Movimiento de los Focolares
Querido Papa Francisco

Querido Papa Francisco

Querido Papa Francisco, tal vez no lo recuerda, pero nos conocimos el 26 de septiembre de 2014, cuando Ud. recibió en audiencia privada a una delegación del Movimiento de los Focolares. Yo formaba parte de ese grupo, Luciana Scalacci de Abbadia San Salvatore, en representación de las culturas no religiosas que también tienen una casa en los Focolares. Soy una de esas personas que –como me dijo una vez Jesús Morán– “ayudaron a Chiara Lubich a abrir nuevas pistas para el carisma de la unidad”. Soy una persona no creyente que ha recibido mucho del Movimiento.

En ese día extraordinario, tuve el privilegio de intercambiar con Ud. algunas palabras que nunca olvidaré, y que aquí le transmito.

Luciana: «Santidad, cuando Ud. asumió el cargo de obispo de Roma, yo le escribí una carta, aun sabiendo que Ud. no tendría la oportunidad de leerla, por las tantas cartas que recibe, pero para mí era importante hacerle llegar mi afecto y mis buenos deseos, porque yo, Santidad, no me reconozco en ninguna fe religiosa, pero desde hace más de 20 años formo parte del Movimiento de los Focolares, que me devolvió la esperanza de que todavía es posible construir un mundo unido».

Papa: «Rece por mí, o mejor dicho, Ud. que no es creyente, piense en mí con fuerza, piense en mí siempre, lo necesito».

Luciana: «Pero mire, Santidad, que a mi manera yo rezo por usted.».

Papa: «¡Eso! una oración laica y piense en mí con mucha fuerza, lo necesito».

Luciana: «Santidad, ¡buena salud, con coraje, con fuerza! La Iglesia Católica y el mundo tiene necesidad de usted. La Iglesia Católica tiene necesidad de Ud.».

Papa: «Piense en mí con fuerza y rece laicamente por mí».

Ahora, querido Papa Francisco, Ud. está en una cama de hospital, y yo también estoy en las mismas condiciones. Ambos delante de la fragilidad de nuestra humanidad. Quería asegurarle que no dejo de pensar en Ud. y rezar laicamente por Ud. Ud. rece cristianamente por mí. Con afecto,

Luciana Scalacci
(Fuente: Città Nuova– Foto: ©VaticanMedia)

En oración por el Papa Francisco

En oración por el Papa Francisco

La presidenta del Movimiento de los Focolares, Margaret Karram, ha enviado al Santo Padre un mensaje en el que le asegura su afectuosa cercanía y ferviente oración.

“Pido a la Virgen que le haga sentir su amor maternal y esa ternura que usted siempre nos recomienda tener por el bien de cada prójimo y de cada pueblo”, escribió la Presidenta.

“Infinitamente agradecidos por su vida completamente entregada a Dios y al bien de la humanidad” –añade– “le envío el abrazo de todo el Movimiento de los Focolares en el mundo, que constantemente reza y ofrece por usted”.

Foto: © Raffaelle OreficeCSC Audiovisivi

Proximidad y libertad

Proximidad y libertad

Margaret, ¿por qué has elegido la proximidad como tema del año para el Movimiento de los Focolares?

Me preguntaba en qué mundo vivimos y me parece que en este momento de la historia hay mucha soledad y mucha indiferencia. También hay una escalada de violencia, de guerras que ocasionan tanto dolor en todo el mundo. Además, pensé en la tecnología que nos ha conectado con modos nunca antes conocidos, pero al mismo tiempo nos hace cada vez más individualistas. En un mundo como este creo que la proximidad pueda ser un antídoto; una ayuda para superar estos obstáculos y curar estos “males” que nos alejan a unos de otros.

¿Por dónde podemos empezar?

