Ago 13, 2017 | Sin categorizar
Igino Giordani trataba a los jóvenes con ese amor que brota de la unidad entre las generaciones. Era un hermano para cualquiera, para los pequeños y para los grandes, porque la fraternidad nos recoge en uno, ante la presencia del único Padre: «Jesús utilizó las más vivas expresiones para afirmar su íntima fraternidad con los hombres. Es posible imaginar cuánto amaba a su madre y a sus primos, compañeros de su infancia y confidentes de su juventud. Sin embargo, una vez que le dijeron que lo buscaban mientras enseñaba, respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? –Y extendiendo su mano hacia los discípulos dijo; quien quiera que haga la voluntad del Padre mío, que está en los cielos, es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 48-50). El significado de la respuesta es obvio: quien quiera que acepte la paternidad de Dios, que es el objeto de la predicación evangélica, entre a formar parte de la familia de Jesús, se convierte en hermano, hermana, madre de Él. El cristianismo emparienta con Cristo y, por Él, con Dios, con el primer grado de parentela, que es la fraternidad». [de: Igino Giordani, Il messaggio sociale del cristianesimo, (El mensaje social del cristianismo) 2001, p. 87] Paragonaba la unidad entre las generaciones al manejo de un auntomóvil: la juventud es como un motor, la ancianidad es un manejo prudente; ¡ambas indispensables para llegar a la meta! Entre las numerosas personas con las que se escribía, en 1979, un año antes de morir, encontramos un niño de 9 años, apodado Sandokan, el cual estableció una profunda relación con Igino y lo llamaba “abuelito con corazón de gen”: «Querido abuelito, desde que supe que estabas enfermo trato de rezar más por ti. Con mi mamá y mi papá le pedimos a un sacerdote que te recordara en la Misa y a Jesús en mi corazón le pedí que te ayude y que te esté cerca en este momento. Recuerdo que en una carta te escribí que iría a tu casa, pero no he podido, pero lo importante es que te tengo en mi corazón y yo estoy en el tuyo. ¿Cuándo nos dejes a nosotros puedes saludarnos a Jesús? Sabes lamento que te vayas porque te quiero mucho, pero estoy contento que tú puedas ver a Jesús quien ha sido todo para ti. Un gran beso de tu Sandokan». «Queridísimo Sandokan, conocido como Ferdinando, te recuerdo muy bien: tú y yo somos hijos del mismo Padre, Jesús. Yo paso los días junto a ti, sin importar si vivimos lejos. Tu papá te explicó bien: soy un abuelito, con el corazón de un gen. Por lo tanto somos coetáneos y hermanitos. Salúdame a tus hermanitos, también ellos hijos de Jesús; ámalos como amas a mamá y a papá y como amas a Jesús… Un besito en tu naricita de tu abuelito». En un banco del Centro Mariápolis, el centro de los Congresos del Movimiento de los Focolares, los jóvenes se reunían a su alrededor, cantando y danzando, se detenían para hacer coloquios íntimos; cada uno se sentía amado y estrechaba con él el pacto de seguir y vivir el ideal de la unidad propuesto por Chiara Lubich. Giordani reseña uno de estos encuentros alegres en su Diario: «Aun estando sin voz, hoy, me pidieron que hablara a la escuela de los gen y de las gen: trescientas personas. Improvisé, hablando de varias cosas, pero polarizándolas alrededor del misterio de amor, en el que actúa la triada: Dios-el Hermano-Yo. El entusiasmo, embellecido por los cantos, explotó entre las y los gen, como manifestación de la alegría de los presentes». [del: Diario di fuoco, (Diario de Fuego) 25 de abril de 1979].
