P. Hans Stapel – Nacido en Alemania, en Paderborn, Hans Stapel vive una infancia difícil, en una familia que pierde todo durante la guerra. En su juventud tiene inicio la búsqueda de la fe y el encuentro con la espiritualidad de los Focolares, hasta llegar a la elección de la vida religiosa en el orden franciscano. “Todavía antes de ser ordenado sacerdote, es enviado a Brasil y seguidamente le confían la parroquia de Guaratinguetá. Es precisamente allí que inicia la nueva divina aventura. “Una noche -cuenta- alguien toca a la puerta.  Era una joven que esperaba un niño. Pide algo de comer y un lugar para dormir. Pero ¿ puede un sacerdote recibir en su casa, de noche, a una muchacha tan joven y bella ¿Si San Francisco hubiese estado aquí, qué habría hecho?” Hace entrar a la joven que se restaura y duerme hasta tarde la mañana siguiente. Algún tiempo después, regresa para agradecerle. “Me confía que si yo no le hubiese abierto la puerta  esa noche, su niño nunca habría nacido”. Es el testimonio de este estilo de vida el que le llega al corazón de sus parroquianos.  A partir de ese episodio nace una casa para madres-adolescentes, sostenida por la comunidad parroquial.

Un joven parroquiano, Nelson Giovanelli, que formaba parte del Movimiento Gen (Generación Nueva del Movimiento de los Focolares) queda particularmente impresionado por la enseñanza del P. Hans. Todos los días, después del trabajo, Nelson va a la Misa. Por el camino, regresando a casa, encuentra un grupo de jóvenes que se drogan. Inspirado por las palabras de San Pablo “Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles”, Nelson tiene el valor de acercarse a esos jóvenes.

Y a través de un gesto muy sencillo –le pide a uno de ellos que le enseñe a hacer brazaletes artesanales- que Nelson es introducido en el grupo, ponen a prueba sus intenciones. Un día un muchacho le pide prestada su bicicleta, que usa para ir a trabajar. ¿Quería vendarla para tener a cambio un poco de droga? Nelson decide correr el riesgo. Para su gran sorpresa los jóvenes le devuelven su bicicleta incluso reparada y pulida. Pero esto es sólo el inicio. Durante la Misa Nelson le pide a Dios algo más: que al menos uno de estos muchachos cambie de vida. Algún tiempo después, uno de estos jóvenes le pide que lo ayude a salir del mundo de la droga.

Nelson no tiene ninguna experiencia en la recuperación de drogadictos: le puede proponer como ayuda aquello que él mismo está viviendo: el Evangelio. Al día siguiente se encuentran en la Misa. Eligen una palabra de Dios para poner en práctica. La noche siguiente se comunican cómo les fue. Antonio poco a poco es otra persona. Vuelve a tener confianza en sí mismo, a tomarle el gusto a las cosas sencillas, al punto de atraer a los otros amigos de la calle, que desean conocer la experiencia de Nelson y Antonio. Empiezan a intuir los efectos incluso terapéuticos de una experiencia de Evangelio vivido en la apertura al otro. Algún tiempo después van a vivir juntos a una granja abandonada recibida de regalo. Ponen todo en común: trabajo, tiempo, ideas.

Nace así la primera “Fazenda da Esperança”, una comunidad de jóvenes que desean salir del túnel: “Nosotros no teníamos ni médicos ni medicinas, no era fácil obtenerlas” – recuerda el P. Hans, siempre presente con su acompañamiento espiritual . “Al mismo tiempo teniendo que acudir a quien no podía esperar, pusimos manos a la obra con el único medio a nuestra disposición: la espiritualidad de comunión. En primer lugar tratamos de despertar en los jóvenes el dinamismo del amor cristiano”.

En esta aventura participan no sólo los drogadictos, sino otros jóvenes de la parroquia, que sienten el impulso de ponerse a disposición de los “pequeños”. La alegría que deriva de esta experiencia funciona como “terapia” y es la semilla de la que florecen las primeras consagraciones a Dios en este servicio a la Iglesia. El primero es naturalmente Nelson: quien siempre se había dejado guiar por el Espíritu Santo, y ahora siente que no puede abandonar la obra nacida con él para seguir proyectos personales. La idea de consagrarse a Dios se abre camino en él. En una carta a Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focoalres, Nelson le comunica su deseo. Chiara lo anima a continuar por este camino, para seguir viviendo por Dios en medio de los jóvenes marginados.

Algunos años después, también algunas jóvenes –una asistente social de 30 años, y una joven de 21 deciden dejar la familia y el novio para dedicarse a los “pequeños”- inician una comunidad de recuperación femenina.  En 1992 también el Padre Hans puede dedicarse a tiempo completo a la Fazenda. Los Obispos reconocen cada vez más en ella una obra de Dios, tanto que la definen como “un santuario moderno de evangelización”. El Card. Aloisio Lorscheider dirá: “Aquí el Evangelio ha encontrado una casa, y con ésta la esperanza”. Crece continuamente el  número de jóvenes y familias que –mediante el contacto con estas comunidades- regresan a la vida no sólo libres de la droga, sino con una fe renovada y viva.

Comments are disabled.