Llevo meses haciéndome esta pregunta. Me parece que necesitamos volver reaprender a acercarnos a las personas, reaprender a mirar y tratar a todos como hermanos y hermanas. Sentí que antes que nada tenía que hacer un examen de conciencia sobre mi actitud. Las personas a las que me acerco cada día ¿son para mí hermanos, son hermanas? ¿O soy indiferente hacia ellos o incluso los considero enemigos? Me hice muchas preguntas. He descubierto que a veces quiero evitar a una persona, porque posiblemente me moleste, me incomode o quiera hablarme de situaciones difíciles. Por todo esto, mi reflexión sobre la proximidad ─que presenté a mediados de noviembre a los responsables del Movimiento de los Focolares─ la titulé así: “¿Quién eres tú para mí?”.

¿Podrías decirnos algunas de las principales ideas que has desarrollado bajo este título?

Con gusto. Mencionaré cuatro reflexiones. La primera proximidad que experimenta nuestra alma es la del contacto con Dios. Es Él mismo quien se transmite a nuestros prójimos a través de nosotros. El deseo de amar al otro es un movimiento que de Dios en mí quiere ir hacia Dios en el otro.

Una segunda reflexión: la proximidad es dinámica. Exige una apertura total, es decir, acoger a las personas sin reservas; entrar en su forma de ver las cosas. ¡No estamos hechos en serie! Cada uno de nosotros es único, con un carácter, una mentalidad, una cultura, vida e historia diferentes. Reconocer y respetar esto nos pide salir de nuestros esquemas mentales y personales.

Hablabas de un tercer aspecto…

Sí. El tercer aspecto que quiero subrayar es que la proximidad no necesariamente coincide con la cercanía, con el ser semejantes, con la pertenencia a un mismo horizonte cultural. La parábola del buen samaritano (Lucas 10,25-37) lo expresa muy bien. Me llamó la atención la actitud del samaritano: el hombre que había caído entre los bandidos era una persona desconocida para él, incluso de otro pueblo. Era una persona distante tanto por cultura como por tradición. Pero el samaritano se hizo su prójimo. Este es el punto clave para mí. Cada uno tiene su dignidad, más allá del pueblo y de la cultura de donde proviene o de su carácter. El samaritano no se acercó solo para ver si esta persona estaba herida y después alejarse o en cualquier caso pedir ayuda. Se hizo prójimo y cuidó a la persona. El cuarto aspecto…

… sería…

…dejarnos herir. Para que la proximidad produzca frutos, nos pide a cada uno no tener miedo y dejarnos herir por el otro.

Esto significa: dejarnos cuestionar, exponernos a preguntas para las que no tenemos respuestas; estar dispuestos a mostrarnos vulnerables; quizás presentarnos como débiles e incapaces. El efecto de tal actitud puede resultar sorprendente. Imagínese, un niño de nueve años me escribió que para él la proximidad significa “levantar el corazón del otro”. ¿No es este un maravilloso efecto de la proximidad? Levantar el corazón de los demás.

¿Qué cambiaría en el Movimiento de los Focolares si viviéramos bien la proximidad?

Si realmente la vivimos bien cambiarán muchas cosas. Lo deseo, lo espero y rezo para que así sea. Pero también quiero subrayar que muchos en el Movimiento de los Focolares ya viven la proximidad. Hay innumerables iniciativas, muchos proyectos en favor de la paz y de ayuda a los necesitados. Incluso hemos abierto focolares para dar asistencia y acogida a los inmigrantes o para el cuidado de la naturaleza.

¿Y qué debería cambiar?

La calidad de las relaciones entre las personas. A veces es más fácil tratar bien a las personas ajenas al Movimiento y es más difícil entre nosotros que somos parte de una misma familia. Corremos el riesgo de vivir entre nosotros relaciones de “buena educación”: no nos lastimamos, pero, me pregunto, ¿es esta una relación auténtica?

Por eso espero que, más allá de los proyectos, la proximidad se convierta en un estilo de vida cotidiano; que nos preguntemos varias veces durante el día: ¿Estoy viviendo esta proximidad? ¿Cómo la vivo? Una expresión importante de la proximidad es el perdón. Ser misericordiosos con los demás y con nosotros mismos.

¿Qué mensaje contiene para la sociedad?

La proximidad no es solo una actitud religiosa o espiritual, sino también civil y social. Es posible vivirla en cualquier ámbito. En el campo de la educación por ejemplo o de la medicina, incluso en la política, donde quizás sea más difícil. Si la vivimos bien, podemos tener una influencia positiva en las relaciones allí donde estemos.

