Movimiento de los Focolares
«Después del huracán, un temblor de tierra; pero el Señor no estaba en el terremoto” (1 Re, 19,11)

«Después del huracán, un temblor de tierra; pero el Señor no estaba en el terremoto” (1 Re, 19,11)

Amatrice_clocktower«El campanario de la iglesia de Amatrice, que sigue marcando las 3.36, es una imagen fuerte que expresa lo ocurrido esta noche. Ese minuto ha sido el último minuto para muchas víctimas. Un minuto que se recordará para siempre porque quedará grabado en la carne y en el corazón de sus familiares y será recordado por nuestro país, cuya historia reciente es también una serie de relojes detenidos para siempre por la violencia de los hombres o de la tierra. Yo también lo recordaré para siempre, porque este grito de la tierra ha llegado hasta la casa de mis padres en Roccafluvione, donde me encontraba de visita, a 20 kilómetros de Arquata del Tronto. Ha sido una larga noche de miedo, de dolor y de pensamientos sobre Amatrice, Arquata, Accumuli, pueblitos de mi niñez, cerca del de mis abuelos, a los que iba en verano acompañando a mi padre que trabajaba como vendedor ambulante de pollos. Y se suman nuevos pensamientos, que nunca tenemos, y sólo aparecen en éstas noches tremendas. AmatricePensaba que el tiempo medido hasta las 3.36 por el reloj del campanario, que quedó detenido, como muerto, no es más que una dimensión del tiempo, la que los griegos llamaban kronos, que es sólo la superficie, el suelo del tiempo. En el mundo existe el tiempo que gestionamos, domesticamos, construimos y usamos para vivir. Pero por debajo hay otro tiempo: el tiempo de la tierra. Este tiempo no humano, a veces inhumano, gobierna el tiempo de los hombres, de las madres, de los niños. Y pensaba que nosotros no somos  los dueños de este otro tiempo, más profundo, abismal y primitivo, que no sigue nuestros pasos y a veces incluso va a contrapié de los que caminan por encima. Estas nochas tremendas nos han hecho sentir este otro tiempo, sobre el cual caminamos  y construimos nuestras casas, haciendo nacer una certeza completamente nueva de que somos “hierba del campo”, regada y alimentada por el cielo, pero también tragada por la tierra. La tierra, la de verdad y no la romántica e ingenua de las ideologías, es a la vez madre y madrastra. El humus genera al homo, pero también lo convierte en polvo, unas veces bien, en el momento propicio, y otras veces mal, demasiado pronto y con demasiado dolor. El humanismo bíblico lo sabe muy bien y por eso combate contra los cultos paganos de los pueblos cercanos que querían hacer de la tierra y de la naturaleza una divinidad. La fuerza de la tierra siempre ha fascinado a los hombres, que han intentado comprarla con magia y sacrificios. Y así, mientras trataba en vano de recuperar el sueño, pensaba en los libros tremendos de Job y de Qohélet, que tal vez es en momentos como los vividos durante estas noches cuando se entienden. Esos libros nos dicen que ningún Dios, ni siquiera el verdadero, puede controlar la tierra, porque también Él, una vez que entra en la historia humana, es víctima de la misteriosa libertad de su creación. Ni siquiera Dios puede explicarnos por qué los niños mueren aplastados por las antiguas piedras de nuestros pueblos; y no nos lo puede explicar porque no lo sabe, porque si lo supiera sería un ídolo monstruoso. Dios, que hoy mira la tierra de las tres “aes” (Arquata, Accumuli, Amatrice), sólo puede hacerse nuestras mismas preguntas, gritar, callar y llorar junto a nosotros. Y nos hace recordar las palabras de la Biblia: todo es vanidad de vanidades; todo es humo, soplo, viento, niebla, deshecho, nada, efímero. En hebreo vanidad se escribe hebel, la misma palabra con la que se nombra a Abel, el hermano al que dio muerte Caín. Todo es vanidad, todo es un infinito Abel; el mundo está lleno de víctimas. Eso sí lo podemos saber. Lo sabemos y lo olvidamos demasiado pronto. Estas noches y estos días tremendos nos lo recuerdan». Luigino Bruni Fuente: Città Nuova .

