En el camino hacia Cafarnaúm, los discípulos discuten animadamente. Sin embargo, cuando Jesús les pregunta por el argumento de la discusión, no se animan a contestarle, acaso porque se avergüenzan un poco; en efecto, trataban de establecer quién de ellos era el más grande.
Jesús había hablado repetidas veces de su misteriosa cita con el sufrimiento, pero para Pedro y los demás era un discurso demasiado difícil de entender y de aceptar. En realidad, sólo después de la experiencia de la muerte y resurrección descubrirán que Jesús es el Hijo de Dios que da su vida por amor.
Por ello, para ayudarlos a ser realmente sus discípulos, Jesús se sienta, les pide que se acerquen y les revela la verdadera naturaleza del “primado evangélico”.
“El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.
No obstante las fragilidades y los temores de los discípulos, Jesús tiene confianza en ellos y les propone que lo sigan para compartir su misión: servir a todos. Vuelve a la mente la exhortación del apóstol Pablo a los cristianos de Filipos: “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús”¹. Servir, no ya como un esclavo obligado a su trabajo, sino como una persona libre que ofrece generosamente sus capacidades y sus fuerzas, que se esmera en favor no de un grupo, de una parte, sino de todos los que necesitan de su ayuda, sin excepciones y sin prejuicios.
Es un llamado también hoy para nosotros, a tener abiertos la mente y el corazón para reconocer y ocuparnos de la necesidad de los demás, para ser activos a la hora de construir relaciones auténticamente humanas, poner a crecer nuestros talentos por el bien común, y recomenzar cada día, no obstante nuestros fracasos. Es la invitación a ubicarnos en el último lugar para convocar a todos hacia el único futuro posible: la fraternidad universal.
“El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.
Al comentar esta Palabra de Jesús, Chiara Lubich sugirió cómo hacerla vida concreta: “Eligiendo con Jesús el último lugar en las innumerables ocasiones que se nos ofrecen cotidianamente. ¿Se nos ha confiado una responsabilidad de cierto relieve? No sintamos que somos “alguien”, no le demos lugar a la soberbia y al orgullo. Recordemos que lo más importante es amar al prójimo. Aprovechemos de la nueva situación para servir mejor al prójimo, sin olvidar de ocuparnos de las que parecen pequeñas cosas, las relaciones personales, los humildes deberes cotidianos, la ayuda a los padres, la paz y la armonía en la familia, la educación de los niños… Vayan como sea las cosas, recordemos que el cristianismo significa amar, y amar preferentemente a los últimos. Al hacerlo así, nuestra vida será una permanente construcción del Reino de Dios en la tierra, y por este esfuerzo Jesús nos ha prometido todo lo demás como añadidura: salud, bienes, abundancia de cada cosa… para repartir con los demás y convertirnos en los brazos de la Providencia de Dios para muchas personas”².
“El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos”.
La protección de la casa común, algo tan actual, es un servicio al bien común que podemos compartir con muchas personas en el mundo, y es desde hace años un tema-fuerza para el común testimonio cristiano. Recordemos en particular que, para un número siempre creciente de Iglesias, también en septiembre de este año se realiza la celebración de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación.
La comunidad de Taizé propuso para una de estas fechas la siguiente oración: “Dios de amor, mientras estamos ante tu presencia, haznos capaces de amparar la infinita belleza de lo que has creado, de todo lo que procede de ti, de tu inagotable compasión. Aumenta nuestra atención para con los demás y con toda la creación. Enséñanos a descubrir el valor de todo y hacernos portadores de paz en la familia humana”³.
Letizia Magri