¿Y para la Iglesia?

La Iglesia existe porque con la venida de Jesús, Dios se hizo prójimo. La Iglesia, las Iglesias, están llamadas, por consiguiente, a dar testimonio de una proximidad vivida. Recientemente la Iglesia católica vivió el Sínodo. Pude participar en las dos sesiones en el Vaticano. Éramos más de 300 personas, cada una de una cultura diferente. ¿Qué hicimos? Un ejercicio de sinodalidad, un ejercicio de escucha, de conocimiento profundo, de acogida del pensamiento de los demás, de sus desafíos y de sus dolores. Todas ellas son características de la proximidad.

El título del Sínodo era “Caminar juntos”. Este camino involucró a muchas personas en todo el mundo. El logo del Sínodo expresó el deseo de ampliar la carpa de la Iglesia para que nadie se sienta excluido. Me parece que este sea el verdadero significado de la proximidad: que no se excluya a nadie; que todos se sientan acogidos, tanto los que frecuentan la Iglesia como los que no se reconocen en ella o los que incluso se han alejado por diversos motivos.

Me gustaría mencionar por un momento los límites de la proximidad. ¿Cómo vivirla bien?

Es una pregunta importante. ¿Hay límites a la proximidad? Como primera respuesta diría que no debería haber límites.

¿Pero?

No podemos estar seguros de que lo que para nosotros, o para mí, es cercanía y solidaridad, lo sea para el otro. En una relación nunca puede faltar el respeto a la libertad y a la conciencia del otro. Estas dos cosas son esenciales en toda relación. Por eso es importante que cuando nos acerquemos a una persona, lo hagamos siempre con delicadeza y no como algo que se impone. Es el otro quien decide cuánta y qué tipo de proximidad quiere.

Hay mucho que aprender, ¿verdad?

Absolutamente sí. Hemos cometido varios errores. Pensando que amábamos al otro, lo hemos herido. Por el deseo de comunicar nuestra espiritualidad hemos construido relaciones en las que el otro no siempre se sintió libre. A veces me parece que, con la buena intención de amar a una persona, la hemos aplastado. No hemos tenido suficiente delicadeza y respeto de la conciencia del otro, de la libertad del otro, del tiempo del otro. Y esto ha llevado a ciertas formas de paternalismo e incluso de abusos.

Sin duda es una situación muy dolorosa la que estamos afrontando y en la que las víctimas tienen una importancia única, verdaderamente única. Porque solos no logramos entender suficientemente lo que sucedió. Son las víctimas las que nos ayudan a comprender los errores que cometimos y a tomar las medidas necesarias para garantizar que estas cosas no vuelvan a suceder.

¿Un último deseo?

Espero que este tema pueda devolvernos a la esencia de lo que Jesús mismo nos dio en el Evangelio. Él nos dio muchos ejemplos de lo que significa vivir la proximidad.

Hay un pensamiento de Chiara Lubich que resonó muy fuertemente en mí al pensar en este tema. Dice: “Hay quienes hacen las cosas ‘por amor’, y hay quienes hacen las cosas tratando de ‘ser Amor’. El Amor habita en Dios y Dios es Amor. Pero el Amor que es Dios, es luz, y con la luz vemos si nuestra forma de acercarnos y servir a nuestro hermano está en conformidad con el Corazón de Dios, así como nuestro hermano lo desearía, como soñaría si a su lado no estuviésemos nosotros, sino Jesús”.

Gracias de corazón, Margaret, por tu pasión por la proximidad vivida con decisión y respeto.

Peter Forst
(Publicado en la revista Neu Stadt)
Foto: © Austin Im-CSC Audiovisivi

Año jubilar: ¿tiene significado solamente para los católicos?

Año jubilar: ¿tiene significado solamente para los católicos?

El Año Santo tiene sus raíces espirituales en la tradición hebraica, en la que se festejaba cada 50 años un “jubileo” que regalaba la libertad a esclavos y prisioneros. En la Iglesia Católica el Papa Bonifacio VIII proclamó por primera vez un Año Santo en el 1300. A partir de ese inicio, una “indulgencia” acompaña el Año Santo, que los fieles –si cumplen con determinadas condiciones– pueden obtener pasando a través de la “Puerta Santa”.