Ago 11, 2017 | Sin categorizar
El primer acontecimiento de la vida de la Virgen que recoge el Evangelio es la Anunciación (Lc 1, 25ss). María fue elegida por Dios desde siempre, pero en la Anunciación sucedió algo muy particular para Ella: el ángel se le presenta con un mensaje de Dios, que María acepta. Por este “sí” suyo florece inmediatamente en Ella una realidad nueva: la encarnación del Verbo en su seno. Si tratamos de comprender la vida de algunos santos, vemos que algo análogo a lo que sucedió en María sucede también espiritualmente en ellos cuando se tropiezan con un carisma que Dios ha dado para el bien de la Iglesia. Conocemos la historia de santa Clara de Asís, la discípula más perfecta de san Francisco. Cuando uno visita la iglesia de san Damián en Asís, donde ella vivió, puede suceder que el guía, al explicar ese lugar sagrado diga: “Aquí Cristo se encarnó en el corazón de Clara”; lo cual no son simples palabras, sino que revelan una profunda verdad. Aunque Clara de Asís – por lo que sabemos – vivía ya desde antes una vida cristiana ferviente, su encuentro con san Francisco, que era la personificación de una palabra que Dios volvía a decir al mundo, la palabra pobreza, provocó en ella algo nuevo: hizo que Cristo se desarrollara y creciera en su alma hasta convertirla en una de las santas más grandes de la Iglesia Católica. Y ¿acaso no piensan los Papas, los santos y los Padres de la Iglesia que la Palabra engendra a Cristo en las almas? Así, cuando alguien, en un momento dado de su vida, se tropieza a través de una persona, un escrito o una reunión con el carisma de la unidad y siente la llamada a hacerlo suyo, si dice su “sí”, sucede también en él algo semejante a lo que sucedió en María y en estos santos. Cristo en su corazón puede desarrollarse verdaderamente y crecer espiritualmente como por una actualización del bautismo. He leído que santa Clara de Asís, pronunció antes de morir una frase maravillosa: “Tú, Señor, seas bendito porque me creaste” Quiere decir: “porque habiéndome creado, realmente Tú has buscado tu gloria”. Y la suya fue una muerte de amor. ¡Quiera el Cielo que también a nosotros nos suceda algo así! Si somos fieles, tampoco nuestra muerte será simplemente una muerte física, sino una muerte de amor. Entonces subiremos también nosotros a saludar a nuestra Madre, a nuestra santa, a nuestro modelo, Aquella que aquí en la tierra ha sido nuestra Guía, Reina y Madre. Y veremos la gloria de María, Reina del cielo y de la tierra. Y la veremos rodeada sobre todo por todos los que la han amado. De Chiara Lubich, “María – Transparencia de Dios”, 2003 Ciudad Nueva – págs. 58,59,73.
Ago 5, 2017 | Sin categorizar
«Contemplando la inmensidad del universo, la extraordinaria belleza de la naturaleza y su potencia, me remonté espontáneamente al Creador de todo y adquirí una nueva comprensión acerca de la inmensidad de Dios. La impresión que tuve fue tan fuerte y tan nueva que enseguida me habría arrojado a tierra de rodillas para adorar, alabar y glorificar a Dios. Sentí la necesidad de hacerlo como si ésta fuese mi vocación actual. Y casi como si ahora se abrieran mis ojos, comprendí como nunca Quién es el que hemos elegido como ideal; o mejor dicho, Quién es el que nos ha elegido a nosotros. Lo vi tan grande, tan grande, tan grande que me parecía imposible que hubiera pensado en nosotros. Esta impresión de su inmensidad ha permanecido en mi corazón durante algunos días. Ahora, al rezar: “Santificado sea tu nombre” o “Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo” es otra cosa para mí: es una necesidad del corazón. (Rocca di Papa, 22.1.87) «[…] Contemplar, tal vez, la infinita extensión del mar, una cadena de montañas altísimas, un glaciar imponente, o la bóveda del cielo punteada de estrellas… ¡Qué majestuosidad! ¡Qué inmensidad! Y a través del esplendor deslumbrante de la naturaleza, nos remontásemos a Aquél que es su autor: Dios, el Rey del universo, el Señor de las galaxias, el Infinito. […] Él está presente en todas partes: está en el centelleo de un arroyo, en una flor que se abre, en una aurora clara, en un rojo atardecer, en una cumbre nevada … En nuestras metrópolis de cemento, construidas por la mano del hombre entre el ruido del mundo, la naturaleza pocas veces se ha salvado. Y sin embargo, si queremos, basta con un retazo de cielo azul descubierto entre los tejados de los rascacielos, para acordarnos de Dios; es suficiente un rayo de sol, que no deja de penetrar ni siquiera a través de los barrotes de una cárcel; es suficiente una flor, un prado, el rostro de un niño… […] Esto nos ayudará a regresar entre los hombres, donde tenemos nuestro sitio, sintiéndonos fortalecidos, igual que se sentía Jesús cuando, después de haber rezado al Padre durante toda la noche en los montes, bajo el cielo estrellado, volvía entre los hombres a hacer el bien». (Mollens, 22.9.88) De Chiara Lubich – “Buscando las cosas de arriba” – Editorial Ciudad Nueva, Madrid 1993, págs. 18 – 20
