Palabra de vida Diciembre 2022

 
"Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna."

 

La Palabra que queremos vivir este mes pertenece al libro del profeta Isaías, un texto amplio y rico, muy apreciado también en la tradición cristiana. En efecto, contiene páginas muy amadas, como el anuncio de Emanuel, “el Dios con nosotros”[1] o la figura del Siervo sufriente[2], que sirve de telón de fondo a las narraciones de la pasión y muerte de Jesús. Este versículo forma parte de un canto de acción de gracias que el profeta pone en boca del pueblo de Israel cuando, superada la terrible prueba del exilio, vuelve finalmente a Jerusalén. Sus palabras abren los corazones a la esperanza, porque la presencia de Dios junto a Israel es fiel, inquebrantable como la roca. Él mismo sostendrá todo esfuerzo del pueblo en la reconstrucción civil, política y religiosa.

Mientras que la ciudad que se cree “inaccesible” tocará el polvo[3], porque no ha sido construida de acuerdo con el proyecto del amor de Dios, la que fue construida sobre la roca de su presencia gozará de paz y de prosperidad.

 

“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna.”

Qué actual es esta necesidad de estabilidad y de paz. También nosotros, en lo individual y colectivamente, estamos atravesando momentos oscuros de la historia, que amenazan con aplastarnos bajo el peso de la incertidumbre y el miedo al futuro.

¿Cómo superar la tentación de dejarnos abatir por las dificultades del presente, encerrarnos en nosotros mismos y alimentar sentimientos de sospecha y de desconfianza hacia los demás?

En cuanto cristianos, la respuesta es, ciertamente, “reconstruir” con coraje antes que nada la relación de confianza con Dios, que en Jesús se hizo nuestro prójimo en los caminos de la vida, incluso en los más sombríos, estrechos, tortuosos y ríspidos.

Pero esta fe no significa permanecer en una espera pasiva. Por el contrario, exige que nos ocupemos en ser protagonistas creativos y responsables en la construcción de una “ciudad nueva”, fundada en el mandamiento del amor recíproco. Una ciudad de puertas abiertas, hospitalaria para con todos, especialmente con “los pobres y débiles”[4], siempre predilectos del Señor.

En este camino, seguramente encontraremos como acompañantes a muchos hombres y mujeres que cultivan en su corazón los valores universales de la fraternidad y la dignidad de cada persona en el respeto por la creación, nuestra “casa común”.

 

“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna.”

En el pequeño pueblo español de Aljucer, en Murcia, una entera comunidad está comprometida en construir relaciones de fraternidad a través de formas de participación abierta e inclusiva.

Refieren que “en el verano de 2008 habíamos dado vida a una asociación cultural, con el objetivo de desarrollar actividades de diferente tipo, tanto a partir de nuestra iniciativa como en colaboración con otras asociaciones del territorio, para promover espacios de diálogo y proyectos humanitarios internacionales”.

Prosiguen: “por ejemplo, desde el primer año hemos organizado una cena solidaria para el proyecto Fraternity with Africa, y financiar así becas de estudio para jóvenes africanos que se comprometan a trabajar en sus países durante al menos cinco años. Son cenas que reúnen alrededor de doscientas personas y colaboran diferentes comerciantes y grupos”.

Y concluyen: “Estamos muy contentos de trabajar desde hace años también con otra asociación. Juntos organizamos un acontecimiento anual abierto a protagonistas del mundo de la cultura, la música, la pintura y la literatura, pero también a exponentes del ámbito de la política, la economía y la medicina. Es una ocasión para compartir experiencias de vida y las motivaciones más profundas de las diferentes opciones”.

 

“Confíen en el Señor para siempre, porque el Señor es una Roca eterna.”

Estamos cercanos a Navidad. Preparémonos recibiendo desde ya a Jesús en su Palabra. Es la Roca sobre la cual construir también la ciudad de los hombres: “Encarnémosla, haciendo propia y experimentando la potencia de vida que surge a nuestro alrededor, si la vivimos. Enamorémonos del Evangelio hasta dejarnos transformar en él y difundirlo a los demás. No seremos ya nosotros los que vivimos, Cristo se formará en nosotros. Experimentaremos la libertad de nosotros mismos, de nuestros límites, de nuestras esclavitudes y veremos estallar la revolución de amor que Jesús, libre para vivir en nosotros, provocará en el tejido social en el que estamos inmersos”[5].

Letizia Magri

 

NOTAS
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[1] Cf. Isaías 7, 14 y Mateo 1, 23.

[2] Cf. Isaías 52, 13 – 53, 12.

[3] Cf. Isaías 26, 5.

[4] Cf. Isaías 26, 6.

[5] C. Lubich, Palabra de Vida, septiembre 2006.

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