Sin embargo, los cristianos luteranos como yo, por lo general, no se sienten bien frente a la palabra “indulgencia”, pues ella nos recuerda el período de la Reforma y el escándalo de la venta de las indulgencias en la Iglesia Católica. Esa práctica fue prohibida ya por el Concilio de Trento y por lo tanto ya no existe. Pero he notado que el término “indulgencia” aún se encuentra cargado de malentendidos entre los creyentes de todas las confesiones: una de las ideas más difundidas es que la indulgencia puede perdonar los pecados de alguien. Pero según la enseñanza de la Iglesia Católica no es así en absoluto. El perdón de los pecados se da –como sucede también en la Iglesia Luterana– a través de la confesión, la penitencia y la absolución por parte de un pastor (o una pastora) que actúa en nombre de Jesús.

Desde mi punto de vista, en cambio, la indulgencia tiene que ver con una dimensión psicológica del pecado, lo que a menudo queda en la memoria (incluso después de la absolución), probablemente una herida o un sentimiento de miedo o tristeza… Pero en cualquier caso, hay un trabajo psicológico por hacer. Entonces, en el hecho de pasar a través de la “Puerta Santa” veo una invitación a abrir una puerta en mi corazón hacia la compasión y la reconciliación, para dejar lo que me bloquea en el camino hacia la verdadera libertad y la paz auténtica. Es una decisión consciente, de un proceso que se inicia. Lo fundamental, desde el punto de vista cristiano, es que el buen resultado de ese proceso no depende de mí, sino de las manos de aquel que tiene el mundo en sus manos. Solamente su gracia puede curar, en definitiva, las heridas en mi vida o reconciliar a la humanidad.



“En el hecho de atravesar la ‘Puerta Santa’
veo una invitación a abrir una puerta
en mi corazón hacia la compasión
y la reconciliación,
para dejar lo que me bloquea
en el camino hacia la verdadera libertad
y la paz auténtica”.

Corinna Mühlstedt
ha publicado recientemente, junto con el abad Notkar Wolff,
una guía espiritual ecuménica de Roma para el Año Santo.

Para mí, pasar por esa puerta quiere significar simbólicamente la decisión de seguir (con renovadas fuerzas) a Jesús y emprender el camino de la vida verdadera. Como él dice en el Evangelio de Juan (10,9): “Yo soy la puerta. El que por mí entrare, se salvará”. Para mi gran alegría, la Bula de Convocación del Jubileo Ordinario “La esperanza no defrauda”, en la que el Papa Francisco anuncia el Año Santo 2025, tiene una clara dimensión ecuménica. Ella parte de la gracia de Dios, de la que todos los seres humanos son partícipes, y define el Año Santo como “una invitación a todas las Iglesias y Comunidades eclesiales a proceder en el camino hacia la unidad visible, a no cansarse de buscar formas adecuadas para corresponder plenamente a la oración de Jesús: ‘Para que sean una sola cosa’ (Juan, 17,21).[1]

Por ello, el tema de la “esperanza” para el Año Santo 2025 resuena positivamente en todos los cristianos. La Federación Luterana Mundial ha escogido como lema para el año 2025 “Compartir la esperanza”. Y el Consejo Ecuménico de las Iglesias espera un “Año Ecuménico” a lo largo del “camino de la justicia, de la reconciliación y de la unidad”. Si de la buena voluntad nacen acciones concretas, entonces en el Año Santo 2025 podrían abrirse puertas para el ecumenismo, che acerquen a los cristianos separados. “Dejémonos desde ahora atraer por la esperanza –escribe el Papa Francisco– y permitamos que a través de nosotros se vuelva contagiosa para los que la desean”. [2]

Corinna Mühlstedt

[1] [1] Papa Francisco, Spes non confundit, Bula de Convocatoria del Jubileo Ordinario del Año 2025, 9 de mayo de 2024, 17.
[2] Papa Francisco, ibidem, 25.

