Palabra de vida Enero 2023

 
“Aprendan a hacer el bien, hagan justicia.”

 

La Palabra de Vida del mes de enero está tomada del primer capítulo del libro del profeta Isaías. El tema de la justicia es un argumento ardiente. Las desigualdades, las violencias y los prejuicios crecen en el terreno de una sociedad a la que le cuesta dar testimonio de una cultura de paz y de unidad.

Y los tiempos de Isaías no eran muy diferentes de los nuestros. Las guerras, las rebeliones, la búsqueda de las riquezas, del poder, la idolatría, la marginación de los pobres habían hecho perder el sendero al pueblo de Israel. El profeta reclama con palabras muy duras para que su gente vuelva al camino de la conversión, indicando cómo retomar el originario espíritu de la alianza establecida por Dios con Abraham.

 

“Aprendan a hacer el bien, hagan justicia.”

¿Qué significa aprender a hacer el bien? Es necesario ponernos en la disposición de aprender. Exige un esfuerzo de nuestra parte. En el camino de todos los días siempre tenemos que aprender algo, mejorar; podemos recomenzar si nos hemos equivocado.

¿Qué significa hacer justicia? Ella es como un tesoro que debe ser buscado, deseado; es la meta de nuestro actuar. Practicar la justicia nos ayuda a aprender a hacer el bien. Es saber percibir la voluntad de Dios, que es nuestro bien.

Isaías ofrece ejemplos concretos. Las personas que Dios mayormente prefiere, al ser las más indefensas, son las oprimidas, los huérfanos y las viudas. Dios invita a su pueblo a ocuparse de los demás, sobre todo de quien no puede valerse por sí mismo. Las prácticas religiosas, los ritos, los sacrificios, las oraciones no le son gratas si ellos no se corresponden con la búsqueda y la práctica del bien y de la justicia.

 

“Aprendan a hacer el bien, hagan justicia.”

Esta Palabra de Vida nos impulsa a ayudar a los demás, a tener una mirada atenta, socorriendo concretamente a quien está en la necesidad. Nuestro camino de conversión exige abrir el corazón, la mente y, sobre todo, los brazos ante quienes sufren.

“El deseo y la búsqueda de la justicia están desde siempre inscritos en la conciencia del hombre; Dios mismo los puso en su corazón. Pero no obstante las conquistas y los progresos alcanzados a lo largo de la historia, qué lejos está todavía la realización plena del proyecto de Dios. Las guerras que también hoy se libran, así como el terrorismo y los conflictos étnicos, son señal de las desigualdades sociales y económicas, de las injusticias, de los odios. Sin amor, respeto por la persona, atención frente a sus exigencias, las relaciones personales pueden ser correctas, pero pueden también convertirse en burocráticas, incapaces de ofrecer respuestas decisivas frente a las exigencias humanas. Sin el amor no habrá nunca verdadera justicia, no se compartirán los bienes entre ricos y pobres, no habrá percepción de la singularidad de cada hombre y mujer, y de la concreta situación en la que se encuentran”[1].

 

“Aprendan a hacer el bien, hagan justicia.”

Vivir para el mundo unido significa hacerse cargo de las heridas de la humanidad a través de pequeños gestos que pueden ayudar a construir la familia humana.

Un día, J., de Argentina, encuentra casualmente al director del instituto donde había enseñado y que con un pretexto lo había despedido. Cuando el director lo reconoce trata de evitarlo, pero J. va a su encuentro. Le pregunta por sus actividades y el director le cuenta las dificultades del último período: que vive en otra localidad y que busca trabajo. J. se ofrece a darle una mano y el día después difunde entre sus conocidos la noticia de que está buscando trabajo para una persona conocida. La respuesta no tarda. Cuando el director recibe la noticia del ofrecimiento de un nuevo empleo casi no logra creerlo. Lo acepta, profundamente agradecido y conmovido por el hecho de que precisamente aquella persona a la que él una vez había dejado sin trabajo ahora se interesara concretamente por él.

J. recibe luego el “céntuplo” porque precisamente en ese momento le ofrecen dos trabajos que había siempre deseado desde sus comienzos en la universidad. También él quedó sorprendido y conmovido por el amor concreto de Dios.

 

Patrizia Mazzola

 

[1] C. Lubich, Palabra de Vida, noviembre 2006

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