Palabra de vida – Febrero 2022

 
“Al que venga a mí, yo no lo rechazaré”

 

Esta afirmación de Jesús forma parte de un diálogo con la multitud que, después de la abundante multiplicación de los panes, lo busca y le pide una señal para creer en él.

Jesús revela que es él mismo el signo del amor de Dios, y más aún: es el Hijo que ha recibido del Padre la misión de amparar y volver a llevar a su casa a toda criatura, particularmente toda persona humana, creada a su imagen. El Padre mismo tomó la iniciativa y atrae a todos hacia Jesús1, poniendo en el corazón de cada uno el deseo de la vida plena, de la comunión con Dios y con los demás.

Por lo tanto, Jesús no rechaza a nadie por lejano que pudiera sentirse de Dios, ya que esta es la voluntad del Padre: no perder a nadie.

 

“Al que venga a mí, yo no lo rechazaré.”

Es realmente una buena noticia: Dios ama inmensamente a todos, su ternura y su misericordia se dirigen a cada hombre y a cada mujer. Él es el Padre paciente y misericordioso que espera a todo el que se pone en camino movido por la voz interior.

A menudo nos ganan las sospechas: ¿por qué Jesús tendría que recibirme? ¿Qué quiere de mí? En realidad, Jesús solo nos pide que nos dejemos atraer por él, librando el corazón de todo lo que lo oscurece para aceptar con confianza su amor gratuito.

Pero también es una invitación que requiere nuestra responsabilidad. En efecto, si experimentamos esa abundancia de ternura por parte de Jesús, nos sentimos por nuestra parte llevados por él a recibir a cada prójimo2, hombre o mujer, joven o mayor, sano o enfermo, perteneciente a nuestra cultura o no… Y no rechazaremos a nadie.

 

“Al que venga a mí  yo no lo rechazaré”.

En Quebec (Canadá), una comunidad cristiana que vive la Palabra está comprometida a recibir a muchas familias que llegan a ese país desde diferentes lugares del mundo: Francia, Egipto, Siria, Líbano, Congo…

Todos ellos son recibidos y ayudados, incluso considerando la inclusión e integración. Esto significa responder a sus varias exigencias, llenar los requisitos relativos al estatuto de refugiados o residentes, coordinar con las escuelas para sus hijos, acompañarlos a descubrir su barrio. También es importante la inscripción a los cursos de francés y la búsqueda del trabajo.

Guy y Micheline escriben: “Una familia siria llegada a Canadá tras escapar de la guerra encontró otra, apenas llegada y todavía muy desorientada. A través de las redes sociales, se activó la solidaridad y muchos amigos les hicieron llegar lo necesario: camas, toallas, ropa de vestir, libros y juegos para niños ofrecidos espontáneamente por otros niños de nuestras familias, sensibilizados por los padres. Recibieron más de lo que necesitaban y, a su vez, ayudaron a otras familias pobres en el edificio. La Palabra de vida de ese mes era: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’”.

 

“Al que venga a mí, yo no lo rechazaré.”

Así podemos transformar en vida esta Palabra de Dios: dando testimonio de la proximidad del Padre frente a cada prójimo, como individuos y como comunidad.

Nos ayuda esta meditación de Chiara Lubich sobre el amor de misericordia.

Escribe que “es el amor el que abre el corazón y los brazos a los más necesitados, a los desesperados de la vida, a los pecadores arrepentidos. Un amor que sabe recibir al prójimo desorientado, amigo, hermano o desconocido, y lo perdona infinidad de veces. Un amor que no mide y no será medido. Es una caridad florecida con mayor abundancia, más universal, más concreta de la que se poseía antes. En efecto, nacen sentimientos semejantes a los de Jesús, se advierte que surgen en los labios esas palabras divinas ante los que se encuentra: ‘Me da pena esta multitud’ (Mateo 15, 32). La misericordia es la última expresión de la caridad, la que la lleva a su realización más plena. Y la caridad supera el dolor, porque este pertenece solo a esta vida, mientras que el amor perdura también en la otra. Dios prefiere la misericordia al sacrificio”.3

 

 

Letizia Magri

 

 

Notas

1 Cf. Jn 6, 44.

2 Cf. Mt 25, 45.

3 C. Lubich, “Cuando se ha conocido el dolor”.

 

Normas (500)