Palabra de vida – Septiembre 2016

Estamos en la comunidad de los cristianos de Corinto, muy dinámica, llena de iniciativa, animada desde dentro por grupos vinculados a diferentes líderes carismáticos. De ahí las tensiones entre personas y grupos, divisiones, culto a la personalidad, deseo de sobresalir. Pablo interviene con decisión recordando a todos que, en la riqueza y en la variedad de dones y líderes que la comunidad posee, hay algo mucho más profundo que los vincula en unidad: la pertenencia a Dios. Una vez más resuena el gran anuncio cristiano: Dios está con nosotros, y nosotros no estamos sin rumbo, abandonados a nuestra suerte, no somos huérfanos; somos hijos suyos, somos suyos. Como un verdadero padre, Él se preocupa de cada uno sin dejar que nos falte nada de lo necesario para nuestro bien. Incluso es sobreabundante en el amor y en sus dones: «Todo es vuestro –como afirma Pablo–: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro». Nos ha dado incluso a su Hijo, Jesús. ¡Qué inmensa confianza por parte de Dios en poner todo en nuestras manos! Y sin embargo, cuántas veces hemos abusado de sus dones: nos hemos creído dueños de la creación hasta saquearla  y  arruinarla;  dueños  de  nuestros  hermanos  y  hermanas  hasta  esclavizarlos  y masacrarlos; dueños de nuestras vidas hasta malgastarlas a base de narcisismo y degradación. El  don  inmenso  de  Dios  –«Todo  es  vuestro»–  requiere  gratitud.  Con  frecuencia  nos lamentamos por lo que no tenemos o nos dirigimos a Dios solo para pedir. ¿Por qué no mirar a nuestro alrededor y descubrir el bien y la belleza que nos rodean? ¿Por qué no dar las gracias a Dios por todo lo que nos da cada día? «Todo es vuestro» es también una responsabilidad. Reclama nuestros desvelos, ternura y cuidado por todo lo que se nos encomienda: el mundo entero y cada ser humano; el mismo cuidado que Jesús tiene con nosotros («vosotros sois de Cristo»), el mismo que el Padre tiene por Jesús («Cristo es de Dios»). Deberíamos saber gozar con quien está en la alegría y llorar con quien está en el llanto, dispuestos a recoger cualquier lamento, división, dolor o violencia como algo que nos pertenece, y compartirlo hasta transformarlo en amor. Todo se nos da para que lo llevemos a Cristo, o sea, a la plenitud de vida, y a Dios, o sea, a su meta final, devolviendo a cada cosa y a cada persona su dignidad y su significado más profundo. Un día, en el verano de 1949, Chiara Lubich percibió una unidad tan grande con Cristo que se sintió unida a Él como una esposa a su Esposo. Entonces se le ocurrió pensar en la dote que debería llevar como regalo, y comprendió que debía ser ¡toda la creación! Por su parte, Él le daría en herencia todo el Paraíso. Recordó entonces las palabras del salmo: «Pídeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra» (Sal 2, 8). «Creímos y pedimos, y nos dio todo para llevárselo a Él, y Él nos dará el Cielo: nosotros la creación, Él lo Increado». Hacia el final de su vida, hablando del Movimiento al que había dado vida y en el cual se veía a sí misma, Chiara Lubich escribió: «Y ¿cuál es mi último deseo ahora y para ahora? Quisiera que la Obra de María [el Movimiento de los Focolares], al final de los tiempos, cuando, compacta, esté a la espera de comparecer ante Jesús abandonado-resucitado, pueda repetirle – suscribiendo las palabras que siempre me conmueven del teólogo belga Jacques Leclercq: “…En tu día, Dios mío, yo iré hacia ti… Iré hacia ti, Dios mío […] y con mi sueño más loco: llevarte el mundo entre los brazos”»1. FABIO CIARDI 1 C. LUBICH, El grito, Ciudad Nueva, Madrid 2000, 20022, pp. 137-138. Cf. también ed. en catalán: El crit, Madrid 2010, pp. 152-153.