Ago 4, 2017 | Sin categorizar
Ago 2, 2017 | Sin categorizar

Foto A. Dimech – © CSC Audiovisivi
“El Derecho ¿puede ser un instrumento de integración en la sociedad?” Participando en un seminario de estudios en Malta el pasado 2 de mayo, María Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares, primera mujer abogada en su ciudad de origen (Cosenza, Italia), responde convencida. «Puede serlo si superamos una visión exclusivamente formalista y buscamos el Derecho como medio indispensable para contribuir a la creación de una realidad de comunión dentro de la sociedad. El Derecho, en efecto, se pone frente al ansia de justicia presente en cada hombre y le ayuda a realizarla. Nos enseña cómo vivir, cómo construir rectamente las relaciones entre las personas, los grupos, las organizaciones, los Estados», pero al mismo tiempo tiene un objetivo más alto: «la consecución del bien común y la edificación de la fraternidad universal». En un momento en el que las guerras, los actos terroristas y el miedo a quien es diferente parece que borran esta visión del Derecho, María Voce recuerda: «la Declaración Universal de los Derechos humanos (1948), después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y de la Shoah, evidencia desde el preámbulo: “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. También las Constituciones europeas sucesivas lo subrayan. La Carta Constitucional alemana (1949-1990) en su primer artículo proclama: “La dignidad humana es intangible. Cada poder estatal tiene el deber de respetarla y de protegerla”. La Carta polaca (1997) afirma: “La natural e inviolable dignidad del ser humano es la fuente de la libertad y de los derechos del individuo y del ciudadano. El Gobierno tiene el deber de tutelar su inviolabilidad (art. 30)”. También la Carta de los Derechos fundamentales de la Unión Europea, invocada en el Tratado de Lisboa de diciembre de 2009, señala la dignidad como valor preliminar a la libertad, la igualdad, la solidaridad, la ciudadanía y la justicia: “La dignidad humana es inviolable. Tiene que ser respetada y tutelada (art. 1)”». A 60 años de la firma de los Tratados de la Unión Europea, prosigue María Voce, «sabemos las dificultades que la Unión está atravesando, y siento que puedo afirmar que el motivo de esta crisis parece ser la misma crisis de las relaciones. Se ha tratado de construir un mercado común, confiando en las leyes del capitalismo, pero hemos permanecido distantes, incluso indiferentes los unos respecto a los otros. La crisis impone una severa verificación del significado profundo de integración que, especialmente para la Unión Europea, debe afirmarse sobre un patrimonio compartido, fruto del encuentro entre la herencia greco-romana y la judeo-cristiana, sin olvidar las múltiples contribuciones que han dado todas las culturas del Mediterráneo». Durante su intervención, María Voce ofrece el compromiso del Movimiento de los Focolares para la defensa de los principios de paz y de unidad que habían inspirado a los fundadores de la Unión europea. «Es la experiencia de “Juntos por Europa”. Se trata de una red de personas de varios Movimientos de inspiración cristiana, con citas plurianuales, continentales y locales. En tales encuentros se señalan, entre otras cosas, algunos valores compartidos por todos: la familia, la vida, la paz, el ambiente, una economía equitativa, la solidaridad con los últimos. Quieren testimoniar que es posible la unidad entre personas de Europa del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Querríamos, juntos, multiplicar las experiencias positivas que ya se están realizando y extraer líneas de pensamiento y de acción que puedan contribuir, en el campo del Derecho, de la política, de la economía, de la educación, a la edificación de una sociedad que se hace familia».
