Griselda Imvinkelried, responsable del Movimiento de los Focolares en el Cono Sur, partió el lunes 11 de noviembre a la Casa del Padre de manera sorpresiva.
“Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos” (Mt 7,12). Fue la premisa que encarnó desde su juventud y durante todo su camino de fidelidad a Dios, luego de conocer el Carisma de la Unidad del Movimiento de los Focolares, cuando aún estudiaba Magisterio en la ciudad de Esperanza.
Griselda nació el 7 de julio de 1966 en San Jerónimo, Santa Fe, en una familia de cinco hermanos. Dueña de una sonrisa perenne, de mirada pura, propia de una niña evangélica, y una escucha capaz de acoger con plena misericordia a quien tenía la dicha de encontrarse con ella, Grinchu -como todos la conocían- fue una fuente de amor permanente.
En cada lugar donde estuvo dejó su huella indeleble. En sus primeros pasos como focolarina en Paraná, en Loppiano, más tarde en la zona de Rosario, en sus fecundos 22 años en la Mariápolis Lía, trabajando en la fábrica de dulces “Sorriso” (Sonrisa), en sus tres años en Córdoba o en los últimos cinco años al servicio de la zona Cono Sur como delegada del Movimiento. Siempre construyó vínculos con marcas de eternidad.
Así lo reflejan los mensajes que se fueron multiplicando una vez conocida la inesperada noticia proveniente de Castel Gandolfo, Roma, donde hacía pocas horas había comenzado el encuentro anual de delegados de los Focolares de todo el mundo.
“Me vienen al corazón: su cercanía, simplicidad, empuje, pasión, templanza, aplomo, coraje, parecía que todo era posible estando con ella. Se amaba… ¡y adelante! El entendimiento era mutuo, no necesitábamos muchas palabras para que Su Presencia sea real y tangible entre nosotras”, recuerda una amiga de la juventud, con quien conocieron prácticamente en simultáneo el carisma de la unidad en Esperanza.
“Era de una transparencia especial, con una alegría que la desbordaba”, escribía una compañera de sus primeros años de focolar.
“Gracias por cada palabra de aliento, por cada charla, por cada abrazo, por cada mirada de pureza y cercanía que vos sí sabías dar. Gracias por tu humildad, tu compañía, tu espontaneidad, tu amor concreto y delicado en cada momento de mi vida”, compartía otra focolarina, recordando el momento en que Griselda le dio la bienvenida en la Mariápolis Lía, 30 años atrás.
Numerosas son las voces que remarcan cómo Griselda abría fronteras y animaba, para que pudieran concretarse, diferentes y audaces propuestas para llevar el Ideal de Chiara Lubich hacia las periferias, propio de quien deposita plena confianza en un Dios que es amor para toda la humanidad.
Hay un sentimiento compartido entre todos. La sensación de vacío contrasta con la certeza de que Griselda se quedó en el corazón de cada uno. Allí seguirá viva, haciendo latir los corazones como latió el de ella, al ritmo de un Amor que no pasa, sin medida, fuente de toda Esperanza, virtud que encarnó desde la ciudad donde se enamoró de este Ideal y para siempre.
¡Hasta pronto Grinchu!
Santiago Durante
Gladys Giudicatti