Chiara Lubich: la inmensidad de Dios

Chiara Lubich: la inmensidad de Dios

Immensity_of_God-01«Durante un momento de descanso […] contemplando la inmensidad del universo, la extraordinaria belleza de la naturaleza y su potencia, me remonté espontáneamente al Creador de todo y adquirí una nueva comprensión de la inmensidad de Dios. […] Lo vi tan grande, tan grande, tan grande que me parecía imposible que hubiera pensado en nosotros. Esta impresión de su inmensidad ha permanecido en mi corazón durante algunos días. Ahora, el rezar: «Santificado sea tu nombre» o «Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo» es otra cosa para mí: es una necesidad del corazón. […] Nosotros estamos en camino. Y cuando alguien viaja, ya piensa en el ambiente que lo acogerá a su llegada, en el paisaje, en la ciudad, ya se prepara. Esto es lo que tenemos que hacer también nosotros. ¿Allá arriba se alabará a Dios? Alabémosle, por tanto, desde este momento. Dejemos que nuestro corazón le grite todo nuestro amor […]. Expresémosle nuestra alabanza con la boca y con el corazón. Aprovechemos para reavivar algunas de nuestras oraciones diarias que tienen esta finalidad. Y démosle gloria también con todo nuestro ser. Sabemos que cuanto más nos anulamos a nosotros mismos (según el modelo de Jesús Abandonado que se redujo a la nada), más gritamos con nuestra vida que Dios es todo, y, por tanto, se le alaba, se le glorifica, se le adora […]. Busquemos muchos momentos durante el día para adorar a Dios, para alabarlo. Hagámoslo durante la meditación, o en alguna visita a la iglesia, o en la Santa Misa. Alabémosle más allá de la naturaleza o en lo más profundo de nuestro corazón. Vivamos, sobre todo, muertos a nosotros mismos y vivos a la voluntad de Dios, al amor hacia los hermanos. Seamos también nosotros, como decía Isabel de la Trinidad, una «alabanza de su gloria». Así anticiparemos algo del Paraíso, y Dios será compensado a cambio de la indiferencia de innumerables corazones que viven hoy en el mundo». Chiara Lubich (Chiara Lubich, Buscando las cosas de arriba, Madrid 1993, p. 18-20)  

Verano, juntos en la Escuela Loreto

Verano, juntos en la Escuela Loreto

IMG-20160806-WA0042Concluyó a finales de junio el curso anual de la Escuela Loreto y las familias, que la han frecuentado, han vuelto a sus Países (Brasil, Camerún, Chequia) enriquecidas por el don de una experiencia que no olvidarán jamás y que, gracias a ellos, se extiende por el mundo. Pero la Escuela Loreto no se va de vacaciones y sigue durante el verano. En el mes de julio, de hecho, se han alternado familias provenientes de varias  regiones de Italia, de naciones europeas (Portugal, Francia, Suiza) y de otros continentes (Corea, Vietnam y Filipinas), por periodos más o menos largos de vacaciones alternativas en un armonioso clima. Aquí se vive y  se experimenta la comunión de bienes: hay quien ha regalado un nuevo cortacésped, imprescindible para mantener el área verde que rodea los departamentos de la escuela; otro ha regalado una lijadora que ha permitido hacer más fácil el arreglo de marcos y puertas, banquetas… Junto con el trabajo compartido (arreglo de los departamentos para acoger a las familias que en septiembre  iniciarán el nuevo año de escuela, cortar el césped, podar árboles …) crece el clima de comunión y se experimenta cotidianamente que, juntos, también el trabajo es más ligero y gozoso. De este clima de familia participan también personas y grupos que pasan por Loppiano y desean conocer la Escuela Loreto y, con ella, al Movimiento Familias Nuevas. IMG-20160805-WA0020También son muy interesantes los momentos de encuentro entre las parejas para tratar – en un clima relajante – temas inherentes a la familia con la ayuda de expertos, y la oportunidad de participar en los programas de la ciudadela. Tampoco faltan cenas al aire libre, excursiones y momentos de relax transcurridos juntos, y todo ello en el clima de fraternidad evangélica que es la ley de Loppiano, donde la Escuela Loreto está colocada. Naturalmente hay que tener en cuenta las dificultades lingüísticas; los lugares de proveniencia son muchos, pero todos se esfuerzan con gusto en comunicar lo más profundo a pesar de las diferencias, aprovechando también así para aprender un poco de italiano. Entre los presentes fue muy significativo que estuviera una familia francesa que estaba en Niza la tarde del 14 de julio, día de la terrible matanza en el paseo a orillas del mar; afortunadamente, ese día había decidido ver los fuegos artificiales desde lo alto de la ciudad. A través de esta circunstancia ha percibido todavía más que la vida es un don y, al mismo tiempo, el fuerte llamado a vivir para difundir el amor. Cuando dejan Loppiano, las familias que se van alternando expresan su deseo de poder hacer una experiencia similar el año próximo, afirmando que, a pesar del trabajo físico, ¡se han sentido con nuevas fuerzas!

