Movimiento de los Focolares

Egipto, proyecto ‘Pertenezco’

Dic 27, 2011

Entretelones de la revolución. Pequeños gestos de fraternidad, entre cristianos y musulmanes con el deseo de devolver a tantos el sentido de pertenencia al propio país.

Reportamos el testimonio de Hanaa Keisar, contado con motivo de la entrega del Premio Madre Teresa de Calcuta en memoria de Chiara Lubich, el 10 de diciembre de 2011. «En Egipto, como todos saben, este año estuvo marcado por una etapa especial e inesperada: la caída del régimen dictatorial. A casi un año de distancia de la primera señal de esperanza y de libertad, nos encontramos en una fase delicada donde reinan la inseguridad, el desaliento, la grave crisis económica y el gran temor de cara al futuro. A pesar de este escenario, hemos constatado con maravilla como Dios nos está ayudando a crear un tejido escondido, entretejido con relaciones auténticas y fraternas. Mientras llegan noticias a los periódicos y a la TV de los sangrientos ataques a las iglesias en varias partes del país y de actos de violencia contra las masas de manifestantes pacíficos en la Plaza Tahrir, en uno de los barrios de la gran Cairo, hemos trabajado juntos, cristianos y musulmanes –todos animados por el ideal de la unidad que nos ha transmitido Chiara- en un proyecto, pequeño si se quiere, pero símbolo de la unidad: el proyecto ‘Pertenezco’. Ante la desconfianza, el desinterés y la indiferencia en la que se encuentran tantos egipcios, el proyecto tiene como finalidad devolver el sentido de pertenencia al propio país empujando a las personas a descubrir sus riquezas culturales y embellecer los rincones descuidados y sucios. Así nació –promovida por el artista egipcio Elham Naguib – la iniciativa de pintar murales que expresen la fraternidad, la paz, la armonía y que responsabilicen el compromiso cívico. Nos lanzamos durante dos días, con 40 jóvenes y adultos, a pintar el muro de una escuela en un barrio popular y pobre con el tema “¡Tenemos el derecho de soñar!”. Estábamos a 8 meses de la revolución del 25 de enero. Si bien todo estaba en regla, la mañana después nos llegó la noticia de que la municipalidad había decidido cancelar el diseño, sin ninguna explicación. Era una pequeña llamita que se apagaba. Sin embargo después, en la post revolución, nos llamó el responsable de uno de los barrios precisamente para hacer un mural incluso en los días en que hubo nuevos desórdenes en la Plaza Tahrir. Armados con la convicción de que la fraternidad es posible entre todos, empezamos el trabajo involucrando poco a poco a todos los habitantes de la urbanización: niños, jóvenes y ancianos, abogados y obreros, musulmanes y cristianos. El mural, previsto sólo para 60 mts., se fue prolongando conforme los pasantes, maravillados, se detenían a pintar con nosotros, felices de poder dar su aporte por la fraternidad y la igualdad. No era tanto el mural, si bien era importante, sino el testimonio que daba el hacerlo juntos. “Su iniciativa es la campaña mejor lograda para devolver vida y belleza a nuestra ciudad”, exclamó un señor. Uno de los candidatos al nuevo parlamento, regresando de la Plaza Tahrir, nos retó diciendo: “¿Ustedes piensan que con este lindo cuadro van a cambiar a Egipto?”. Y fue la gente del lugar la que le respondió: “Esto es lo que nosotros podemos hacer. ¡El cambio de Egipto lo empezamos desde acá!”. Se trata de hacer un cambio de mentalidad, como está sucediendo con otro de nuestros proyectos dirigido a menores trabajadores, para restituirles su infancia perdida y la dignidad. Hemos asistido a un auténtico cambio en su conducta: de indisciplinados y agresivos, a muchachos capaces de respetar y amar a quien es diferente de ellos. Todos son musulmanes y aun sin hablar de cómo debe ser la relación entre cristianos y musulmanes, entre todos se vive la así llamada regla de oro: “Haz a los demás lo que quisieras que te hicieran a ti”». (H. K. – Egipto)

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