 años, puedo

Campo de exterminio de Dachau

decir que fue mi encuentro con el dolor”. Se pone seria y fija la mirada con un instante de silencio. Continúa: “Estaba de vacaciones en la casa de parientes con mi tío sacerdote. Me llevó a visitar a una joven catequista de su parroquia que yo quería mucho y que había entrado en el convento de las Carmelitas de Dachau. Este convento se construyó justamente en el predio del ex campo de concentración. Visitamos la monja y después recorrimos el predio, ahora transformado en un monumento. Me acuerdo del espanto que me causaron las inmensas fotografías en las que habían sido instalaciones del horror, aún intactas, y el tomar conciencia que esto ya pasó que ya no se podía revertir nunca más y no se podía hacer más nada. Pero fue ahí que tomé, de algún modo, la decisión de dar mi vida para que algo así no sucediera nunca más”.

¿Cómo fue que llegaste al Movimiento de los Focolares?

“Al movimiento lo conocí porque estos tíos sacerdotes tenían contacto con las primeras focolarinas y los focolarinos que llegaron a Alemania en los años 60. Una tía colaboraba con un sacerdote focolarino en una organización que tenía el fin de apoyar a familias católicas en la parte comunista de Alemania, detrás de la ‘cortina de hierro’² que vivían muchas dificultades. Un día le pedí a esa tía que me conseguiera la dirección de alguna chica de mi edad porque quería entablar amistad con alguien de allá. Me parecía interesante y aventuroso! De ese modo empecé a escribirme con Monica, que era una Gen 3, hija de una familia Focolar de Lipsia. Era un poco mas grande que yo, le hacía todas mis confidencias, le contaba mis problemas de la escuela y ella con mucha paciencia me contestaba, me aconsejaba, me contaba sus experiencias… diríamos que poco a poco me fue dando la espiritualidad a través de la vida!”.

¿Y alguna vez pudiste encontrarte con ella?

“Sí, tuve la oportunidad de conocerla personalmente, a ella y a su familia, porque mi tía y mi papá, en ocasión de la Feria internacional de Lipsia –en la que no era obligatorio la visa para ingresar a Alemania del Este– decidieron viajar allá y compartir 2 dias con ellos. Era toda una aventura, pasar la cortina de hierro con horas de controles rigurosos… y luego encontrarme allá con esta familia que trasmitían una paz y serenidad impresionante. Tenían algo distinto que no sabía definir. En algunos rincones de la casa había pequeños cartelitos con la palabra de vida o frases de Chiara… puedo decir que allí experimenté la primera vez qué era el Ideal de la unidad vivido en la relación entre ellos y con los demás y esto en medio de grandes dificultades e injusticias. Justo cuando estábamos allí, a uno de los hijos le había llegado la carta que decía que no era admitido a la universidad aunque tenía las mejores notas. Esto porque no adherían al partido para no renegar de su fe”.

¿Cuándo dejaste tu casa?

“A los 17 fui a vivir a Nuremberg con mi hermana para estudiar enfermería que era mi sueño desde chiquita. Vivir en una ciudad me abrió a todo un mundo nuevo, interesante. Muy pronto me enteré que en esta ciudad había personas del Movimiento. Era muy tímida pero me atraía la idea de vivir el Evangelio como ya lo había visto. Había una comunidad incipiente y como referentes una familia católica y la de un pastor luterano. Me uní al grupito Gen que las hijas habían recién empezado. Recuerdo de estos años la belleza de una comunidad naciente: nos sentíamos todos una familia. Por ejemplo cuando había una primera comunión en una

Genfest 1980 en Roma

familia, íbamos todas a ayudar a preparar la fiesta, lo mismo cuando la Gen luterana festejaba su confirmación. Íbamos a pedido del pastor a su parroquia para reforzar el grupo de la Palabra de Vida que había empezado. Vivíamos la comunión de bienes y me acuerdo la alegría de poner en común mi primer sueldito. La llegada del Focolar a la ciudad y la participación en el Genfest del 80 en Roma, al que logramos llevar un omnibus de jóvenes nos abrió nuevos horizontes”.

¿Cómo se manifestó el llamado de Jesús para seguirlo en el focolar?

“En lo más profundo de mí estaba la búsqueda de cuál sería mi camino. ¡Soñaba! Me imaginaba una vida en pobreza, con un compromiso social. Terminado el curso de enfermería con mi hermana nos anotamos para ir a hacer un año de voluntariado en una casa de Madre Teresa en Calcuta pero nos rechazaron la visa y no pudimos ir. Lo tomé como una indicación de que Dios quería otra cosa. Fue entonces que conocí a una persona maravillosa y me puse de novia pero por más enamorada que estaba en lo profundo sentí una contradicción que no se resolvía y dejé. La búsqueda siguió y llegué a las pequeñas hermanas de Charles de Foucould que estaban en Munich y fui unos días para conocer. Me encantaba su vida de pobreza y entrega a los últimos pero pensaba: ¿por qué uno tiene que ponerse un vestido particular para distinguirse de los demás?

Birgitta con su focolar en la última Nochebuena

Paralelamente seguía con las Gen. En todos esos años nunca había pensado en el focolar. Aunque pasábamos mucho tiempo en el focolar en el fondo no comprendía que hacían de especial, las veía trabajar, hacer encuentros… hasta un momento muy fuerte en un día de trabajo para la preparación de una jornada. Fui testigo de una conversación entre dos focolarinas que me ponía de golpe en evidencia la radicalidad de la vida de unidad y entendí que la unidad es un ideal tan grande por el que se deja todo, ¡también la propia idea! Ese momento fue fulminante! Hasta ahora había querido dar a Dios mi vida pero seleccionando, manteniendo mis ideas. Estaba en el tren volviendo de un día de trabajo y de repente sentí la pregunta dentro ‘¿y porque no el Focolar?’. Ese pensamiento fue una sorpresa total pero a la vez sentí una felicidad tan grande que desde ese momento no tuve más dudas”.

1 – El focolar “Lieta” está situado en el barrio de Caballito, en la Ciudad de Buenos Aires.
2 – “Cortina de hierro” hace referencia a la barrera/línea imaginaria que separaba ideológica y políticamente la Europa Occidental (capitalista) de la Oriental o soviética (comunista) tras la Segunda Guerra Mundial.

Normas(500)