El Evangelio vivido: Compartir

El Evangelio vivido: Compartir

20160826 Apartamento para estudiantes “Vivo con otros seis estudiantes en un apartamento que alquilamos. Nos hemos dividido las tareas y los turnos de limpieza. Franz, sin embargo, no colaboraba, creando de este modo tensiones entre todos. Tratábamos de recordárselo, pero era en vano. Un día nos venían a visitar precisamente sus familiares, y yo antes que los demás – por un acto de amor hacia ellos- me puse a limpiar los baños y también el dormitorio de Franz. Los padres y la hermana apreciaron tanto el orden que encontraron que antes de irse fueron a comprar alimentos para llenar la heladera. Desde ese momento es Franz el que se preocupa por atender las necesidades de los demás”. (F.F. – Austria) Pobres que se ayudan “Son pobrísimos y tímidos. Es una pareja a la que le faltaba de todo, y su preocupación estaba llegando al máximo cuando estaba por nacer el primer hijo. El amor de otras personas amigas los confortó. Quedaron impresionados cuando conocieron la historia de una familia tan pobre como la de ellos, pero que creía en Dios, Padre que no abandona a sus hijos. Pensaron entonces compartir parte de su comida con otra familia necesitada. Y al día siguiente, inesperadamente, vieron que les llegaba todo tipo de alimentos. ¡Y no sólo! Les llegó también todo lo que precisaban para su bebé: la cuna, ropa, la bañera…” (J.E. – Brasil) 20160826-02La lluvia “Esa noche me sentía muy cansada. Hubiera querido decirle a los niños que se fueran a sus respectivos dormitorios y que dijeran las oraciones de la noche ellos solos para poderme ir pronto a la cama. Pero John, nuestro hijo mayor, me pidió que rezáramos el rosario y que pidiéramos la lluvia: es cierto que hace tiempo que no llueve, y el maíz y los boniatos que habíamos plantado precisaban con urgencia el agua. Para que él quedara contento rezamos el rosario. Es muy lindo rezar juntos en familia. Y, con sorpresa, esa misma noche comenzó a llover y siguió lloviendo hasta la tarde del día siguiente” (B. M. – Uganda) Los sillones “Con frecuencia en nuestro país los padres se endeudan para pagar la boda de sus hijas y después deben trabajar toda la vida para pagar esas deudas. Para mi casamiento traté de que  mis padres gastaran lo menos posible, confiándome en la Providencia. Un día fui con mi mamá a la mueblería. «Por lo general –me dijo al final el dueño de la mueblería – las otras chicas nunca están contentas con lo que encuentran…. pero tú eres diferente. Quisiera pedirte que reces por mi hijo que está muy enfermo». Le aseguré que sí, que iba a rezar. Y él como regalo de bodas, me regaló dos sillones; justo los que me venían bien”.  (C. J. – Pakistan).