Palabra de Vida – Agosto 2022

 
“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”

El capítulo 18 del evangelio de Mateo es un texto riquísimo, en el cual Jesús da instrucciones a sus discípulos sobre cómo vivir las relaciones en el interior de la comunidad apenas nacida. La pregunta que plantea Pedro retoma las palabras que Jesús había pronunciado poco antes: “Si tu hermano peca…”[1]. Jesús está hablando y, poco después, Pedro lo interrumpe, como si se diera cuenta de que no ha comprendido bien lo que su Maestro acababa de decir. Y plantea una de las preguntas más relevantes referidas al camino que tiene que recorrer un discípulo.

¿Cuántas veces hay que perdonar?

 

“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?
¿Hasta siete veces?”

Interrogarse forma parte del camino de fe. Quien cree no cuenta con todas las respuestas, pero sigue siendo fiel, no obstante los interrogantes. La pregunta de Pedro no se refiere al pecado contra Dios, sino más bien lo que corresponde hacer cuando un hermano comete culpas contra otro hermano. Pedro piensa que es un buen discípulo y que puede llegar a perdonar hasta siete veces [2]. No espera esa respuesta inmediata de Jesús, que trastoca sus seguridades: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo, v.22). Los discípulos conocían bien las palabras de Lamec, el sanguinario hijo de Caín, que canta la repetición de la venganza hasta setenta veces siete [3]. Aludiendo precisamente a esa afirmación, Jesús contrapone el perdón infinito a la venganza ilimitada.

 

“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?
¿Hasta siete veces?”

No se trata de perdonar a una persona que ofende continuamente, sino de perdonar repetidamente en nuestro corazón. El perdón verdadero, el que nos hace sentirnos libres, por lo general se da gradualmente. No es un sentimiento, no es olvidar: es la opción que el creyente tendría que realizar, no solamente cuando la ofensa se repite, sino cada vez que nos vuelve a la memoria. Por ello es necesario perdonar setenta veces siete.
Escribe Chiara Lubich: “Jesús apuntaba sobre todo a las relaciones entre cristianos, entre miembros de la misma convicción. Y antes que nada con los demás hermanos, en la fe debes comportarte así: en la familia, en el trabajo, en la escuela o, si formas parte de ella, en tu comunidad religiosa. Sabes cuán a menudo se quiere compensar con un acto, con una palabra, la ofensa sufrida. Sabes que por diferencias de carácter o por nerviosismo u otras causas, las faltas de amor son frecuentes entre personas que conviven. Y bien, debes recordar que solamente una actitud de perdón, permanentemente renovado, puede preservar la paz y la unidad entre los hermanos. Tenderás siempre a pensar en los defectos de tus hermanos, a recordar su pasado, a pretender que sean diferentes de cómo son. Es necesario que tú te acostumbres a verlos con ojos nuevos, aceptándolos siempre y enseguida, en profundidad, incluso si no se arrepienten” [4].

 

“Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?
¿Hasta siete veces?”

Todos nosotros pertenecemos a una comunidad de “perdonados”, porque el perdón es un don de Dios, del cual siempre tenemos necesidad. Tendríamos que maravillarnos perpetuamente de la inmensidad de la misericordia del Padre, que nos perdona si también nosotros perdonamos a nuestros hermanos [5].
Hay situaciones en las que no es fácil perdonar, acontecimientos que se desprenden de condiciones políticas, sociales, económicas en las que el perdón puede asumir una dimensión comunitaria. Muchos son los ejemplos de mujeres y hombres que
supieron perdonar incluso en los contextos más duros, ayudados por la comunidad que los sostuvo.
Osvaldo es colombiano. Fue amenazado de muerte y vio cómo asesinaban a su hermano. Hoy es el referente de una comunidad campesina, y se ocupa de la recuperación de personas que habían estado directamente comprometidas con el conflicto armado de su país.
“Hubiera sido fácil responder a la venganza con otra violencia, pero dije que no”, explica. Y luego: “Aprender el arte de perdonar es muy difícil, pero las armas o la guerra nunca son una opción para transformar la vida. El camino de la transformación es diferente, es poder tocar el alma del otro y para hacerlo no necesitas de la soberbia ni de ningún otro poder; es necesaria la humildad, que es la virtud más difícil de construir” [6].

Letizia Magri.

 

NOTA
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[1]  Mateo 18, 15.
[2]  El número siete indica la totalidad, la perfección de Dios. Él crea el mundo en siete días (cf. Génesis 1, 1-2.4). En Egipto hay siete años de abundancia y siete de carestía (Génesis 41, 29-30).
[3]  “Caín será vengado siete veces, pero Lamec lo será setenta y siete” (Génesis 4, 24).
[4]  C. Lubich, Palabra de vida de octubre de 1981.
[5]  Cf. Oración del Padre Nuestro (Mateo 6, 9-13).
[6]  Maltese, M. (2020). Unidad es el nombre de la paz: La estrategia de Chiara Lubich. Roma: Città Nuova.

 

 

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