El Movimiento de los Focolares es promotor e invita a participar del congreso ecuménico interenacional cuyo título es:
“Called to hope – key players of dialogue” (Llamados a la esperanza – protagonistas del diálogo)
que se llevará a cabo del 26 al 29 de marzo de 2025.
En tiempos de división y grandes retos, como cristianos estamos llamados juntos a dar testimonio de la esperanza del Evangelio
y ser protagonistas de diálogo y unidad, comprometiéndonos a vivir por la paz, construir fraternidad y difundir esperanza.
Mesas redondas, entrevistas, testimonios que quieren ofrecer un método y una espiritualidad al diálogo, junto a buenas prácticas e itinerarios que ya están en marcha.
Ver la invitación

Evangelio vivido: “Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1Ts 5, 21).

Evangelio vivido: “Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1Ts 5, 21).

Me encuentro regularmente con el equipo sinodal de la parroquia. Somos siete personas elegidas por un año en una asamblea local, y el objetivo es trabajar en la puesta en acción del proceso sinodal. A veces, al final del día, nos encontramos cargando con el cansancio y las preocupaciones personales, por más de que tratemos de no pensar en ello y ponernos al servicio de la comunidad.

En una reunión, con el pretexto de la “semana de la dulzura” que se celebraba en esos días, llevé un turrón a cada uno. Todos nos sentíamos felices como niños, fue como un momento de distensión y la actitud cambió. Me di cuenta de que la comunión se construye con pequeños gestos.

(C.P. – Argentina)

Sorpresivamente Marc y María Antonia, de unos cincuenta años, reciben en herencia del padrino de Marc, un tío soltero que lo quería mucho, una pequeña empresa de máquinas industriales. Tras pensarlo cuidadosamente, deciden mantenerla para ellos en lugar de venderla; por un lado para preservar los puestos de trabajo (seis empleados) y por otro lado con la ilusión de trabajar por cuenta propia involucrando a su hijo que ha estudiado ingeniería de los materiales.

A pesar del entusiasmo, la dedicación y el esfuerzo de todos ellos, pasan un momento feo. La empresa no funciona. Al año de haberse puesto al timón, se ven obligados a despedir a dos trabajadores y a devolver las máquinas que no han podido pagar totalmente. También tienen algunas deudas con los bancos y con la familia.

Por la noche, cuando regresan a casa exhaustos, empiezan a pensar que quizá se han equivocado; pero no se rinden, vuelven a empezar y buscan nuevos clientes. Poco a poco, la empresa arranca, ya no tiene pérdidas y pueden comenzar a pagar las deudas. Pero lo que les queda para su sustento es bastante poco.

El momento difícil se alarga. Pero luego llega un nuevo cliente que propone efectuar un pedido amplio y periódico que les daría la tan esperada tranquilidad económica. Se ponen muy contentos. Pero se dan cuenta de que lo que deberían producir sirve para una industria de armamentos, concretamente algunas partes de cañones. Sienten un gran malestar interior. ¿Pueden hacer la vista gorda y actuar como si nada? En realidad, si ese material no lo producen ellos, lo realizará algún otro…

Hablan mucho entre ellos y se consultan también con Pedro. Pasan más de una noche en blanco. No quieren ser partícipes, aunque sólo sea indirectamente, de la muerte violenta de nadie. Rechazan la propuesta.

Tras esa difícil decisión, increíblemente la empresa tuvo otros pedidos y consiguió ir adelante, no obstante las dificultades.

(A.M. Spagna – de la Revista LAR)

Estamos juntando fondos para poder viajar de nuestro país, las Filipinas, a Roma y participar en el Jubileo de los Jóvenes. En estos días dos señoras mayores han venido a traernos algunas monedas de su alcancía. Una de ellas, entregándonos el dinero, nos dijo: “Este dinero ha sido ahorrado y guardado durante un año sobre un pequeño altar que tengo en mi casa”. Su humilde pero profundo regalo, nacido de la fe y del sacrificio, nos dejó asombrados”.

(algunos jóvenes de las Filipinas)

Recogido por Carlos Mana

Foto: © Jonathan en Pixabay