Las estadísticas que nos mantienen diariamente informados sobre la propagación de la pandemia en el mundo y las imágenes que nos llegan de los países mayormente afectados suscitan en nosotros sentimientos similares a los expresados en la siguiente oración de Chiara Lubich. También nuestro planeta, que sufre cada vez más,  llama y espera nuestro amor concreto y decidido. 

Señor, dame a todos los que están solos…

He sentido en mi corazón la pasión que invade el tuyo

por el abandono en que está sumido el mundo entero.

Amo a todo ser enfermo y solo,

hasta las plantas que sufren me dan pena…,

incluso los animales solos.

 

¿Quién consuela su llanto?

¿Quién llora con ellos su muerte lenta?

¿Quién estrecha contra su propio corazón

el corazón desesperado?

Haz, Dios mío, que yo pueda ser en el mundo

el sacramento tangible de tu Amor, de tu ser Amor:

ser tus brazos, que estrechan a sí y convierten  en amor

toda la soledad del mundo.

 Chiara Lubich

Escrito del 1 de septiembre de 1949. En Escritos Espirituales 1, Ciudad Nueva, Madrid, 1995. Pág. 35

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