Jul 28, 2017 | Palabra de vida, Sin categorizar
Este salmo es un canto de gloria para celebrar la realeza del Señor, que domina sobre toda la historia: es eterna y majestuosa, pero se expresa en la justicia y en la bondad y se parece más a la cercanía de un padre que al poder de un dominador. Dios es el protagonista de este himno, que revela su ternura sobreabundante como la de una madre: Él es misericordioso, piadoso, lento a la ira, grande en el amor, bueno con todos… La bondad de Dios se ha manifestado hacia el pueblo de Israel, pero se extiende sobre todo lo que ha salido de sus manos creadoras, sobre cada persona y sobre toda la creación. Al final del salmo, el autor invita a todos los vivos a unirse a este canto para multiplicar su anuncio, en un armonioso coro de muchas voces: «Bueno es Yahvé para con todos, tierno con todas sus criaturas». Dios mismo confió la creación a las manos laboriosas del hombre y de la mujer, como libro abierto en el que está escrita su bondad. Y ellos están llamados a colaborar en la obra del Creador y a añadir páginas de justicia y de paz caminando según su designio de amor. Pero, por desgracia, lo que vemos a nuestro alrededor son las muchas heridas infligidas a personas muchas veces indefensas y al entorno natural. Y es debido a la indiferencia de muchos y al egoísmo y la voracidad de quienes explotan las grandes riquezas del entorno solo para sus intereses, en perjuicio del bien común. En los últimos años se ha abierto camino en la comunidad cristiana una nueva consciencia y sensibilidad en favor del respeto a la creación; desde esta perspectiva podemos recordar muchos llamamientos autorizados que nos animan a redescubrir la naturaleza como espejo de la bondad divina y patrimonio de toda la humanidad. Así lo expresa el patriarca Bartolomé I en su Mensaje para la Jornada de la Creación del año pasado: «Se requiere una vigilancia continua, formación y enseñanza, de modo que quede clara la relación de la crisis ecológica actual con las pasiones humanas […] cuyo […] resultado y fruto es la crisis ambiental en que vivimos. Por tanto, el único camino lo constituye el retorno a la belleza antigua […] de la moderación y de la ascesis, que pueden llevar a gestionar sabiamente el entorno natural. En particular la avidez, con la satisfacción de las necesidades materiales, lleva con certeza a la pobreza espiritual del hombre, la cual comporta la destrucción del entorno natural»1. Y el papa Francisco ha escrito en el documento Laudato si’: «El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y de comunión. Jesús nos recordó que tenemos a Dios como nuestro Padre común y que eso nos hace hermanos. El amor fraterno solo puede ser gratuito […]. Esta misma gratuidad nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes aunque no se sometan a nuestro control. […] Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos»2. Así pues, aprovechemos algún rato libre de las tareas laborales, o todas las ocasiones que tengamos durante el día, para dirigir la mirada a la profundidad del cielo, la majestad de las cimas y la inmensidad del mar, o si no a una simple brizna de hierba que ha brotado a la orilla del camino. Nos ayudará a reconocer la grandeza del Creador amante de la vida y a encontrar la raíz de nuestra esperanza en su infinita bondad, que todo lo envuelve y acompaña. Elijamos para nosotros y para nuestra familia un estilo de vida sobrio, respetuoso con las exigencias del entorno y proporcionado a las necesidades de los demás, para enriquecernos de amor. Compartamos los bienes de la tierra y del trabajo con los hermanos más pobres y testimoniemos esta plenitud de vida y de alegría haciéndonos portadores de ternura, benevolencia y reconciliación en nuestro entorno. LETIZIA MAGRI ______________________________
- Cf. BARTOLOMÉ I, Mensaje para la Jornada de la Creación, 1-9-2016.
- Cf. FRANCISCO, carta encíclica Laudato si’, 24-5-2015, nn. 228-229.