Conciencia hoy – vida mañana

 
La 6ª ECOFERIA en Mariápolis esta vez dio la palabra al protagonismo de los jóvenes, “la generación que tiene en sus manos cambiar el proceso”

de Honorio Rey

 

Siempre había escuchado del tema, pero como algo lejano, que no sabía si tenía que ver conmigo – relata Sara Fra, veinteañera – hasta que apareció un informe de la ONU, que si no actuamos ayer,  ya estamos al horno. ¿Cómo puede ser que no se esté haciendo nada? – se preguntó – . Y ahí empecé a cambiar un montón de cosas que siempre hice y que todos hacen porque ni siquiera sabía que estaban tan mal o que había otra forma de hacerlo”. Y también se cuestionó: “¿Qué onda esto, cómo llegó hasta mí?, ¿de dónde viene lo que estoy comiendo, a dónde va lo que tiro? Y una vez que te enterás que hay una forma mejor, no hay vuelta atrás”, concluye categóricamente.

Sara, que hoy se define como activista militante socio-ambiental, fue una de las panelistas en la 6a Ecoferia realizada desde Mariápolis, en coordinación con la Sociedad de Fomento de O’Higgins, que este año quiso dar justamente la palabra a los jóvenes, como generación clave en el imprescindible cambio de rumbo hacia una ecología integral.

Entrevistados por los jóvenes de la ciudadela los expositores fueron recorriendo, con sus experiencias, prácticamente todos los niveles de  “la calidad de vida para nosotros y para el futuro”. Desde lo individual, Danila Maggi  abrió el fuego en “alimentación sustentable” con su emprendimiento de frutos secos, “Frutos del Sur, producidos y elaborados con sustancias naturales”, y la descripción del manejo atento a la salud personal, al ambiente y sensibilidad social por los pequeños productores, sin dejar de mencionar que conllevan el agregado de  “conservar mejor  sabores, colores y aroma”.

De este detalle particular de la alimentación, Leonardo Amet,

en una didáctica presentación gráfica, pasó a mostrar el amplio abanico de recursos de origen hidráulico, biomasa, solar térmicos

y fotovoltaicos, eólicos, geotérmicos y marinos, abriendo la problemática del “impacto y manejo de las energías renovables”.

No faltó, a continuación, la nota controversial en el aporte de Ana Paula Alamo, entre las necesidades del productor y la conservación de las especies, ejemplificado en el tema del puma y el ganado, que obliga a buscar alternativas equilibradas que, a su criterio, sólo pueden surgir de una mirada propositiva y consensuada que únicamente se obtiene poniéndose en el lugar del otro. En definitiva, “el cuidado de la naturaleza como acto de amor. Lo que no se conoce no se cuida”.

Gustavo Sartore sorprendió con su trabajo docente en un penal de menores donde, además de la “sustentabilidad de la agricultura ecológica”, se plantea en sintonía “la inclusión social” de los jóvenes residentes a través del buen trato humano, la capacitación laboral, los conocimientos, las buenas prácticas para su futura libertad. Una actividad realizada en colaboración con la cooperativa Unión de Trabajadores de la Tierra, el INTA, la Universidad Nacional de La Plata y su Escuela de Oficios, que permite además contribuir con la donación de bolsones de productos.

La utilización de los recursos naturales para generar el menor impacto posible tuvo su espacio también en el ámbito de la arquitectura sustentable en la experiencia de Camila Velarde,donde no es fácil instalar una manera distinta de pensar pero, como en otros campos, el proceso se difunde por contagio”.

A esta altura no podía faltar una mirada abarcadora, como fue el manejo holístico, a cargo de Tobías de Lillo, dado que es su especialidad en agricultura y ganadería. En otras palabras, una mirada global sobre la naturaleza no sólo en lo que se refiere al ambiente, sino también a la persona y su calidad de vida, tomando decisiones en conjunto al momento de planificar.

Una mención especial mereció, de parte de Virginia Solís, la granja de Francisco en “Agricultura y justicia”. Coordinadora de grupos de trabajo su función es tender puentes  creando conciencia en clave de fraternidad entre emprendedores, académicos y comunidades vulnerables. “Nosotros so

mos la generación que tenemos entre manos cambiar el proceso actual”,  no dudó en afirmar.

A esta altura, tras haber compartido tantas miradas y experiencias, la inquietud que quedaba latente podía sintetizarse en “¿Cómo tener una vida ecológica?”, a la que se abocó Lourdes Mercado planteando una Ecología integral como estilo de vida, “comenzando por detenerse, en la aceleración actual, para poder conectar con el mundo que nos rodea. Descentrar al ser humano y al mismo tiempo considerar que cada uno de nosotros es y forma parte de una casa común, planteándose no sólo cómo hacer para que los recursos no se agoten, sino también cómo cultivar nuestra relación con la naturaleza”.

De lo individual a lo universal, de lo micro a lo macro, además de sorprender por el camino ya recorrido de cada uno, quedó latente un desafío difícil de eludir: “De los cambios individuales, súper-importantes, necesitamos llegar a un cambio radical y sistémico. Nadie puede hacerlo todo, pero todos podemos hacer algofue la frase-lema elegida por los jóvenes para cerrar esta dinámica edición de la Ecoferia echando ese cable a tierra que se llama compromiso.

 

 

 

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